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El Instituto Confucio crea debate en Suiza

El Instituto que lleva el nombre del pensador chino, a orillas del Lago de Ginebra. tsr.ch

Comparables con la red cultural de la Alianza Francesa, los Institutos Confucio brotan como hongos en Suiza. Después del abierto en Ginebra, otros dos surgirán en Basilea y Zúrich.

Algunos medios de comunicación alimentan dudas sobre la independencia de estos establecimientos.

“Confucio se ha instalado oficialmente junto a ‘Calvino’”, escribía la prensa suiza-francófona refiriéndose a los primeros cursos de mandarín ofrecidos por el Instituto Confucio en el seno de la Universidad de Ginebra. China proyecta abrir otros sitios culturales de vanguardia similares, entre ellos en Zúrich, durante el otoño, y en Basilea en el 2013.

Esos institutos se suman así a organizaciones tales como la Alianza Francesa, los Institutos Goethe, la Sociedad Dante Alighieri, los Institutos Cervantes, Camões o el British Council, instalados en las ciudades suizas desde hace mucho tiempo.

Tratándose de una superpotencia como China -tan empeñada en acrecentar su influencia económica y política-, no deja de ser sobreentendido que también quiera mejorar su proyección cultural.

Este tipo de centros culturales son habitualmente independientes, sin nexos con las instituciones nacionales. Pero los Institutos Confucio no lo son, y eso ha suscitado en Suiza críticas de una parte del cuerpo docente, de las autoridades correspondientes y de los medios de comunicación.

Los Institutos Confucio suelen funcionar en los países anfitriones como asociados de universidades locales, explica el director del instituto ginebrino Basile Zimmermann. “A diferencia de la Alianza Francesa, por ejemplo”. Si a ello agregamos la diversidad temática de unos 300 Institutos Confucio presentes en el mundo entero, provoca malentendidos.

¿Pero a qué obedece el crear lazos con la universidad? “Desde el punto de vista chino, la cultura y el idioma pertenecen al ámbito de la ciencia, responde Ling Sun, encargado de la formación en la Embajada de China en Berna. Las universidades ofrecen la ventaja de ser lugares donde se investiga”. Porque los Institutos Confucio no son sólo escuelas de idiomas.

Del wok a la ciencia

Ivana Vrbica, directora de la enseñanza superior ginebrina, confirma la vasta gama de actividades propuestas por los Institutos Confucio. “Cada uno de los 300 institutos evoluciona de manera algo distinta. Algunos casi hacen de oficinas de consulados, es decir de instituciones gubernamentales. Otros, los que están por ejemplo en Estados Unidos, enseñan la cocina china.”

El Instituto ginebrino también se denomina “Confucio”, pero el programa es gestionado por la Universidad en asociación con la Universidad Ren-min de Pekín. Los locales han sido puestos a disposición por la Universidad en una propiedad perteneciente al cantón: la mansión Rive-Belle a orillas del Lago Léman.

¿Libertad académica contra el Politburo?

¿Pero por qué se alteran los medios? Algunos de los artículos (entre ellos el de La Tribune de Genève) hablan de “miedo a una eventual censura”,  temores que en general no se tiene cuando atañe a instituciones similares de otros países.

Tal crítica ha sido igualmente expresada en Zúrich o en Alemania. Así, el rotativo zuriqués NZZ y los alemanes Allgemine Zeitung o Die Zeit usan frases como “vehículo de propaganda de la República Popular”; “chanchullo con China” , o “China en nuestras puertas”.

A juicio de Ling Sung se trata de prejuicios contra China. “Ese tipo de instituciones existen en numerosos países desde hace veinte o treinta años sin que nadie las haya criticado”.

Ivana Vrbica señala a su vez que en reiteradas ocasiones se le preguntó si la Universidad de Ginebra podía invitar, por ejemplo, a opositores chinos o al Dalai Lama. Su respuesta fue siempre la misma: “Sí, por supuesto. La universidad suiza está sujeta a la legislación suiza. Y en Ginebra, la ley sobre la libertad académica es bastante clara”.

Derecho de veto recíproco

Ivana Vrbica ignora si los temores de la prensa sean atribuibles a malas experiencias hechas con otros Institutos Confucio.

“El contrato incluye una cláusula cuyo tenor establece que la justicia ginebrina es quien decide en caso de conflicto”, indica Basile Zimmermann. Los malentendidos en la prensa surgen, a su juicio, porque el Instituto Confucio es el resultado de una asociación.

Suiza rezagada

“El Instituto Confucio es un complemento de la oferta existente en sinología, y es hecha por la Universidad de manera independiente, añade Basile Zimmermann. Si uno de los dos asociados no quiere participar en un proyecto, se lo descarta. Al igual que nosotros, los chinos también tienen derecho de veto”.

En Europa ya hay decenas de Institutos Confucio. El recientemente inaugurado en Ginebra es el primero en Suiza. ¿Por qué tan tarde? “Los suizos son prudentes y no quieren que nadie influya en ellos, declara Ling Sung. Todo debe ser arreglado minuciosamente antes de lanzarse”.

El presupuesto inicial suma 200.000 francos cuya mitad asume China.

A ello se añade el cargo de profesor pagado por la Universidad Popular de Pekín.

Suiza pone a disposición la prestigiosa mansión Rive-Belle, a orillas del lago, valorada en unos 20 millones de francos, aunque no está en venta.

Mientras Confucio estuvo vivo, China pasó por una época marcada por conflictos permanentes entre las diferentes regiones.

Su enseñanza se concentraba en la organización de la sociedad con una parte importante para la oposición, la vida cotidiana, la jerarquía, la edad, el sexo, el rango, la lealtad, la integridad y la importancia de los deberes morales.

Pero no era la única protagonista de la sabiduría, porque en China ya existía el taoísmo y el budismo comenzaba a extenderse.

Casi un siglo después de la muerte de Confucio, sus preceptos han sido adoptados oficialmente por el Imperio hasta la Revolución a principios del siglo 20.

Los malentendidos en torno a Confucio, nacido en el 551 antes de Jesucristo, no son nuevos. Este predicador de la virtud y la moral encarnaba para Mao Tse Tung una China retrógrada que obstaculizaba a la revolución mundial.

El propio Sun Yat Sen, fundador de la república china a principios del siglo 20 consideraba que Confucio había contribuido a la esclavitud de los pobres bajo el imperio. Por eso los chinos progresistas eran en otro tiempo anticonfucioanos.

Después de algunos años cambió todo y Confucio está presente, según la NZZ am Sonntag, como un embajador de China incluyendo con el actual Partido Comunista.

Traducción: Juan Espinoza

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