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Alfonsina, esa mujer inolvidable

Alfonsina Storni fue una mujer adelantada a su tiempo. zvg

Hace 70 años, la poetisa suizo-argentina Alfonsina Storni se arrojó al mar y con su muerte dio vida a uno de los mitos más románticos y trágicos de la historia de la literatura hispánica. Maestra, actriz, periodista, escritora y madre soltera, derritió el cemento de la Buenos Aires del siglo XX con sus versos y desafió todos los prejuicios.

Quien lee la obra de Alfonsina Carolina Storni (así reza su partida de nacimiento extendida el 22 de mayo de 1892, en Sala Capriasca, cantón Tesino) puede vislumbrar a la mujer que hay detrás de la poesía:

Una mujer de principios de siglo que escribe con una voz femenina y potente, que es sensual, pasional y cerebral, al mismo tiempo que contradictoria y anímica. Una mujer fuerte y débil a la vez, que trasluce las escenas clave de su historia, sin excederse ni esconderse del todo.

La artista que aunque menuda fue ‘loba’ para defender a su cría y que supo coquetear con las letras rozando lo que muchos, en su época, creían indecente…

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Los Storni y el legado de la abuela poetisa

Este contenido fue publicado en Guillermo y María, descendientes de Alfonsina Storni, recorren la historia de “la madre de la poesía femenina moderna en Argentina”.

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Del Tesino a San Juan

Los Storni llegaron en 1870 a la provincia argentina de San Juan. No eran una familia pobre, como se dice, sino que tenían negocios prósperos en la zona de Cuyo, entre ellos la compañía ‘Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía’.

Alfonso Storni, padre de la poetisa, se reunió con sus hermanos que ya estaban instalados en Argentina, pero en 1880 retornó a Suiza donde se casó con Paolina Martignoni, maestra de escuela, y con quien regresó a San Juan.

Sus primeros dos hijos nacieron en Argentina (María en 1887 y Romeo en 1888). En 1891 Alfonso, que no lograba adaptarse, viajó junto a su esposa al Tesino donde, un año después, nació Alfonsina.

Cuando tenía apenas cuatro años, sus padres volvieron a San Juan. La casa familiar, entonces, funcionaba como un centro social y era visitada por artistas y escritores.

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“Alfonsina fue una mujer muy valiente”

Este contenido fue publicado en Frágil, activa, contestataria, romántica, feroz, vanguardista… todo eso era la poetisa suizo-argentina que dejó más de una vez azoradas a las ‘señoras’ de una sociedad en la que reinaba el prejuicio (y la hipocresía) Apenas podía, no dudaba en usar sus poesías, crónicas, obras de teatro o conferencias, para decirles a las mujeres que “si…

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Rosario, tierra de intelectuales

En 1901 Alfonso se muda con su familia a Rosario (provincia de Santa Fe) e instalan el ‘Café Suizo’, un negocio que ‘sobrevivía’ y en el que Alfonsina, con sólo 10 años, trabajaba de mesera (camarera).

Los momentos difíciles se profundizaron con la muerte del padre en 1906. Con una familia numerosa, a Paolina se le hacía cuesta arriba sostener la economía familiar, y Alfonsina, con 14 años, comenzó a trabajar en una fábrica de gorras.

Luego de incursionar casi casualmente en el teatro y emprender una gira de un año por todo el país con la compañía del actor español José Tallaví, la incipiente poetisa decide, en 1909, abandonar las tablas y comienza a estudiar para maestra en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales, de Coronda (Santa Fe) hasta 1911, cuando se gradúa.

En Rosario se involucra en diversas actividades y comienza a frecuentar los nacientes círculos intelectuales de la ciudad, donde se reúnen escritores y políticos.

En esa época ya escribía, recitaba y se conectaba con dos revistas literarias bastante interesantes: ‘Mundo rosarino’ y ‘Monos y Monadas’. También, según historiadores y biógrafos, en ese tiempo le llegó el amor…

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Buenos Aires, un refugio entre la multitud

Soltera y con sólo 19 años, la poetisa emigró sola a Buenos Aires para criar a Alejandro Alfonso, nacido el 21 de abril de 1912.

Alfonsina tuvo que abrirse paso a comienzos de siglo en ‘la gran ciudad’ y convertirse en madre y padre: al año de nacer su hijo, su pericia para la redacción le valió un empleó en la firma ‘Freixas Hermanos’, una empresa importadora de aceite de oliva, bajo el cargo de ‘corresponsal psicológica’, donde tenía que responder cartas de quejas y consultas de los clientes.

Fue en las oficinas de esta empresa que Alfonsina escribió su primer libro de versos:

“…estoy encerrada en una oficina; me acuna una canción de teclas; las mamparas de madera se levantan como diques más allá de mi cabeza; barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas; el sol pasa por el techo pero no puedo verlo; bocanadas de asfalto caliente entran por los vanos y la campanilla del tranvía llama distante.

Clavada en mi sillón, al lado de un horrible aparato para imprimir discos, dictando órdenes y correspondencia a la mecanógrafa, escribo mi primer libro de versos, un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo mío, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir”

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Talentosa, vanguardista, mujer…

La aparición a principios del siglo pasado de mujeres como ella, Gabriela Mistral o Juana de Ibarbourou, en las letras latinoamericanas es uno de los hechos más significativos de la historia literaria de la región.

Alfonsina comienza a ganar espacios en ese ‘mundo de hombres’, y en 1921, ya es conocida como poetisa y se crea para ella una cátedra en el Teatro Municipal Lavardén. Dos años después es profesora de Lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas e interviene en la creación de la ‘Sociedad Argentina de Escritores’.

Inquieta, curiosa y contestataria, usa la pluma para colaborar con las diferentes revistas y los diarios ‘Crítica’ y ‘La Nación’.

Sus pares comienzan a reconocerla y cultiva grandes amistades como Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Blanca de la Vega, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Delfina Bunge y Manuel Ugarte.

Benito Quinquela Martín, Marcelo. T de Alvear, Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo integraron también el grupo de sus más entrañables amigos, y se codeó con figuras de la talla de Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Amado Nervo, Federico García Lorca y Concha Méndez, entre otros.

Alfonsina Storni nació el 22 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, cantón Tesino. En 1920 se naturalizó argentina

Fue una militante literaria e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.

Feminista combativa, adhería a ideas de izquierda.

El 25 de octubre de 1938, se arrojó al mar en la playa ‘La Perla’ de Mar del Plata.

Hoy varias escuelas llevan su nombre, tiene varios monumentos en su honor, varias canciones –la más conocida, ‘Alfonsina y el mar’, de Félix Luna y Ariel Ramírez- y una mesa en el emblemático Café Tortoni, de Buenos Aires, lleva su nombre.

Su hijo Alejandro fue maestro y tiene 96 años.

Huellas en la arena que el mar no borró

La trayectoria literaria de Alfonsina evolucionó desde el romanticismo hacia la vanguardia y el intimismo sintomático del ‘modernismo’.

Su poesía se pasea altiva desde la sumisión hasta la ira, siempre femenina, siempre desafiante… se hunde y se levanta y arrastra en su lectura. Así vivió y así partió.

El 20 de mayo de 1935 la poetisa fue operada de un cáncer de mama que evolucionó sin tregua, y el 25 de octubre de 1938, según relata su biógrafo Carlos Andreola, “ya muy desgastada por la enfermedad”, se arrojó al mar en la playa ‘La Perla’ de Mar del Plata.

Ese mismo día garabateó sobre un papel celeste con tinta roja la frase “me arrojo al mar”.

Unos días antes, el 22 de octubre, había enviado al diario ‘La Nación’, su último poema ‘Voy a dormir’:

“Dientes de flores, cofia de rocío, /manos de hierbas, tú, nodriza fina, /tenme prestas las sábanas terrosas/y el edredón de musgos escardados. /Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Ponme una lámpara a la cabecera; /una constelación; la que te guste; /todas son buenas; bájala un poquito. /Déjame sola: oyes romper los brotes… /te acuna un pie celeste desde arriba /y un pájaro te traza unos compases /para que olvides… Gracias… Ah, un encargo: /si él llama nuevamente por teléfono/le dices que no insista, que he salido…”

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