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“Debemos salvar a Suiza del colapso social”

"La crisis del coronavirus también está agravando las desigualdades sociales en Suiza", advierte el investigador social Oliver Nachtwey. Los expertos temen incluso que pueda ser perjudicial para la democracia.


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En Suiza, los miembros más vulnerables de la sociedad sienten plenamente los efectos de la crisis: los trabajadores por cuenta propia, las familias monoparentales, las personas endeudadas, los jubilados, los marginados.

Muchos de ellos probablemente quedarán excluidos del programa de ayuda de 40 000 millones de francos suizos que prevé el Gobierno.

Se dispara el desempleo

Los créditos avalados por el Estado para las empresas con problemas de liquidez, así como la compensación estatal por desempleo parcial, no han podido impedir que a principios de abril Suiza registrara el mayor aumento del desempleo en tan poco tiempo.

El semiconfinamiento provocó un aumento explosivo de las solicitudes para recibir ayuda social a partir de marzo (véase el recuadro).

Oliver Nachtwey
Oliver Nachtwey es profesor de análisis de estructura social en la Universidad de Basilea y autor del libro ‘Sociedad descendiente. Rebelión en la etapa regresiva moderna’, con el que recibió diversos reconocimientos. Derek Li Wan Po, Uni Basel

“En vista de la inminente crisis económica y el desempleo, ahora es importante salvar a la sociedad suiza del colapso social”, dice Oliver Nachtwey, profesor de análisis de estructuras sociales de la Universidad de Basilea.

Para lograrlo, el economista y experto en Ciencias Humanas quiere ir más allá que el Gobierno Federal. “Las medidas deberían poder llegar a todos”, subraya.

La desigualdad social puede convertirse en una amenaza para la democracia si los que dependen económicamente del Estado, se desvinculan y dejan de sentirse parte de la “causa común”, de la república.

“La desigualdad social repercute en las formas tradicionales de participación política, en particular en las votaciones y elecciones”, dice Flavia Fossati, profesora asistente del Instituto de Altos Estudios en Administración Pública (IDHEAP) de la Universidad de Lausana (véase el recuadro). Según la experta, los factores decisivos para la participación política son: la educación, la socialización, los recursos y el género.

La crisis de los sindicatos

“Las personas con un buen nivel de educación tienen mejores habilidades cognitivas y un mejor acceso a la información. Y disponen de redes en las que pueden moverse”, dice Fossati. Esto fomenta no solo el debate y la formación de opinión, sino también y sobre todo la participación política. Las personas de estatus social más bajo, por el contrario, tienden a participar menos, y están menos representadas.

Flavia Fossati
Flavia Fossati, científica social centrada en el análisis de la desigualdad y la integración. Es profesora adjunta en el Instituto Universitario de Estudios Superiores de la Administración Pública (IDHEAP) de la Universidad de Lausana. IDHEAP

Fossati y Nachtwey señalan que esto tiene que ver con la disminución de la influencia de los sindicatos. “En el pasado, el movimiento obrero, y los sindicatos en particular, defendían a los ciudadanos socialmente más débiles y los representaban en el Parlamento. Sin embargo, hoy en día, son cada vez menos los candidatos de estos gremios que consiguen dar el salto al Legislativo nacional”, dice Nachtwey.

En la espiral negativa

En este contexto, la amenaza de una espiral de alienación y de pérdida de ilusión crece. Nachtwey lo ilustra con el ejemplo de su país de origen, Alemania. “Allí un cuarto de la población experimenta un estancamiento social o incluso un descenso. Dan la espalda a la democracia porque dicen que la democracia no es una forma de gobierno que beneficie a todos”.

Muchas decisiones parlamentarias sirven principalmente a los intereses de las clases media y alta, reitera Nachtwey.


El desarrollo dramático a causa de la crisis

Las oficinas de asistencia social y las autoridades de los cantones y municipios deben contar con una lista mucho más larga de beneficiarios de ayuda social, considera Christoph Eymann, presidente de la Conferencia Suiza de Ayuda Social (SKOS).

Se refiere al fuerte aumento de las solicitudes en ciudades como Zúrich y Berna, cuyas autoridades recibieron un 30% y un 70%, respectivamente, más solicitudes que en el mismo período del año pasado.

Para Eymann, las nuevas solicitudes son un “sismógrafo” para comprender lo que pudiera ocurrir en las próximas semanas y meses. “Esto nos preocupa mucho”.

Fuente: Diario ‘Der Bund’, 7 de abril de 2020.

Peligro de erosión para los cimientos suizos

Fossati lo expresa así: “Existe el peligro de desacoplamiento si una parte de la población está no solo socialmente sino también políticamente desconectada. Y esto pone de relieve dos “características sobresalientes de Suiza”: el altísimo nivel de satisfacción de los ciudadanos con la política, por un lado, y su altísimo nivel de confianza en todas las instituciones políticas, incluido el Gobierno.

Según la científica social, esto se debe a la participación política en la democracia directa. “El hecho de que los ciudadanos puedan participar en referendos regularmente, es decir, cuatro veces al año, otorga una mayor legitimidad a la democracia.

La eficiencia, es decir, la rapidez y calidad con las que Gobierno y Parlamento tratan los problemas políticos también generan confianza.

Según Fossati, las condiciones marco como una buena situación económica, la garantía de los derechos fundamentales y el Estado de derecho también contribuyen a un alto nivel de satisfacción y confianza.

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Para Nachtwey, sin embargo, lo decisivo no es tanto la desigualdad social, sino sus efectos. Y sobre todo esas desigualdades sociales influyen en la participación política y cuándo.

El cimiento social se mantiene, a pesar de todo

A pesar de las grandes diferencias entre cantones ricos y pobres, Suiza tiene un nivel de vida relativamente alto en comparación con otros países. “Incluso con un salario más bajo, en Suiza se puede vivir bien. La alienación o desconexión no es todavía tan grande aquí, ya que las personas con un estatus social bajo también son vistos como parte de la sociedad”.

 

Esto contrasta con los Estados Unidos, por ejemplo, donde estados como Alabama han tenido sofisticados sistemas con mecanismos diseñados únicamente para excluir a los débiles. “Así, la discriminación étnica se suma a la económica y a la política”, dice Nachtwey.

 

El investigador ve en la democracia directa un instrumento para combatir la desigualdad social. “La democracia directa es también una puerta para las iniciativas sociales. En el cantón de Basilea-Ciudad, por ejemplo, la mayoría de los ciudadanos dijeron sí a las viviendas sociales en un referéndum”.

Cabe recordar que desde el decenio de 1990, también en Suiza se ha ampliado la brecha salarial. Pero la desigualdad ha podido limitarse gracias a medidas sociales y la creciente incorporación de las mujeres al mundo laboral.

Economiesuisse, la organización paraguas de las empresas suizas, habla de una distribución estable y justa de los ingresos durante décadas.

Ahora, sin embargo, la pandemia amenaza el frágil equilibrio. Para Flavia Fossati, esto hace que sea aún más importante defender este equilibrio.

“La clave para luchar contra la desigualdad es y sigue siendo un buen sistema de educación y un fuerte Estado de bienestar. Son los instrumentos más eficaces para evitar la segregación de un grupo que se queda atrás”.

Los grupos sociales más débiles participan menos

Los ciudadanos con un nivel inferior de educación e ingresos participan menos que la media en las elecciones. Lo demuestran las elecciones parlamentarias de 2015:

Participación total: 49%.

Ciudadanos con estudios primarios: 30%.

Ciudadanos con un ingreso familiar de hasta 4 000 francos: 40%.

Nota: No se dispone aún de las cifras correspondientes a las elecciones de 2019. Por otra parte, es extremadamente difícil desglosar la participación de un grupo social en las votaciones.

Fuente: Selects-Studie 2015, S. 6Enlace externo 

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