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Austria: de “país inteligente” contra la covid a un tercer confinamiento

Jorge Dastis

Viena, 6 ene (EFE).- El canciller austríaco, Sebastian Kurz, impulsó en primavera la cooperación entre lo que definió como “países inteligentes”: naciones que reaccionaron pronto contra el coronavirus y pudieron reabrir sus economías en abril. En ese grupo estaban Dinamarca, República Checa, Grecia, Israel y, por supuesto, Austria.

Ocho meses después, el país centroeuropeo (de 8,9 millones de habitantes) se encuentra en pleno tercer confinamiento, ha registrado casi 6.500 muertes por la covid-19 -más del 80 % de ellas desde mediados de octubre- y se encamina hacia su segunda campaña de test masivos, una medida que no convence a los expertos.

¿Qué ha ido mal para que Austria haya pasado de ser un modelo de la lucha contra el virus a tener que decretar algunas de las medidas más restrictivas de Europa?

MEDIDAS DÉBILES

Según el experto en política sanitaria Thomas Czypionka, del Instituto de Estudios Avanzados de Viena, uno de los factores clave fue la pérdida de miedo al virus.

“La gente le tenía menos miedo al virus que en primavera. Cuando el número absoluto de casos aún era bajo, el Gobierno temió que la gente no aceptaría medidas más contundentes, así que introdujo medidas que eran demasiado débiles y que no podían frenar el aumento de infecciones”, explica a Efe Czypionka.

Esa tibieza en las restricciones, unida al colapso del sistema de rastreo de contactos, acabó por provocar un aumento explosivo de los casos de covid-19 en otoño: para finales de octubre ya se había quintuplicado el máximo de casos diarios registrado durante la primera ola.

Las autoridades decretaron entonces un “semiconfinamiento”, con toque de queda a partir de las ocho de la tarde y cierre de la gastronomía y el ocio, pero la medida apenas surtió efecto. El 13 de noviembre, en pleno cierre parcial, el país registró su máximo de contagios diarios hasta la fecha: 9.586.

Además, las unidades de cuidados intensivos empezaban a presentar niveles de ocupación cercanos al límite de su capacidad, y el 17 de noviembre entró en vigor un segundo confinamiento nacional, esta vez total.

TEST MASIVOS

Bajo la premisa de poder reabrir el país por Navidad, el canciller Kurz anunció una campaña de test masivos a comienzos de diciembre, coincidiendo con el final del confinamiento.

La medida fue muy criticada por algunos expertos y apenas participó el 25 % de la población (el Gobierno esperaba más de un 50 %), y las nuevas infecciones tampoco bajaron tanto como suponían.

Esto llevó a las autoridades a anunciar un tercer confinamiento nacional entre el 26 de diciembre y el 18 de enero, a pesar de que los test masivos se habían presentado en un principio como forma de evitar futuros cierres totales.

Aún así, el Gobierno ha continuado con su apuesta por el cribado en masa y para incentivar la participación se estableció que quien no se sometiera a la prueba de antígenos debería pasar una semana más confinado, hasta el 24 de enero, y no podría entrar hasta entonces en restaurantes o museos.

Finalmente, este plan ha tenido que ser descartado, ya que existían dudas sobre su constitucionalidad y ha sido rechazado por la oposición. Se ha optado en su lugar por extender el confinamiento de toda la población hasta el día 24.

La campaña de test masivos se celebrará en algunos estados federales, pero otros, como Salzburgo o Alta Austria, han decidido descartarlos por completo.

“Psicológicamente, la gente probablemente no se sentirá motivada para acudir a los test masivos a mediados de enero, ya que los datos de contagio serán (con suerte) muy bajos”, vaticina Czypionka.

Actualmente, a pesar del confinamiento, es habitual encontrar a gente juntándose y paseando en Viena, y muchos no saben exactamente cuáles son las restricciones que hay en vigor.

Pese a todo, los nuevos casos de covid vuelven a subir después de algunos días a la baja, y ayer, martes, se han vuelto a registrar 100 muertes por la enfermedad.

MATRIMONIO DE CONVENIENCIA

Pero según el politólogo Anton Pelinka, catedrático de la Universidad Centroeuropea (CEU), “en este momento, la mayoría en Austria no considera la política del Gobierno contra la covid como mala gestión”.

Antes bien, en su opinión, la crisis ha servido para hacer menos evidentes las grandes divergencias entre los dos partidos en el gobierno, los conservadores del ÖVP y los ecologistas de Los Verdes.

“Sin la pandemia, las contradicciones en el Gobierno de coalición se habrían notado antes, especialmente en asuntos de refugiados y de derechos humanos”, explica.

A pesar de ello, estas contradicciones están ahí, y son cada vez más evidentes.

Hace unas semanas, el conservador Kurz culpó del aumento de las infecciones tras el verano a los extranjeros “que volvieron de pasar el verano en sus países de origen”.

El vicecanciller ecologista, Werner Kogler, criticó las palabras de su socio de Gobierno, diciendo que sentía “que hubieran podido herir a gente”, y recordó a los muchos sanitarios con origen en los países balcánicos que trabajan en Austria.

Para Pelinka, esta disonancia podría tener un efecto de “pérdida de credibilidad” para Los Verdes, que seguramente serán los más castigados por su acercamiento a los conservadores. EFE

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