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Detrás de la cortina, nueva exhibición de Richter

Davos, 1981, de la serie de paisajes húmedos de Gerhard Richter. Fondation Beyeler/Stefan T. Edlis Collection

La Fundación Beyeler de Basilea inaugura una exposición sui generis de la obra de Gerhard Richter. Al poner en evidencia la esquizofrenia artística del pintor, el famoso curador Hans Ulrich Obrist sugiere de alguna manera que en ella puede estar la clave de su éxito.

Solamente un puñado de artistas contemporáneos logra atraer la atención mundial y alcanzar los precios delirantes del artista alemán de 82 años. Richter ha roto en diversas ocasiones los récords de precios en subastas para un artista vivo, y se mantiene a la cabeza de los artistas con vida que más han expuesto. 

Delgado y bajito, con anteojos de montura transparente, Richter se paseaba por la Beyeler con una mirada de fría indiferencia. Estaba a punto de enfrentarse a la prensa que acudió a Basilea como una manada de lobos hambrientos.

Cuando el director de Beyeler, Sam Keller, anunció: “Gerhard Richter es el artista más influyente de nuestro tiempo”, el artista mantuvo su distante cortesía.  Cuando Keller agregó que ningún otro artista contemporáneo necesitaba menos otra exposición, ambos volvieron la cabeza al curador.

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60 años de carrera de Gerhard Richter

Este contenido fue publicado en Abierta hasta septiembre de 2014, engloba los grandes periodos de su carrera, incluyendo obras recientes aún no exhibidas. Durante 60 años, Richter pasó de foto-pinturas a obras abstractas, monocromos y composiciones generadas digitalmente. “Uno de mis grandes sueños es que mis imágenes se convierten en medio ambiente o arquitectura”, dice el artista. La exposición es…

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Hans Ulrich Obrist, suizo y quien inició un diálogo con Richter hace 27 años, cuando este era todavía un adolescente, explicó cómo había convencido al artista de venir a Basilea, proponiéndole sacar a la superficie temas inexplorados aún.

Considerado el curador más importante de su tiempo, Obrist ha mantenido, contra todas las expectativas, el contagioso entusiasmo de un niño y las delgadas extremidades de un adolescente. Habla cuatro idiomas con fluidez y cuando lo hace, rara vez se detiene para tomar aire.

Asegura a swissinfo.ch que la curaduría es siempre una cuestión de diálogo. Después de “largas, largas horas de discusión”, Richter y él concibieron la idea de ilustrar la manera en que los ciclos y las series, así como una toma de conciencia de los espacios, atraviesan la obra del artista.

La paradoja de Richter

Cuando un artista explora tantas técnicas y expresiones, como lo ha hecho Richter durante medio siglo, puede confundir e incluso parecer intrascendente. Después de todo, es un artista que ha construido su reputación en las foto- pinturas, los monocromos, las figuras borrosas y las manchas de pintura, lo que no es exactamente lo que se podría considerar el gran arte.

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Pero la reconstrucción de las series que han caracterizado la obra de Richter y su presentación en conjunto, en las espaciosas paredes del edificio de Renzo Piano, algunas por primera vez, forman una exposición notable: la coherencia entre las obras que muy bien podrían haber sido hechas en diferentes planetas, sale a la luz.

A la pregunta de por qué consideraba que la exposición de la Beyeler era la más hermosa hasta la fecha, Sam Keller dijo a swissinfo.ch: “La exposición tiene el toque del artista. Es como una obra de arte que ninguno antes de Richter había hecho”.

Una pantalla se convierte en arte

No es tanto la fascinación del arte (no siempre es el caso) como la manera en que se muestra. Cada sala cuenta una historia diferente.

En cuanto a la galería principal, que desafía la gravedad: la presencia de una enorme, pero etérea escultura de cristal intitulada 12 Panes (Row), de 2013, eleva la habitación. Se sitúa entre seis monumentales Cages (2006) y seis lienzos rojos Abstract Painting, Rhombus (1998) hechos para una capilla de Renzo Piano que finalmente no fue construida. Se siente como si toda la habitación estuviera flotando hacia el jardín. La preocupación de Richter en cuanto a la relación del arte con el espacio no podría ser mejor ilustrada.

Michèle Laird

Pero el verdadero toque mágico, el que hace que esta exposición se destaque,  son los pequeños cuadros figurativos de un encanto irresistible que rompen las series y por los que Richter es quizás más conocido. Obrist los llama contrapuntos, tomando prestado el término de la música, la cual juega un papel importante en la inspiración de Richter.

Maestro de disolución

“Todas las cosas de calidad tienen una atemporalidad”, dijo Richter en una entrevista con motivo de su exposición de 2011 en la Galería Tate”. Las pinturas muestran lo que no está ahí”.

Las manchas distintivas y los contornos fuera de foco indican un sentido de urgencia, como si Richter intentara disolver el tiempo mientras permite la desaparición de las figuras.

Junto con los espléndidos 4900 Colores (2007) que llenan una sala, estas obras plantean la cuestión del estatus del arte cuando no es fabricado por el artista. Y, sin embargo, no se trata de una fábrica al estilo de Warhol. Solamente cuenta con la ayuda de dos asistentes y un director de estudio, asegura Obrist.

70% de basura

Para un artista en el pináculo del mercado del arte, Richter es inusualmente cáustico con el arte contemporáneo. “El arte está en proceso de transformación”, dijo en la conferencia de prensa, y agregó que “el 70% de lo que hay es basura”.

En octubre de 2012, una pintura de 1984 de Gerhard Richter rompió el precio récord para un artista vivo: Abstraktes Bild (809-4), que forma parte de la colección de arte de Eric Clapton, fue vendida por $ 34.200.000 (30.500.000 de francos).

En mayo de 2013, Richter rompió su propio récord, cuando una pintura de 1968, Domplatz, Mailand, se vendió en una subasta por 37 millones de dólaes. Jeff Koons, cuyas obras fueron comercializadas en la misma venta, ha roto desde entonces un nuevo registro con Balloon Dog (Orange). vendida en 58.400.000 de dólares.

Ya no existen criterios para juzgar las obras maestras, explicó. Los cánones del pasado, que permitieron que la calidad de una obra de arte fuera juzgada, como en el caso de la Mona Lisa, han desaparecido.

El señalamiento de Richter también es aplicable a su trabajo, ya que sería difícil identificar alguna de las pinturas en series como obras maestras, aparte de las obras figurativas emblemáticas por las que es definido y elogiado como Betty (1988), Lectora (1994) y Ella (2007).

El trabajo de Richter tampoco parece portador de un mensaje subyacente. Incluso su período de la Fracción del Ejército Rojo se produjo 11 años después de la caída del grupo que aterrorizó Alemania y no fue seguido por otras manifestaciones políticas.

En cambio, sus exploraciones, incluso dirían algunos, su esquizofrenia, le han asegurado un lugar en el panteón de los héroes del arte. Tal vez eso es en lo que los nuevos cánones se han convertido, en la capacidad de un artista para ser un espejo de su tiempo, abrazando sin cesar el potencial de nuevas técnicas.

Preguntado en Basilea sobre lo que pensaba de las sumas astronómicas que gastan algunos en sus pinturas. Richter admitió que le gustaba y agregó, divertido, que los ricos también mueren y que las pinturas que compran pueden acabar algún día en museos, con lo que todos las pueden ver.

Gerhard Richter nació en Dresde en 1932. Escapó de la Alemania Oriental cuando tenía 29 años, después de estudiar en la Academia de Bellas Artes de Dresde, donde aprendió pintura mural.

Se trasladó a Düsseldorf en 1961, donde un año más tarde entabló amistad con Sigmar Polke (1941-2010), también de Alemania del Este. Ahora vive en Colonia.

En 1964, comenzó sus foto-pinturas y montó su primera exposición individual.

Desde entonces, de acuerdo con el recién publicado Artindex 2014, Gerhard Richter ha acumulado el mayor número de exposiciones de un pintor en vida  (1.256), por delante de Bruce Nauman (1.244 ) y Cindy Sherman (1006).

En 2011-12 una gran retrospectiva titulada Gerhard Richter: Panorama viajó desde la Tate Modern de Londres a la Neue Nationalgalerie de Berlín y luego al Centro Pompidou de París. La exposición de Beyeler se dice que es incomparablemente más brillante.

Traducción del inglés, Marcela Águila Rubín

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