De Napoleón a los Románov, París se deja seducir por las joyas dinásticas de la historia
Nerea González
París, 9 dic (EFE).- Aunque sus organizadores pensaron incluso en anularla tras el robo en el Louvre del pasado octubre, algunas de las joyas reales más espectaculares de los últimos siglos se podrán ver desde mañana en una nueva exposición en París, entre ellos tesoros de la reina Victoria, de la familia de Napoleón o de los Románov, entre otros.
Son deslumbrantes tiaras de diamantes, broches de coloridas piedras preciosas, collares con rubíes «sangre de pichón», los más valorados, o coronas salpicadas de esmeraldas y zafiros que estarán expuestos hasta el 6 de abril en el Hôtel de la Marine, un palacete en plena plaza parisina de la Concordia que históricamente albergó las joyas de la corona francesa y que hoy sirve de museo.
Acoge desde 2021, en concreto, la colección privada de arte y antigüedades Al Thani, reunida por Hamad bin Abdullah Al Thani, miembro de la familia real de Catar, que para esta exposición, titulada ‘Joyas dinásticas’, ha unido fuerzas con instituciones como el Museo de Victoria y Alberto de Londres.
Las piezas presentes en París encarnan tres significados diferentes, según detalló a EFE este martes Amin Jaffer, director de la colección Al Thani, durante la presentación a la prensa de la muestra.
El primero y principal era el de «representar el poder y la autoridad real o aristocrática», explicó, mientras que el segundo el de ser símbolo de «prestigio» o «riqueza».
Por último, pero no menos importante, las grandes joyas eran también una prueba de «pasión» o de «afecto», ya fuera en un contexto de relaciones amorosas y matrimoniales o en el plano de las relaciones diplomáticas entre naciones.
A este último apartado pertenecen, por ejemplo, las joyas que el príncipe Alberto diseñó para su esposa, la reina Victoria del Reino Unido (1819-1901), y que en París se pueden ver, además de en directo, siendo portadas por la propia soberana decimonónica en un retrato de Franz Xaver Winterhalter de 1842, que ha sido prestado para la muestra por la Colección Real de la familia real británica.
«El contexto es importante, así que tenemos retratos, dibujos de joyas, esculturas como la de la Emperatriz Josefina», detalló Jaffer sobre los materiales que complementan esta exposición.
Una cuestión de prestigio
Pero no solo de cuestiones reales trata esta muestra, sino que en su última parte el recorrido da cuenta de la «revolución social», en palabras de Jaffer, que tuvo lugar en el siglo XX.
Esta abrió la puerta a que las grandes familias adineradas de los Estados Unidos adquirieran joyas reales extraordinarias en paralelo al colapso de muchos de los grandes imperios y monarquías del mundo.
«Y esto era, por supuesto, el epítome del estatus para una familia estadounidense rica: poseer objetos que pertenecieron a las joyas de la corona rusa (de dinastías como la de los Romanov) o a las joyas de la corona francesa», ejemplificó Jaffer.
También hay una diversificación en la forma y las ocasiones en las que los no aristócratas empiezan a lucir estas joyas y otra auténtica revolución en el diseño de los nuevos encargos, gracias a miradas innovadoras como la del diseñador francés Louis-François Cartier, que firma varias de las piezas de la muestra.
Originalmente, la exposición iba a incluir tres piezas de las joyas reales napoleónicas que forman parte de los fondos del Louvre, pero el sonado robo en el museo más visitado del mundo del pasado 19 de octubre alteró los planes.
De hecho, una de ellas era una diadema de la emperatriz Eugenia realizada en 1853, de diamantes y perlas, que fue uno de los valiosos objetos sustraídos por los ladrones y que aún no han podido ser recuperados.
Lo que no llegó a alterar fue la voluntad de realizar esta exposición en el Hôtel de la Marine, si bien Jaffer admitió que se lo plantearon cuando ocurrió el robo a apenas un kilómetro de allí.
Dado que se trata de un museo moderno y equipado con los últimos adelantos de seguridad, el exemir Hamad bin Abdullah Al Thani finalmente decidió seguir adelante, al considerar que no debían ser «intimidados por este tipo de actos, que es un robo de baja calaña y un acto de terrorismo sobre el patrimonio cultural», según contó a EFE el director de la colección catarí en París. EFE
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