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‘Manga Impact’ y su mensaje universal

'UFO Robot Grendizer', manga japonés de los años 80.

El Festival Internacional de Cine de Locarno presenta 'Manga Impact', ambiciosa retrospectiva del mundo de la animación japonesa. Un complejo universo de héroes y robots que esta noche invaden la 'Piazza Grande'.

Parece casi avergonzado cuando el director artístico del festival, Frédéric Maire, lo define como uno de los cineastas más grandes del mundo.

Isao Takahata, gran maestro de la animación japonesa, y además recompensado con un ‘Leopardo de honor’ (premios que se entregan en Locarno). Autor de auténticas obras maestras de la historia del cine nipón, ha trasladado la antigua y refinada tradición del manga y el anime a la modernidad.

Golpe de rayo fatal

Todo comienza con un golpe de rayo en: ‘La bergère et le ramoneur’, largometraje de animación del francés Paul Grimault, que para Takahata representa un inicio en el universo de la animación. Su pasión por la cultura francesa le hizo entrar en contacto con otro brillante creador, Michel Ocelot, autor de ‘Kirikou y la bruja’.

Es así como el gran maestro Takahata abrió las puertas de un mundo complejo donde la habilidad gráfica, la fantasía, la mitología y la filosofía forman la trama del universo manga, espejo de una diversidad cultural capaz de transmitir los conceptos estéticos y filosóficos también con las formas narrativas demasiado simples.

Es en parte en esta iconografía con un fuerte impacto emocional donde reside la clave del éxito de los mangas que, en los años 70 y 80, conquistaron a la juventud occidental. ‘UFO Robot Grendizer’, ‘Capitán Herlock’, ‘Mazinger Z’, ‘Bola de Dragón’, ‘Akira’ son algunos de los superhéroes contra los que se opusieron muchos padres y educadores, que los encontraban demasiado banales o muy violentos.

Restablecer un contacto con la naturaleza

En ‘Pom Poko’, proyectado en Locarno, Isao Takahata cuenta una extraordinaria fábula ecologista en torno al comportamiento destructor de los humanos sobre el medio ambiente. Los ‘tanuki’, pequeños animales típicos de Japón, se unen para estudiar a los humanos y asustarlos con una técnica olvidada: el poder de transformarse según su voluntad.

“En Japón, los animales se sitúan al mismo nivel que el ser humano”, explica Isao Takahata. En su película, el poder de metamorfosis de los animales les permite comunicarse con los seres humanos. “Ellos consiguen restablecer un contacto directo con la naturaleza, muy comprometido por la modernización, y sirven de intermediarios para poder comprender esta realidad”.

Por lo demás, esta relación con la naturaleza constituye uno de los elementos recurrentes en los mangas, que transmiten especialmente el mensaje de retorno al antiguo equilibrio y a la harmonía propia en las creencias sintoístas.

Seres humanos, máquinas y superhéroes

En el fondo, los mangas son un acto de confianza hacia el ser humano y, a menudo, la presencia de robots permite amplificar la importancia de los sentimientos y poner en evidencia la extraordinaria superioridad de la naturaleza humana, dotada de recursos inesperados, capaz de improvisar y de adaptarse. Justo todo lo contrario que las máquinas, incapaces de razonar fuera de la lógica y de los esquemas prefabricados.

El experto italiano de filosofía oriental escribió en uno de sus celebres ensayos: “El mérito del manga y del anime es haber exaltado positivamente la irracionalidad humana y el inefable poder del yo, en una época de excesiva dependencia de las máquinas y de la tecnología, llevada hasta la estrangulación de la existencia operada de la burocracia”.

Los mangas reflejan los demás rasgos de la cultura japonesa, como la fuerza de la comunidad. Los superhéroes americanos son los personajes con poderes extraordinarios y con una fuerza sobrehumana que actúan en solitario como Batman, Superman o Spiderman.

Por el contrario, los héroes japoneses son a menudo los adolescentes vulnerables que se dejan guiar por los robots. Mientras los americanos emplean la fuerza bruta, los japoneses apelan a la fuerzan de voluntad, al sentido del deber y a los principios éticos, sin olvidar el trabajo en equipo.

Un mensaje universal

El cineasta americano Quentin Tarantino fue uno de los que quedó fascinado por el anime y por el manga sin poder oponer una mínima resistencia. Una fascinación que se encuentra reflejada en una de sus obras maestras, ‘Kill Bill’, un filme que integra además de las escenas de animación, ciertos códigos estilísticos y narrativos en homenaje a la cultura de los samuráis.

Carlo Chatrian, crítico de cine y comisario de la retrospectiva, no está ligado al manga pero es un atento observador. “‘Manga Impact’ pretende analizar el impacto que ha tenido este género en la gente en general y no solamente en los directores y cineastas”, cuenta a swissinfo.ch.

“En cierta manera, nosotros somos la respuesta. Si el Festival de Locarno y el Museo Nacional de Cine de Turín han realizado esta retrospectiva sobre las animaciones japonesas, es la prueba de que un producto que en los 70 estaba considerado como primitivo y antieducativo ha conseguido entrar en nuestras vidas y su presencia perdura”.

Resultante de esta generación que descubrió los mangas, M. Chatrian subraya hasta qué punto la animación japonesa ha logrado “rehabilitar en beneficio de un público más joven los temas aparentemente complejos como: la muerte, el dolor, la pérdida de los padres o la naturaleza amenazada”. Una manera de ayudarles a entrar en la sociedad. Sus protagonistas no están dotados de superpoderes, aunque todos manifiestan esta fuerza de voluntad que les permite superar los obstáculos de la vida.

Si estos códigos estilísticos y culturales expresan una diversidad natural, el mensaje es en realidad universal. “Y por supuesto, añade Chatrian, Isao Takahata lo ha dicho muy bien: incluso si las diferencias culturales son fuertes; nosotros somos todos japonenses, americanos, franceses. Somos la expresión de un mismo género humano”.

Françoise Gehring, Locarno, swissinfo.ch
(Adaptación: Iván Turmo)

Isao Takahata nació en 1935 y tras graduarse en la universidad de Tokio dio un vuelco a su carrera y se introdujo en el campo de la animación.

En 1959 entró en el recién creado estudio Toei Doga. Fue ahí donde conoció a Hayao Miyazaki.

Desde entonces se hicieron amigos y compañeros inseparables. Esto tuvo sus ventajas y desventajas: Miyazaki muchas veces le ha eclipsado y, de hecho, muchas de las producciones de Takahata se creen de Miyazaki (como Heidi o Marco), aunque esto le ha permitido también pasar desapercibido y trabajar más a su ritmo.

Su primera película ‘Taiyo no Oji Horus no Daiboken’ (Horus, Príncipe del Sol 1968) es considerada una de las mejores películas de animación de la historia.

Desde entonces ambos trabajaron en equipo como director-animador en numerosas producciones como ‘Rupan sansei’, ‘Alps no shojo Haiji’ (Heidi 1974), ‘Haha o tazunete sansen-ri’ (Marco: 3000 leguas en busca de mamá 1976) hasta que en 1985 decidieron crear el estudio Ghibli en el que realizan todas sus obras.

Este lunes 10 agosto la ‘Piazza Grande’ de Locarno alberga una serie de proyecciones para todos los apasionados del manga:

● ‘Mobile Suit Gundam I’ (1981), de Yoshiyuki Tomino.

● ‘La maison en petits cubes’ (2008), de Kunio Kato, corto ganador del Oscar 2009 por el mejor corto de animación.

● ‘First Squad: the Moment of the Truth’ (2009) de Yoshiharu Asino.

● Akira (1988), famoso manga de Katsuhiro Otomo.

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