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El bitcóin vence 10 años de batallas

Bitcoin ATM
La oferta de bitcoines es cada vez más amplia y el acceso a esta divisa digital se torna más sencillo. © KEYSTONE / ALEXANDRA WEY

Hace una década, un misterioso personaje escondido tras el seudónimo Satoshi Nakamoto dio vida al bitcóin a través del hoy célebre Libro Blanco. Desde entonces, la criptodivisa ha tenido altos y bajos: ha sido objeto de robos y fraudes espectaculares, ha generado imitaciones y creado nuevas formas de financiar las empresas. Una industria que Suiza recibió con entusiasmo.

Buena parte de las más de 600 empresas emergentes dedicadas a la cadena de bloques que operan actualmente en el ‘Valle Criptográfico’ suizo han nacido gracias al bitcóin, catalizador de una industria que detonó toda una red de innovación.

Pese a sus innegables avances, el bitcóin sigue siendo un enigma. El valor que posee ante la sociedad es casi tan difícil de precisar como su valor de conversión frente al dólar, siempre cambiante. El primer bitcóin apareció en enero del 2009 y se usó por primera vez en 2010: unas pizzas fueron pagadas con 10 000 bitcoines. En diciembre de 2017, esos mismos 10 000 bitcoines valían 200 millones de dólares. Hoy, tras un intenso ajuste, equivalen a 65 millones de dólares.

50 principales firmas de cadena de bloques en Suiza
Las 50 principales empresas de cadena de bloques dentro de las 600 que existen en Suiza, según CVVC/PwC. swissinfo.ch

La volatilidad característica de los bitcoines los hace un método poco fiable para comprar pizzas y otros bienes. Pero como inversión, esta criptomoneda ha hecho a muchos multimillonarios y a otros les ha arrebatado hasta la camisa.

Sin embargo, pese a sus múltiples enemigos, que auguran su desaparición, el bitcóin sigue vivo. Y esto podría explicarse en gran medida al entusiasmo que genera la filosofía que está detrás de esta moneda digital: permite a la gente transferir activos digitales directamente, sin pasar por terceros, como los bancos.

Adopción de las grandes firmas

El bitcoin emplea la cadena de bloques -una forma de tecnología de registro distribuido (DLT en inglés)- para realizar el trabajo de contabilidad y auditoría que tradicionalmente realizan las instituciones de crédito. La tarea de equilibrar los libros contables está descentralizada entre los participantes en la cadena de bloques, lo que permite a todos los involucrados enterarse de la información y aprobar los movimientos en un libro de transacciones.

Cada vez más gigantes empresariales suscriben este principio. La eliminación de intermediarios reduce los problemas y, sobre todo, incrementa las ganancias. Los grupos empresariales pueden ver las transacciones íntegras y a tiempo real de forma permanente, lo que supone mayor transparencia en las transacciones e impide los fraudes.

Pero, para la consternación de los defensores férreos del bitcóin, grandes firmas como Nestlé, UBS o Mercuria están optando por desarrollar sus propios trajes a la medida. Desarrollan sistemas que eliminan los flancos vulnerables y problemáticos de la cadena de bloques actual, creando soluciones personalizadas con base en el sistema DLT.

La pregunta obligada es pues, si es posible obtener todas las bondades de esta tecnología sin usar forzosamente los bitcoines, ¿por qué sobrevive esta criptodivisa? Todo parece indicar que la autonomía, autodeterminación y el libre albedrío que permite ejercer a sus usuarios la ha mantenido vigente.

Espíritu descentralizado

Aquellas empresas que venden fichas criptográficas basadas en la cadena de bloques y que garantizan el acceso a sus libros contables, no solo aumentan sus ganancias, sino que también tienen mayor control sobre su empresa. Esto ha hecho que un creciente número de emprendedores se lance a obtener capital directamente del público, gracias a la emisión de fichas criptográficas, evitando con ello entregar el control de su empresa a inversores tradicionales en capital de riesgo.

Esto es posible gracias a las llamadas Ofertas Iniciales de Moneda (ICO en inglés) que, no obstante, han sido agriamente criticadas por generar más fracasos que éxitos y por abrir espacio para la materialización de fraudes, afectado de paso los intereses de las inversiones públicas. Pese a ello, la llamada “economía de las fichas criptográficas” es cada vez más común y gana respeto en el mundo empresarial. Tanto, que crece el número de empresas cuyos giros de actividad no tienen relación alguna con la tecnología de cadena de bloques, pero que también están apostando a financiarse vía una ICO.

Las ICO son equivalentes a las Ofertas Públicas de Venta (OPV), que permiten que una firma deje de ser privada para convertirse en una empresa pública través de la venta de una parte de sus acciones. Sin embargo, en una ICO el comprador adquiere algo intangible, un fragmento de una idea o proyecto, no acciones. Y la empresa en la que confía puede materializarse o no. Las ICO ganan adeptos porque no son reguladas por el mercado de valores ni por ninguna otra autoridad, lo que permite a las empresas emergentes financiarse rápidamente, característica que también es tierra fértil para los fraudes.

Hasta ahora, el génesis de la economía de las fichas criptográficas ha sido el bitcóin. Pero incluso sus más férreos defensores admiten que aún tiene problemas técnicos fundamentales que debe resolver para ser adoptado por completo en el espectro empresarial. Deficiencias que, no obstante, no le han impedido expandirse. El sitio obituariesEnlace externo da cuenta del número de veces que esta criptomoneda ha sido dada por muerta en los medios de comunicación internacionales (315 ocasiones hasta ahora). Y la única realidad es que el bitcóin está lejos de extinguirse porque el espíritu que le dio vida se rehúsa a morir.

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Traducción del inglés: Andrea Ornelas

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