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¿Son una amenaza para el sector relojero suizo?

Samsung presentó en septiembre su Galaxy Gear. Apple lanzará su iWatch en 2014. Keystone

En los años 1970, los relojes de cuarzo japoneses llevaron a la relojería helvética al borde de la ruina. Cuarenta años después, la salida al mercado de los relojes inteligentes de Samsung, Sony o Apple no asusta al sector. Los ‘smartwatches’ preocupan más a los analistas.

Motivados por el éxito extraordinario de los teléfonos inteligentes, los consorcios tecnológicos estrenan ahora los smartwatches. En septiembre, Samsung (Galaxy Gear) y Sony (Smartwatch 2) lanzaban su nuevo reloj que se conecta a Internet. Apple presentará el codiciado iWatch el próximo año y, según el Wall Street Journal, Google está a punto de comenzar la producción de su propio reloj inteligente.

Se estima que el mercado de estos nuevos productos moverá entre 5.000 y 14.000 millones de francos al año. “El sector relojero suizo no está en peligro. Los smartwatches no van a reemplazar a los relojes suizos, sino que son complementarios. Los consumidores están acostumbrados a lucir varios relojes a lo largo del día, en función de sus actividades”, manifiesta a swissinfo.ch Jean-Daniel Pasche, presidente de la Federación de la Industria Relojera Suiza.

El jefe del Grupo Swatch, líder mundial del sector, Nick Hayek también está tranquilo: “Desde que existen los smartphones, los iPads y los ipods, hemos vendido incluso más relojes mecánicos. Esto demuestra que el consumidor da más prioridad a las emociones que a la precisión”, declaraba hace poco al Frankfurter Allgemeine. En la misma entrevista, Nick Hayek aseguraba tener “buenos contactos” con Apple y puntualizaba: “No existe, no obstante, una colaboración concreta”.

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¿Swatch rechaza a Apple?

Según Grégory Pons, periodista independiente, el Grupo Swatch, “seguro de sí mismo y de su dominio a ultranza”, sencillamente rechazó a Apple. “Es un error estratégico fundamental cuyo precio la industria suiza terminará pagando de una manera u otra”, indica a swissinfo.ch. La agencia de prensa Bloomberg no duda de que los relojes conectados constituyen un peligro similar al de los relojes de cuarzo asiáticos en la década de 1970.

En aquella época, los suizos subestimaron la competencia japonesa que provocó una de las crisis más graves en la historia de la relojería. La producción de modelos baratos, los relojes Swatch, primero, y el prodigioso apogeo del mercado de los relojes de lujo luego, consiguieron relanzar el sector.

Los analistas coinciden en que hoy, el Grupo Swatch es la única empresa en Suiza que dispone de herramientas tecnológicas e industriales para competir con los gigantes Apple o Samsung. Los dirigentes del grupo Swatch, sin embargo, consideran que los smartwatches son un fenómeno de moda efímero, subraya François Courvoiser, profesor de la Escuela Universitaria del Arco Jurasiano. “Si los relojeros suizos hubieran querido subirse al tren del smartphone, habrían tenido que hacerlo hace varios años. No sería prudente sacar ahora al mercado simples imitaciones”, sentencia.

Los primeros relojes inteligentes aparecieron al inicio de los años 1980. Eran muy simples e incluían funciones como una calculadora o una memorización limitada de informaciones (por ejemplo de números de teléfono). En la década de 1990, Microsoft coprodujo un reloj capaz de transferir datos informáticos desde un ordenador.

En 1999, Samsung sacó al mercado el primer reloj conectado a Internet. Costaba 700 dólares (656 francos suizos) y su batería duraba 90 minutos y 60 horas en modo de espera. El mercado de los relojes inteligentes comenzó a desarrollarse solamente diez años después.

Los smartwatches, maridaje de tecnología móvil y diseño, pueden convertirse en los nuevos iconos de la moda. “La alta tecnología se extiende, se exhibe y ya no es una exclusividad de los aficionados. Las grandes sociedades tecnológicas, como Google y sus gafas inteligentes, multiplican esfuerzos para eliminar la estigmatización que sufrieron este tipo de productos durante mucho tiempo”, explica a swissinfo.ch Amanda Prorok, colaboradora del swissnex de San Francisco.

El tamaño pequeño de la pantalla y la escasa duración de las baterías representan aún uno de los principales obstáculos para la difusión a gran escala de los relojes inteligentes. “Un reloj conectado cuya duración es inferior a un día no satisface la función de utilidad. Pero se han invertido sumas considerables en ese campo y la tecnología avanza a pasos de gigante”, agrega Amanda Prorok.

Fuente: rtsinfo.ch/swissinfo.ch

“Guerra por la muñeca”

Según un sondeo de la auditoría Deloite, dos tercios de los dirigentes de las empresas helvéticas del sector piensan que los relojes inteligentes no constituyen una amenazan para su negocio. François Courvoisier está convencido de que el reloj mecánico de fabricación suiza se mantendrá en el futuro como un objeto de estatus social y patrimonio, incluso como valor refugio, al igual que algunas obras de arte. Aun así, destaca que “la base industrial de la relojería suiza es frágil, ya que fabrica cada vez menos relojes y piezas cada vez más caras. Y las empresas helvéticas comienzan a perder la producción en masa”.

El fenómeno preocupa a Grégory Pons. El periodista vaticina que las ventas de relojes suizos caerán de 30 a 15 millones en los próximos diez años. “Y las marcas de gama baja y media, que en su mayoría están en manos del Grupo Swatch, son las que se tambalearán. ¿Por qué el consumidor va a comprarse un Tissot o un Swatch que solo le da la hora, cuando por el mismo precio, o sea unos cientos de francos, tiene un reloj divertido con el que puede conectarse al mundo entero?”

Pons afirma que se está librando una auténtica “guerra por la muñeca”. “Los consumidores no llevarán un smartwatch en una muñeca y un reloj tradicional en la otra. El reloj suizo será solo una víctima colateral de esta batalla que libran los gigantes de la electrónica”.

Un producto que suscita emociones

Grégory Pons está absolutamente seguro de que el reloj inteligente se volverá en el futuro tan imprescindible como los smartphones. “La muñeca es un lugar mágico e ideal para lucir una pieza. Pero es también por donde pasan todos los fluidos vitales: donde podemos medir la presión arterial, la tasa de colesterol, la tasa de oxigenación, etc.”.

Estas previsiones un tanto alarmistas no parecen asustar a Jean-Daniel Pasche: “El consumidor no compra un reloj suizo simplemente para ver la hora, sino porque es un producto hermoso que suscita emociones, que vehicula un saber hacer”. A diferencia del tradicional, el reloj inteligente no cumplirá una función de estatus social, porque está predestinado a convertirse rápidamente en una banalidad, sostienen muchos expertos.

Ernst Thomke, uno de los padres del reloj Swatch, lo dice sin rodeos en una entrevista concedida al diario ginebrino Le Temps: “En Suiza, preferimos concentrarnos en los relojes onerosos, por no decir inaccesibles para el común de los mortales, que todo el mundo quiere y que nadie necesita fundamentalmente. (…)[Pero] mientras haya personas con la necesidad de tener un Mercedes o un Porsche y un reloj de lujo en la muñeca para sentirse superiores, las perspectivas seguirán siendo de color de rosa”.

“Cuando los consumidores compran un reloj, no buscan necesariamente una antigüedad: tenemos un lugar que conquistar en la muñeca de todas las personas que miran la hora en su teléfono móvil”. Es el credo de Arny Kapshitzer, fundador y director de Hyetis, la empresa emergente ginebrina que lanzará a principios de 2014 Crossbow, “el primer reloj suizo conectado”.

La casi totalidad de las 500 piezas de la primera serie que sale al mercado ya tiene comprador. Las ambiciones de Hyetis son altas: quiere conquistar el 1% del mercado mundial y facturar varias decenas de millones de francos en 2014. Crossbow, cuyo precio ronda los 1.500 dólares, se dirige a una clientela internacional y pudiente.

Provisto con un movimiento automático Swiss Made, tiene la misión principal de dar la hora, “a diferencia de los gigantes de la electrónica que venden ordenadores de pulsera” sostiene Arny Kapshitzer. Pero Crossbow contiene también una telecámara y sensores biométricos. “Se podrán desarrollar otras aplicaciones en función de las necesidades de los clientes, precisa el director de Hyetis.

Inicialmente destinado a marcas relojeras suizas, el proyecto ha cosechado un “rechazo total” por parte de estas empresas, indica Arny Kapshitzer, quien decidió embarcarse en esta aventura con un inversor ginebrino. “La relojería suiza es una Bella Durmiente. Ha decidido mantenerse al margen del mercado de los relojes inteligentes, lo cual es una apuesta muy peligrosa”.

Fuente: swissinfo.ch

(Traducción del francés: Belén Couceiro)

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