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Democracia suiza del otro lado del mundo

Escena histórica en el Parlamento australiano: el diputado Tim Wilson pide a su compañero que se case con él.
Escena histórica en el Parlamento australiano: el diputado Tim Wilson pide a su compañero que se case con él, durante el debate sobre el matrominio para todos. Getty Images

Después de años de controversia, el Parlamento australiano acaba de pronunciarse en favor del matrimonio para todos. Los electores del país le habían otorgado la prerrogativa durante una votación popular. Un éxito que alimenta la posibilidad de nuevas reformas.

Hacía mucho tiempo que el ánimo no era tan bueno en et Territorio de la Capital Australiana. Aquí, en el árido interior australiano, se formó en 1911 un enclave federal del Estado de Nueva Gales del Sur (NSW), de 2300 kilómetros cuadrados, bajo el modelo estadounidense.

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En 1913 Canberra se convirtió oficialmente en la capital de Australia. Aquí está la sede del Gobierno de este inmenso Estado federal cuya población es de apenas 25 millones de habitantes. Aquí también sesionan las dos cámaras del Parlamento nacional.

Hace poco, una escena inédita selló los debates en la Cámara de Representantes, la Cámara Baja del Parlamento australiano. El protagonista, Tim Wilson, diputado del gobernante Partido Liberal. En el orden del día, el matrimonio para las parejas del mismo sexo. De súbito, y rompiendo el protocolo, Wilson se dirige a las gradas, donde está su compañero. “Ryan Patrick Bolger, ¿quieres casarte conmigo?”, le pregunta frente a una atónita asamblea. Un “sí” inmediato resuena en las tribunas en lo que será sin duda la propuesta matrimonial “más política” de la historia.

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Un sistema complejo

La escena concluye con una salva de aplausos. Muchos parlamentarios no pueden contener las lágrimas. “Gracias, queridas conciudadanas y conciudadanos por este maravilloso regalo de Navidad”, comenta un parlamentario de la oposición laborista, en referencia al “sí” de los electores australianos al matrimonio para todos en votación popular.

El escrutinio, con carácter solamente consultivo y que se llevó a cabo por correspondencia, contó con la participación del 80% de los votantes. Más del 60% dieron su “sí” a esta modernización del derecho matrimonial.

En los últimos años, representantes de diversos partidos intentaron en múltiples ocasiones actualizar la ley australiana sobre el tema. Pero esas tentativas fracasaron debido a los obstáculos de la democracia australiana. El sistema de gobierno es una estructura interesante pero compleja.

Impulso suizo

“Los impulsos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Suiza han sido muy importantes”, afirma el politólogo Ron Levy, profesor de la prestigiosa Universidad Nacional de Australia en Canberra. A principios de diciembre, el catedrático participó en el evento ‘Democracia Directa en Australia y Suiza’, coorganizado por la Embajada de Suiza en Canberra.

Los padres fundadores de Australia, que se reunieron en 1891 para formar una Convención Constituyente en Sídney, se inspiraron en Estados Unidos para la creación de un Parlamento bicameral. El sistema parlamentario fue establecido bajo el modelo de Westminster. La soberana del Reino Unido reina aquí también.

El tercer gran impulso procedió de Suiza: se trata del referéndum obligatorio para cualquier enmienda constitucionale. Fue retomado en su totalidad, lo que significa que para que cualquier cambio en la Carta Magna entre en vigor, debe ser adoptado por doble mayoría, de los ciudadanos y de los estados.

Un inmigrante de Vaud

Pero, ¿cómo fue importado ese sistema de doble mayoría? Es algo que se le debe a cierto Henry A. Tardent, un suizo que emigró a Australia en la década de 1880. Hans-Urs Wili, responsable de la sección de derechos políticos en la Cancillería Federal de Berna, fue quien lo descubrió al seguir los pasos de Tardent en Suiza, que lo condujeron al pequeño poblado de Sépey, en el cantón de Vaud, su lugar de origen.

Los inicios de Tardent en Australia no fueron espectaculares. Poco a poco, el inmigrante suizo, un agricultor en sus primeros días, fue ascendiendo. Se convirtió en profesor de idiomas antes de ser nombrado secretario del Partido de los Trabajadores del estado de Queensland. La Convención Constituyente de Sídney le pidió entonces que tradujera y explicara la Constitución suiza. Tardent, sin duda, realizó su tarea con mucho empeño, ya que los padres de la Constitución australiana retomaron la idea del referéndum obligatorio para todas las modificaciones de su carta magna.

Y eso no fue todo: también introdujeron el sistema de la doble mayoría, ese mecanismo de equilibrio entre diferentes estados de diferente tamaño. Otro suizo, Heinrich Spoendlin, también jugó un papel central. Los dos hombres elogiaron a tal punto el sistema político de su país de origen que los australianos copiaron pasajes completos de la Constitución suiza en la elaboración de la suya. Heinrich Spoendlin no era una persona cualquiera, sino un descendiente directo del reformador suizo Ulrich Zwingli.

Voto obligatorio

Desde la fundación de su Estado, los australianos han tenido que votar 44 veces sobre alguna enmienda constitucional mediante referéndum. Ha leído correctamente: “han tenido” que hacerlo, porque en Australia el voto es obligatorio. Quien no acude a una mesa electoral, sin motivo válido, un día de escrutinio, recibe una multa de 40 dólares australianos (unos 30 francos).

Sin embargo, el sexto país más grande del mundo enfrenta grandes dificultades para modernizar su Constitución. En solamente 8 de las 44 votaciones se ha logrado la requerida doble mayoría.

Con respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo, no se trataba de una enmienda constitucional, sino de una reforma legislativa. “Debido al fracaso de todas las propuestas presentadas en los últimos 40 años, el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, decidió organizar una votación popular sobre la nueva ley del matrimonio”, explica el politólogo Ron Levy.

Los referéndums legislativos, sin embargo, tienen solamente carácter consultivo y, por lo tanto, no son vinculantes. “Pero para el Gobierno son un medio para salir de un impasse político”, destaca Levy. En el caso del matrimonio entre personas del mismo sexo, el cálculo político del primer ministro rindió frutos.

Porque, irónicamente, fueron precisamente las fuerzas dentro de la gobernante coalición burguesa, compuesta de liberales y conservadores, los que bloquearon repetidamente su introducción en los últimos años. “La votación popular deshizo ahora ese nudo”, subraya el politólogo.

Esperanza de nuevas reformas

“Espero que ahora podamos utilizar esta dinámica para impulsar otras reformas”, señala Sarah Heathcote, directora adjunta del Departamento de Derecho Internacional y Derecho Público de la Universidad Nacional de Australia.

Sarah Heathcote, quien también asistió al evento en Canberra, espera un reconocimiento constitucional de los aborígenes de Australia. Cerca de medio millón de australianos son indígenas que poblaron el continente mucho antes de la llegada de los primeros europeos en 1770.

Durante 200 años, los aborígenes fueron perseguidos y marginados sin piedad por inmigrantes blancos. Fue hasta 2008 cuando el Gobierno australiano presentó una disculpa oficial.

Sin embargo, debido a la doble mayoría necesaria para una enmienda constitucional, los partidos políticos hasta ahora no han podido encontrar un consenso aceptable para lograr el reconocimiento constitucional tan esperado.

“Gracias” a Suiza

Además, el intento frustrado de reemplazar la monarquía en 1999 por una república aún está profundamente arraigado en la mente de las personas. La propuesta no logró obtener el apoyo de la mayoría de los estados. Una gran mayoría de electores -y de parlamentarios- se habían pronunciado durante los sondeos en favor del fin de la monarquía.

“La reforma quedó enterrada para las próximas generaciones”, estima Levy. En Australia, a diferencia de Suiza, el pueblo no es soberano. Ese rol aún le pertenece a la reina, que reside en su distante Palacio de Buckingham. Y ello, con la amable ayuda de la doble mayoría “de origen suizo”. La reina Isabel mantiene aquí su reinado y no sabemos si lo ha agradecido a Suiza.

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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