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El negocio del sexo va viento en popa

De la ex Unión Soviética ingresan muchas mujeres al mercado del sexo. Keystone

La explosión del mercado sexual produce al año ganancias por cerca de 3 mil 500 millones de francos.

Se estima que unas 11.500 mujeres están involucradas en el comercio sexual helvético.

En Suiza la prostitución es una actividad legal, siempre y cuando sea realizada por un nacional o por una persona con permiso de residencia permanente en el país, y con la exigencia de que sea declarada la actividad ante las autoridades.

En este cuadro legal se sobreentiende que el o la trabajadora sexual realizará su oferta de trabajo por decisión propia, sin presión de terceros.

En la práctica los casos en el terreno del derecho son los menos, si se comparan con aquellos que se realizan bajo la batuta de proxenetas (mujeres y hombres) que comercian con el cuerpo de los demás, aprovechándose de la fragilidad de una situación clandestina.

Turistas

Por ello se entiende que más de la mitad de las 11.500 trabajadoras sexuales en Suiza, según apreciaciones de la Oficina Federal de Policía, se encuentren en el país de forma ilegal.

Un tercio de estas cerca de 6.300 indocumentadas han entrado a Suiza como turistas, por lo incurren en la ilegalidad automáticamente al realizar actividades de prostitución.

Ante este marco, son las primeras en ser señaladas como “delincuentes”, sin mirar más a fondo y descubrir que en muchos casos, tras ellas se encuentran los que se aprovechan con más de la mitad o con toda la ganancia de estas víctimas de la explotación sexual.

Autobuses turísticos traen a decenas de mujeres del este europeo a puntos específicos del país para ofrecer sus servicios sexuales.

Ellas adeudarán a sus “comerciantes” hasta 20 mil francos suizos para poder llegar a Suiza o a algún país vecino.

Un fenómeno creciente

Tras la caída del Muro de Berlín, el tráfico de mujeres en el sector sexual aumentó drásticamente.

La explosión del mercado sexual produce al año ganancias por cerca de 3 mil 500 millones de francos, según se indica en el capítulo 2 del nuevo folleto ‘Engañada y vendida’ del Centro de Información para Mujeres de África, Asia, América Latina y Europa del Este (FIZ).

Una vez bajo el control de los traficantes, las víctimas son obligadas a trabajar como esclavas sexuales.

El miedo y las condiciones estructurales les impiden llegar a denunciar a los responsables del tráfico humano.

Pero los números no engañan. En la capital del comercio sexual en Suiza, Zúrich, se compara que en 1980 las estadísticas registraban a 165 extranjeras en la prostitución, mientras que en el 2002 su número ascendía a 1.500.

Y las cifras inoficiales aparecidas en medios de comunicación y mencionadas por las organizaciones de lucha contra la explotación sexual advierten que en Zúrich se encuentran más de 5 mil trabajadores del sexo en salones de masaje, cabarets, burdeles y en las calles de las zonas rojas.

Europa Occidental se une en busca de soluciones

La Confederación Helvética ve crecer en sus ciudades la oferta sexual y sabe que sola no podrá combatir el flagelo, que tiene ramificaciones internacionales.

Es por ello que Suiza está activa en los foros internacionales como Naciones Unidas, la Organización Internacional para las Migraciones y la Organización Internacional del Trabajo para proteger los derechos fundamentales de las víctimas del tráfico de seres humanos.

También participó en la elaboración de la Recomendación del Consejo de Europa relativa a la trata de mujeres y la prostitución forzada en los Estados miembros, de 1997.

Pero todos esos esfuerzos no tienen mucho sentido, si dentro de la sociedad de cada uno de los países europeos se sigue viendo a la mujer inmersa en el trabajo sexual como a un ser de menos categoría, a quien se puede explotar.

Para cambiar ese concepto se requiere un profundo trabajo de sensibilización en los hombres, principales clientes del comercio sexual y quienes marcan las pautas de la demanda en el terreno de la prostitución.

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swissinfo, Patricia Islas Züttel

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