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La princesa trabaja la madera y el superhombre pasea a su bebé

La mano alzada de un alumno en clase
La escuela es el lugar idóneo para cuestionar las desigualdades de género. © Keystone / Christian Beutler

En Suiza, el proceso de desarrollo de las niñas y los niños está muy marcado por las diferencias de género. La escuela de igualdad intenta ayudar a que los alumnos y las alumnas identifiquen y eliminen los prejuicios y estereotipos sexistas. Artículo escrito con motivo del Día Internacional de la NiñaEnlace externo.

“Cuando estaba en el instituto, las clases de economía doméstica solo eran para las chicas, que aprendían a arreglar medias o a cocinar”, recuerda una suiza de 60 años. Una colegiala de 15 años que vive en su barrio difícilmente puede imaginar tal diferenciación. “Ahora en nuestras clases de economía doméstica las niñas y los niños cocinan y aprenden juntos a cambiar las bombillas”.

Sin embargo, en Suiza queda mucho por hacer para alcanzar la igualdad de género en la educación. El proceso de desarrollo, en gran medida, todavía depende de si eres niña o niño. Al acabar la enseñanza obligatoria, por lo general, las chicas eligen profesiones peor pagadas y que ofrecen menos oportunidades para promocionarse.

Escuela de igualdad

Realizado por las Oficinas de igualdad de los cantones de la Suiza francófonaEnlace externo, el proyecto “L’école de l’égalité” [Escuela de igualdad] se lleva a cabo bajo los auspicios de la Oficina de Igualdad entre Mujeres y Hombres del cantón de Vaud.

Este material didáctico, desarrollado en cuatro cuadernos, abarca toda la enseñanza obligatoria. El primer cuaderno –dirigido a estudiantes de 1º a 4º de HarmoS, es decir, de 4 a 8 años– está disponible desde febrero de 2019. Los otros tres se publicarán a principios de 2020.

De hecho, sigue siendo popular el modelo familiar tradicional: en el que el hombre trabaja y la mujer cuida de los niños. Las cifras de la Oficina Federal de Estadística muestran que en 2018, entre la población trabajadora con hijos menores de 25 años, la proporción de mujeres a tiempo parcial era del 78,8%, frente al 11,7% de hombres.

Estereotipos implícitos

Como el resto de lugares en los que los niños se socializan, la escuela también transmite mensajes sobre la diferencia de género. Tras una encuesta realizada en las escuelas primarias de los cantones de la Suiza francófona, el 2º ObservatorioEnlace externo (un instituto suizo de investigación y formación sobre perspectiva de género) ha constatado que el profesorado de las escuelas tiende a centrarse en:

  • dar la palabra más a los chicos
  • ser más tolerante respecto al ruido que hacen los niños
  • nombrar en el aula con menos frecuencia los nombres de las chicas que de los chicos
  • disciplinar menos a las niñas que a los niños

En su Guía de prevenciónEnlace externo publicada el año pasado, este instituto señala que “los y las profesionales de la primera infancia, al igual que el profesorado, tienen expectativas diferentes y atribuyen unas características a las niñas y otras a los niños”.

En la escuela, los estereotipos de género tienden a estar implícitos en el lenguaje. “Por ejemplo, cuando hablamos de todo lo relacionado con la familia, como el almuerzo, los delantales para el colegio, etc., nos referimos a menudo a ‘tu madre’ en vez de a ‘tus padres’”, señala Seema Ney, directora de proyectos de la Escuela de igualdadEnlace externo de la Oficina para la Igualdad entre Mujeres y Hombres del Cantón de Vaud.

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En la escuela de igualdad

“Las escuelas, sin duda, reproducen ciertas desigualdades pero también son, sobre todo, un lugar en el que estas desigualdades pueden ser cuestionadas”, continúa Seema Ney. Uno de los objetivos de la escuela de igualdad (una nueva herramienta pedagógica puesta en marcha a principios de este año) es sensibilizar al alumnado sobre los estereotipos de género para que puedan identificarlos y superarlos.

“Gracias a este material didáctico fácil de usar, esperamos animar al profesorado a introducir de vez en cuando reflexiones relativas a la igualdad de género, ya sea a través de las clases de francés, matemáticas, geografía o historia”, subraya la pedagoga.

Una de las secuencias educativas del primer cuaderno del manualEnlace externo, por ejemplo, abre el debate en torno a un correo electrónico. “Hola abuelo: En la escuela, estamos preparando los disfraces para el desfile de fin de año. El tema es el deporte. En mi clase, las niñas se visten de bailarinas y los niños de futbolistas. Sabes que me encanta el fútbol… Pero no me he atrevido a decir que quería vestirme de futbolista… ¡Besos! Zora”.

Leyendo el texto y poniéndose en la piel del abuelo para responderlo, los alumnos y las alumnas aprenden a escribir un correo electrónico al tiempo que aprenden a cuestionarse a sí mismos. ¿Por qué Zora se siente frustrada? ¿Qué puedo aconsejarle? ¿Qué haría yo en su lugar?

El objetivo es abrir el debate sobre los estereotipos para que los alumnos (niñas y niños) puedan tomar sus propias decisiones. No se trata de animar a las niñas a vestirse de futbolistas, sino de hacerles entender que pueden vestirse de futbolistas o de bailarinas, a condición de que no tomen decisiones de mala gana para adaptarlas a los roles tradicionales de género.

El patio en el centro del problema

Las niñas que aman el fútbol no solo se quedan fuera del desfile, sino que también quedan fuera del patio del colegio. “Me molesta porque los chicos en la escuela siempre nos prohíben jugar al fútbol… No está bien… El problema es que en el patio tienen muchos campos, a veces salen del campo y por eso tenemos menos espacio…”, cuenta una niña de 9 años en el cortometraje Space.

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“El patio del colegio a menudo se considera un espacio libre para los alumnos y el profesorado no quiere cuestionar con ellos lo que se puede hacer durante los descansos. El hecho de poder intervenir adecuadamente conduciría, sin duda, a compartir un espacio que sería más apropiado para todos y todas”, dice Seema Ney.

“Las desigualdades de género son perjudiciales tanto para las niñas como para los niños”
Seema Nay, jefa del proyecto 

“El patio del colegio a menudo se considera un espacio libre para los alumnos y el profesorado no quiere cuestionar con ellos lo que se puede hacer durante los descansos. El hecho de poder intervenir adecuadamente conduciría, sin duda, a compartir un espacio que sería más apropiado para todos y todas”, dice Seema Ney.

Para las niñas y también para los niños   

De hecho, en el patio de la escuela, no solo los niños prohíben a las niñas jugar al fútbol, sino que también las niñas prohíben a los niños jugar a la goma. En el centro escolar, los niños también están atrapados en las normas de género, que les lleva, por ejemplo, a tener que demostrar su masculinidad. “Para algunos es muy pesado. Y puede tener consecuencias graves, como el acoso, si no se le presta atención”, afirma Seema Ney.

Además, los chicos si están interesados en profesiones “atípicas” se enfrentan a una mayor presión social que las chicas, según un informe de investigaciónEnlace externo publicado en 2014. Cuando una chica quiere ejercer profesiones como piloto de caza o bombero, aunque a primera vista parezca sorprendido, su entorno apreciará la particularidad y el valor de su elección. Por el contrario, si un chico desea ser educador en un jardín de infancia, enfermero o florista, corre el riesgo de ser considerado como una persona carente de virilidad o incluso de ser un fracaso profesional.

La mayoría de los jóvenes en Suiza debe elegir su orientación profesional antes de los 15 años. Para los chicos y chicas, deseosos de ser aceptados por sus pares y sensibles a la pertenencia de género, no es fácil ir en contra de la rígida definición de la sociedad. Por lo que es particularmente importante establecer desde la infancia su capacidad para identificar y resistir a los estereotipos de género.

En la escuela de igualdad, la princesa trabaja la madera y el superhombre saca de paseo a su bebé. En las clases de ciencias naturales, los alumnos aprenden que “entre los pingüinos, el marido es quien incuba el huevo y la mujer la que se va lejos a buscar comida”; en las clases de matemáticas, los alumnos ayudan a Rosie (una chica apasionada por inventar máquinas) a contar sus herramientas o a Oscar, el florista, a calcular el número de ramos que ha vendido. En la clase de música, los alumnos cantan “Fleur será ingeniera, Amal desea jugar al fútbol, Arthur quiere coser y Florent quiere cuidar de los más pequeños”.

“Las desigualdades de género son perjudiciales tanto para las niñas como para los niños. Nuestros cuadernos tienen como objetivo promover en la formación la igualdad entre niñas y niños y lograr una mayor igualdad de género”, dice Seema Ney.

Traducción del francés: Lupe Calvo

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