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Rusia será por fin miembro asociado del CERN

1959. John Adams con la botella de vodka, un regalo que regresaría a Dubna (URSS): símbolo de la connivencia que reinaba entonces entre los físicos del Europa Occidental y del Este. cern.ch

La decisión se oficializará previsiblemente el próximo año y pondrá fin a una situación un tanto paradoja. Aunque el país solo tiene estatus de observador en el Centro Europeo de Física Nuclear (CERN), los rusos siempre estuvieron muy presentes en el mayor laboratorio de física de partículas en el mundo.

En 1954, 12 países europeos firman el acuerdo por el que se instituye el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN). A finales del siglo XX, otros 9 países integran la organización de la que Yugoslavia se ha retirado definitivamente.

En 2010, el CERN decide oficialmente extenderse más allá de las fronteras europeas. Varios países solicitan incorporarse como miembros asociados, entre ellos Brasil, Pakistán, Turquía, Ucrania y Rusia.

Rumanía goza actualmente del estatus de candidato a la adhesión. Israel y Serbia son miembros asociados en fase preliminar a la adhesión. Los Estados y las organizaciones que tienen estatus de observador son la Comisión Europea, India, Israel, Japón, Rusia, Turquía, la UNESCO y Estados Unidos.

Moscú decidió solo en 2012 oficializar de iure su participación en la Ginebra científica, de la que de facto siempre ha formado parte. La respuesta del CERN a la solicitud rusa para unirse como miembro asociado se conocerá el próximo año.

La construcción del LHC, el gran colisionador del CERN, ha costado 6.000 millones de francos. La aportación económica de Rusia al proyecto supera los 150 millones de francos y la científica representa cerca del 10% para los cuatro experimentos llevados a cabo en el interior del LHC.

Una foto en blanco y negro sacada de las colecciones históricas del CERN. Corre el año 1959. John Adams, jefe del equipo del sincrotrón de protones, el primer gran acelerador de partículas del laboratorio ginebrino, sostiene en la mano una botella de vodka. Es un regalo que los colaboradores del CERN recibieron de sus colegas del Instituto Unificado de Investigaciones Nucleares de Dubna (al norte de Moscú) con el encargo de abrirla después de la puesta en marcha con éxito de la máquina. Se la beben hasta la última gota y, antes de reenviarla a la entonces URSS, introducen en su interior una foto Polaroid para atestiguar el funcionamiento del sincrotrón.

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En aquella época, los rusos no se contentan con seguir los trabajos del CERN desde la distancia. Suelen venir regularmente a Ginebra. Durante múltiples años, Tatiana Fabergé, nieta del célebre joyero Karl Fabergé, será su ángel de la guarda en esta ciudad. La secretaria del CERN ayudó a los científicos soviéticos a instalarse en Ginebra, a muchos incluso los hospedó en su casa para ahorrarles las pernoctaciones en un hotel.

Hoy, el CERN alberga la principal diáspora científica rusa en el mundo: 883 personas. Entre los países que no son miembros de la organización, solamente los americanos son más numerosos, con 1.757 personas.

Los asociados y los otros

El ingeniero de origen polaco, Tadeusz Kurtyka, domina cinco idiomas, entre ellos el ruso. Hace 22 años que trabaja en el CERN y es el responsable de las relaciones con Europa del Este y, en especial, de la cooperación con Rusia.

“Cualquier Estado, puede convertirse en miembro asociado del CERN y en miembro de pleno derecho dos años después, si lo desea”, explica. “El estatus de miembro asociado significa un menor compromiso financiero. Estos países pagan solo el 10% de la cotización completa, y por consiguiente, sus derechos también son limitados”.

Pero los miembros asociados pueden proporcionar equipos y materiales al CERN. Y de forma directa y no solamente para los proyectos internacionales (que aquí se llaman colaboraciones). Significa que los productores rusos de alta tecnología pueden tener ventajas preferenciales para participar en las convocatorias que organiza el CERN. Y las sumas en juego suelen ser del orden de cientos de millones de euros cada año.

Los países asociados disponen, además, de un representante en el consejo del CERN, y sus ciudadanos pueden trabajar directamente para la organización y ser remunerados en francos suizos. Los primeros beneficiarios de este estatus son los estudiantes, que de esta forma tienen acceso a programas de enseñanza en uno de los niveles más elevados del mundo.

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De padre a hijo

En Ginebra reside una sola familia formada por dos generaciones de físicos. Igor Golutvin, de 79 años, es uno de los pioneros. Afincado en la ciudad desde hace más de medio siglo, ha sido testigo de la puesta en marcha del laboratorio del CERN y ha trabajado con varios Premios Nobel. Hoy, dirige el Consejo de la colaboración científica entre el CERN y el Instituto de Dubna.

Su hijo, Andreï Golutvin, licenciado de la Universidad de Estado de Moscú y profesor en el Imperial College de Londres, viaja regularmente a Ginebra desde mediados de los años 1990. Desde 2007, trabaja en el experimento LHCb (Large Hadron Collider beauty experiment), uno de los cuatro detectores de colisiones del acelerador de partículas más grande del mundo. Durante tres años fue incluso el coordinador del experimento, convirtiéndose así en el primer ruso que ocupa una función tan destacada en la institución.

Los dos físicos tratan de no hablar de trabajo en casa, “pero si salimos a cenar, obviamente, no podemos evitar los temas filosóficos, y entre ellos figura la asociación de Rusia al CERN”, bromea Andreï Golutvin.

Hoy, el presupuesto del CERN alcanza los 1.000 millones de francos y proviene de sus 20 Estados miembros. El país que más fondos aporta (220 millones de francos) tiene un físico nuclear al frente de su Gobierno: la canciller alemana Angela Merkel. Francia paga cerca de 170 millones, Gran Bretaña algo menos (160 millones). Las cotizaciones de Suiza, Bélgica, Noruega, Polonia, Suecia y otros miembros ascienden a 30 millones de francos.

De ahora en adelante, el CERN no concederá el estatus de país observador del que gozan actualmente India, Rusia, Estados Unidos, Turquía y Japón. Estos países deberán elegir en un plazo razonable el estatus que quieren adquirir: miembro asociado o miembro de pleno derecho.

11’000 chercheurs venant de 50 pays travaillent au CERN, avec le statut de «users». Ils sont envoyés à Genève par leur université ou leur institut de recherche qui leur verse leur salaire et des indemnités de voyage en francs suisses pour une durée allant de deux semaines à plusieurs années. Des disparités existent néanmoins, notamment par rapport aux voisins européens du laboratoire.

2’300 personnes sont employées à plein temps (le «staff»), mais ce statut est réservé aux chercheurs des pays membres. Ce sera donc à l’avenir celui des Russes et des autres scientifiques de nouveaux membres.

De plus, 1’000 personnes occupent un poste temporaire.

Ces règles du CERN ne peuvent pas être considérées comme discriminatoires car elles facilitent l’accès au travail dans les laboratoires de l’organisation pour tous, indépendamment de la nationalité. En Russie, par exemple, la législation a fortement restreint l’accès à l’information scientifique et technologique pour les étrangers.

Los pros y los contras

Andreï Golutvin, en calidad de asesor en materia de cooperación con Rusia del director general del CERN, Rolf Dieter Heuer, conoce perfectamente los intereses geopolíticos de las dos partes. A la pregunta de por qué el ministro ruso de Educación y Ciencia, Dmitri Livanov, necesitó dos años para presentar una solicitud oficial, Andreï Golutvin afirma que se debió a “un proceso interno que tardó en madurar”.

“El espectro de los puntos de vista sobre la asociación de Rusia al CERN es amplio”, explica el profesor en la jerga del físico. “Pertenezco al campo de los extremistas convencidos de que es extremadamente importante para el desarrollo de la investigación fundamental. Ginebra se convertirá en un laboratorio doméstico adicional donde los estudiantes rusos podrán realizar prácticas”.

Pero también hay detractores. Su preocupación es que, en lugar de invertirlo directamente en la infraestructura científica, el dinero ruso se pierda en Ginebra. Para Moscú, la contribución como miembro asociado ascendería a 7 millones de francos, mientras que la de miembro de pleno derecho rondaría los 70 millones de francos anuales.

Lejos de considerar esta participación como un lujo, Andreï Golutvin quiere valorar primero, un poco al estilo de Einstein, la relatividad del asunto. Como él mismo dice, “si consideramos la totalidad de las inversiones para desarrollar la física en Rusia, la suma que hay que desembolsar  al CERN es escasa”.

(Traducción: Belén Couceiro)

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