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En busca de empleo para cónyuges extranjeros

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La vida es agradable, pero poco gratificante para muchos consortes de personas que vienen a trabajar a Suiza. Aquellos que quieren laborar necesitan paciencia y una red de conocidos. Sin embargo, en un país que depende de la mano de obra extranjera bien calificada, se cuenta con un apoyo cada vez mayor, si se tienen los recursos para pagarlo.

Un miércoles de abril por la tarde, el Jardín de las Rosas de Berna es un lugar de encuentro popular. Los niños juegan en los columpios, los adolescentes se relajan a la vista del casco antiguo de la capital, y el camarero distribuye solícito capuchinos entre los clientes que chatean mientras toman el sol desde la terraza del restaurante.

“Siento que debería hacer algo”, dice Kristina Held, estadounidense de 27 años, mudada a Berna, con su marido, hace nueve meses. Él es contador y labora en la empresa multinacional de Internet eBay. Ella tiene una maestría en Lengua y Literatura Inglesa y pospuso su carrera en el área de la publicación para seguirlo a Suiza.

Sentado a su lado, Richard Davis, británico de 48 años, asienta con la cabeza. Él y su esposa se encuentran entre los 250 extranjeros que fueron reubicados en 2013 en Burgdorf, un pueblo cerca de Berna, por la empresa estadounidense de tecnología 3M. Ahora su mujer es el sostén de la familia y Davis emplea su habilidad para el ensamblaje de los muebles de IKEA. Los esposos o esposas acompañantes han desarrollado una red social, dice, pero “aquellos de nosotros que hemos trabajado (en el pasado) sentimos el deseo de recomenzar”.

Pareja feliz, hogar feliz

Asegurarse de que las familias de los empleados estén felices es crucial para una empresa que “importa” extranjeros, dice Sabine Binelli, quien supervisa los Centros Profesionales para Cónyuges de Basilea y Zúrich. La compañía fue fundada en 2001 como un proyecto piloto tras una ola de retornos de empleados que Novartis, el gigante farmacéutico, había hecho venir a Basilea.

“Novartis estaba realmente sorprendido y no tenían ni idea de lo que sucedía”, dice Binelli. Las entrevistas con las personas que partieron indicaron que el regreso no obedecía “a la infelicidad de los empleados. Se integraron muy rápidamente. Tenían los mismos puestos, la misma gente alrededor”. Pero sus familias, y en particular sus consortes no podían integrarse, como detectó la empresa.   

Para hacer frente a ese problema, empresas y organizaciones empresariales desarrollan programas de apoyo. Meet & Greet, responsable de la Agencia de Desarrollo Económico de Solothurn, ofrece visitas mensuales a las zonas de las empresas y atracciones culturales que ayudan a los empleados reubicados y a sus parejas a construir una red de contactos.

Scintilla AG, una filial con sede en Solothurn de la fábrica de herramientas eléctricas Bosch, ofrece a los consortes de sus empleadas 3.000 euros (3.700 francos) por año para educación continua, cursos de idiomas, orientación profesional, y otras formas de desarrollo personal.

“A veces les digo: ¿Saben?, es su oportunidad de hacer algo para ustedes mismos”, anota Andrea Rieger, gerente de recursos humanos en Scintilla. “Estamos pagando por ello, porque queremos que sea una experiencia positiva para toda la familia”.

Ayuda en la búsqueda de empleo

Cuatro meses de asesoramiento laboral en el Centro Profesional para Cónyuges de Basilea cuesta alrededor 10.000 francos. No es tanto, asegura Binelli, si consideramos lo mucho que una empresa gasta para reubicar empleados. “Si contratan a personas a escala internacional por lo general tienen que pagar a los cazadores de talentos, el servicio de traslado, la vivienda y la escolaridad. Así es que el apoyo a la integración es realmente clave. Es una parte esencial de todo el paquete, pero el precio es bastante modesto”.

¿Cómo funciona exactamente la ayuda de los consejeros? Diana Ritchie, propietaria del Centro Profesional para Cónyuges en la Suiza de expresión francesa, señala que quienes buscan empleo tienen que trabajar mucho para llegar a conocerse a sí mismos”. Les pregunta: ¿Qué tipo de trabajo hacía antes de venir? ¿Qué querría hacer? ¿Habla francés e inglés? ¿Querría comenzar con un trabajo voluntario?

“Saber quién eres, qué tienes que ofrecer, y quién está interesado en eso son realmente los tres componentes básicos para tener éxito en la búsqueda de empleo”, subraya Ritchie.

Una de las personas con las que trabaja su equipo es Lucía Della Torre, abogada italiana especializada en leyes de inmigración y asilo. Llegó a Lausana en septiembre, después de que su marido, un científico en materiales, aceptara un puesto en la Escuela Politécnica Federal de Lausana.

Della Torre habla inglés, italiano y español y consiguió dos cargos en su campo, no remunerados, uno en Lausana y otro en Ginebra. Perfecciona su francés al tomar parte en investigaciones y al hacer contactos. “Me pagan con la experiencia que me otorgan”, sostiene.

Sin embargo, considera el trabajo voluntario como una etapa y no un fin en sí mismo. Recibir un pago por su trabajo es importante para ella “porque creo que podría ofrecer un trabajo de calidad y creo que eso debería ser recompensado”.

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Sentar bases

Richard Davis trabaja también con un consejero profesional costeado por 3M. Su primera tarea fue actualizar su currículum vítae. “Debido a que laboré para una misma empresa durante mucho tiempo, no tengo realmente un currículum como para solicitar un empleo en Suiza. Fue muy práctico desempeñarme en diversos puestos en IBM, pero mis funciones eran muy específicas”.

Ahora Davis elabora una carta de presentación y reúne todos los documentos necesarios para una candidatura.

Kristina Held no cuenta con una empresa que la ayude. Busca empleo por Internet, hace algunos trabajos como freelance para revistas en  EE.UU. y – al igual que muchas mujeres anglófonas que se mudan a Suiza- considera la posibilidad de obtener un certificado para la enseñanza del inglés como lengua extranjera.

Para no perder práctica en la escritura lleva un blog. “Eso me mantiene concentrada y creativa, además de que tengo algo qué hacer por las mañanas”. Sin embargo, con frecuencia, al llegar las cuatro de la tarde se pregunta “¿Qué he hecho en todo el día?”

Expectativas

El sentimiento de insatisfacción es un tema común para muchos extranjeros que vienen a Suiza desde países donde las personas se definen por sus puestos de trabajo.

“Realmente me gustaría ser capaz de hacer algo con mi vida, aparte de estar en casa”, dice Della Torre.

Para Davis, uno de los pocos cónyuges masculinos entre las parejas de empleados reubicados por 3M, quedarse en casa es una nueva experiencia. Después de medio año, la vida se ha vuelto rutinaria.  “Puedo ocupar mi día”, dice. “Solamente que al final sentiré que nada de lo hecho me enriqueció”.

Traducción del inglés, Marcela Águila Rubín

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