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“Los relojeros sienten que les arrebatan su saber hacer”

Fábricas modernas y con alta tecnología, como la de Rolex en Biel: no tienen nada que ver con la imagen tradicional del relojero artesano por el que apostaban tantas marcas. Keystone

Para dar respuesta a una creciente demanda internacional, el sector relojero suizo ha industrializado sus procesos masivamente en las últimas dos décadas. Un fenómeno que resta valor al oficio del relojero, afirma el antropólogo Hervé Munz.

Cuando uno desea conocer las entrañas del discreto mundo de la relojería, en general acude a analistas financieros, historiadores o periodistas especializados. Sin embargo, de tanto en tanto, es un antropólogo quien ofrece respuestas a las incógnitas del sector tras haber realizado una profunda investigación sobre la “joya de la corona” que es hoy la industria suiza de los relojes.

Relojero, un oficio a dos velocidades
En Suiza, el oficio de relojero se aprende a través de un aprendizaje en empresas o en las aulas a tiempo completo. Tras cuatro años de capacitación, los alumnos reciben un Certificado Federal de Capacidad (CFC). Además de ensamblar, los relojeros deben ser capaces de fabricar, dar mantenimiento y reparar cualquier parte del movimiento de un reloj.

Desde hace unos años, las escuelas ofrecen cursos de dos años para obtener un certificado federal de formación en relojería (AFP). Esta formación profesional se desarrolló para satisfacer las crecientes necesidades de la industria, que dispone así de mano de obra rápidamente productiva y gente que no puede hacer un aprendizaje de cuatro años.

Para escribir ‘La transmission en jeu. Apprendre, pratiquer et patrimonialiser l’horlogerie’Enlace externo (La transmisión está en juego: Aprender, practicar y patrimonializar la relojería), su tesis doctoral, Hervé Munz entrevistó a 150 relojeros del arco del Jura a lo largo de cinco años.

Sus conclusiones son amargas para los relojeros cualificados: en abierta contradicción con la imagen de conocimiento y destrezas ancestrales que transmiten las principales marcas relojeras, el trabajo en este oficio está cada vez más segmentado y automatizado.

swissinfo.ch: La relojería suiza enfrenta desde hace dos o tres décadas una creciente automatización en la producción. Pero pocas marcas relojeras muestran con orgullo las máquinas y robots que utilizan. ¿Por qué existe este tabú?

Hevé Munz: Durante los últimos 30 años, las empresas relojeras suizas han conseguido reposicionarse con brío en el mercado de los relojes mecánicos porque han vendido la imagen del trabajo artesanal, del patrimonio que supone su conocimiento y de la tradición de su oficio. La explosión de la demanda, especialmente en Asia, ha llevado a muchas marcas de alta gama a fabricar relojes de ‘lujo accesible’. Un proceso de democratización que condujo, de forma inevitable, a la industrialización de la producción.

Le doy un ejemplo: en 1992, una célebre marca de alta gama en el Valle de Joux producía alrededor de 3 000 relojes al año; hoy produce 40 000. A las marcas no les gusta hablar de un fenómeno que contradice el discurso de la artesanía de lujo y de la unicidad de sus piezas.

swissinfo.ch: ¿Se engaña realmente a los clientes?

H.M.: No, son cada vez más numerosos los clientes –incluidos los de China– que son conscientes de lo que sucede y se sienten irrespetados como compradores de un producto que se vende como exclusivo. Y este problema se hace patente sobre todo cuando en los servicios postventa: muchas marcas han invertido masivamente en sus equipos de producción, pero se han olvidado de adaptar sus áreas de mantenimiento y reparación.

“La democratización de los relojes de lujo ha llevado a la industrialización de los procesos de producción”

swissinfo.ch: ¿Qué impacto tiene esta industrialización en el oficio tradicional del relojero?

H.M.: Debido al auge que viven los relojes mecánicos de lujo, el oficio del relojero ha ganado atractivo en los últimos años, especialmente entre los jóvenes. Las grandes marcas y las instituciones especializadas en la formación les han vendido una imagen de un oficio artesanal en donde cada gesto realizado vale oro. Así que muchos jóvenes relojeros se enfrentan a una realidad totalmente distinta y más de uno se siente defraudado.

swissinfo.ch: ¿A qué se refiere exactamente?

H.M.: Algunos relojeros tienen la impresión de que las competencias que adquirieron son cada vez menos útiles. Sienten que [la industrialización] les arrebata sus destrezas y conocimiento, porque su papel en la industria relojera es cada vez menos relevante. Por otra parte, con la llegada de nuevos materiales, como el silicio, los profesionales tampoco pueden retocar los componentes, solo se contentan con reemplazarlos en caso de avería.

Los relojeros independientes, sean creadores o reparadores, sienten amenazada su existencia. Se inquietan porque no tienen suficiente acceso a los suministros de materiales y a las piezas de repuesto debido a las políticas verticales que han orquestado los grandes grupos y empresas relojeras.

A lo largo de mi investigación conocí a muchos relojeros insatisfechos y desanimados por la situación que viven. Es común encontrar relojeros jóvenes que abandonan su oficio unos cuantos años después de haber obtenido su diploma.

Hervé Munz es investigador en antropología en la Universidad de Ginebra. Ha consagrado cinco años a analizar y comprender el oficio del relojero. DR

swissinfo.ch: Usted dice que la industria relojera vive una crisis de identidad. Pero este oficio aún goza de una gran estima por parte de la población, ¿no es así?

H.M. Sí, porque los relojeros tienen una gran presencia en los medios de comunicación. El lujo es sinónimo de antigüedad, de un pasado inmemorable y de personalización. Y el relojero se erige en las revistas como una figura emblemática y como ejemplo de autenticidad.

Una imagen que no concuerda con la evolución de la industria actual. Hace 25 años, por ejemplo, solo una pequeña casta de artesanos relojeros podía fabricar tourbillones (un complejo mecanismo que permite optimizar la precisión de los relojes mecánicos). Pero de 15 años a la fecha, el mercado se ha inundado con estos productos.

Con las nuevas técnicas de fabricación, las marcas han logrado industrializar la producción de relojes cada vez más sofisticados y complejos que, no obstante, siguen promoviendo comercialmente como piezas de excepción.

swissinfo.ch: Sin embargo, si observamos las estadísticas del convenio de la patronal del sector relojero, el personal no cualificado se reduce de forma inexorable mientras el volumen del personal cualificado aumenta. ¿Realmente hay motivo de alarma?

H.M.: Ciertamente, el nivel de cualificación ha aumentado oficialmente, pero las estadísticas no lo son todo. Hay que tomar estas cifras con pinzas si uno quiere comprender realmente la razón por la que los relojeros se inquietan por el futuro legado que dejará su oficio.

Cuando la relojería recobró el brío a principios de los 90, las empresas se enfrentaron a una escasez de mano de obra. Comenzaron pues a impartirse muchas capacitaciones de corto plazo para adultos, especialmente para quienes estaban en el paro.

Y desde 2009, estas formaciones de corto plazo ganaron importancia, como formación inicial [entre los jóvenes].

“Es imposible asegurar la transmisión de un conocimiento antiguo y perenne cuando se recorta el tiempo de formación”

swissinfo.ch: ¿Cuáles son las consecuencias para el empleo en el sector relojero?

H.M.: Observamos una redistribución progresiva de las competencias en la industria de alta gama. Por un lado, las empresas necesitan ingenieros altamente cualificados para poner en marcha procesos altamente complejos. Y por el otro, emplean a operadores poco cualificados para ejecutarlos.

Los relojeros con un diploma tipo CFC (ver recuadro) consideran que esta tendencia provoca una pérdida de cualificación. Y muchos profesionales del sector opinan que las capacitaciones de corto plazo provocan además una caída en los salarios.

swissinfo.ch: ¿Está en riesgo el oficio del relojero?

H.M.: No es útil mirar las cosas con catastrofismo. Pese a la automatización, el empleo no se ha reducido en la industria relojera durante los últimos 20 años, sino lo contrario. Y esto se debe sobre todo al hecho de que la relojería suiza se volvió, a lo largo de esas dos décadas, una industria que ha registrado un éxito sin precedentes.

Pero el problema puede evaluarse solo midiendo el número de empleos. Si queremos defender la excelencia relojera en Suiza y las habilidades a las que se asocia, pienso que tanto el sector público como el privado tienen que realizar mayores esfuerzos en materia de capacitación.

No es posible asegurar la transmisión de un conocimiento antiguo y perenne cuando se recortan los tiempos de la capacitación de los relojeros. En el largo plazo, esto podría comprometer la calidad de los servicios postventa.

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