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“Quedémonos en casa”. ¿Y el que no tiene hogar?

Un dormitorio de emergencia con literas y efectos personales sobre la cama
El aumento de las normas de higiene y de distancia entre personas pueden poner en dificultad a los centros de acogida (imagen de archivo). Keystone

En estos días en los que para hacer frente a la epidemia del COVID-19 se recomienda a todo el mundo quedarse en casa, ¿qué pasa con aquellos que (ya) no la tienen? En Tesino, el cantón más afectado por la crisis sanitaria, el único centro de acogida que ofrece alojamiento dispone todavía de algunas camas, a pesar de tener que trabajar con una enorme precaución. Pero en las grandes ciudades la situación es diferente: Ginebra, para alojar a las personas sin hogar, ha recurrido a un antiguo cuartel. Mientras tanto, algunos comedores sociales han vuelto a abrir sus puertas con comida para llevar.

Ahora se sabe que incluso en un país rico y con servicios sociales que funcionan existen personas que no tienen un lugar donde dormir. La Casa Astra Enlace externoacoge temporalmente, entre otro tipo de personas, a mujeres con niños, a jóvenes distanciados de sus familias, a repatriados del extranjero que ya no tienen hogar y a otras personas en dificultad que, por razones diversas, no se hacen cargo de ellos en otros servicios.

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Sin embargo, por lo que se refiere a esta emergencia sanitaria, no se ha producido un aumento de las solicitudes. El pasado lunes por la mañana el responsable de la casa de acogida, Donato Di Blasi, declaraba a tvsvizzera.it: “Esperaba algunas solicitudes más. Pero entre amigos, familiares o de otro modo, todos han conseguido arreglárselas de alguna manera. Creo que todo el mundo está algo asustado y me imagino que antes de entrar en una casa de acogida con personas desconocidas te lo piensas dos veces”.

Efecto virus

¿Significa esto que, en un momento de crisis, quien no tiene a dónde ir encuentra más solidaridad de lo habitual? “Creo que sí. Por ejemplo, de vez en cuando hacemos un seguimiento de las personas que han sido desahuciadas; pero imagino que ahora se han aplazado los desalojos. Otras personas que se habían distanciado de la familia, como los separados, probablemente se lo han vuelto a pensar. Creo que todo el mundo, en estos momentos, está de algún modo revisando cuáles son las prioridades de sus vidas”.

Costruzione a due piani con insegna Osteria del ponte e tavolini e sedie davanti
La Casa Astra se encuentra en una antigua taberna con alojamiento. RSI-SWI

Desde que entraron en vigor las medidasEnlace externo para combatir la propagación del coronavirus, la vida en la Casa Astra no es la misma. Durante unos días se suspendió también la entrada de nuevas personas. “Fue para ver que no teníamos contagios internamente”, explica Di Blasi.

“Durante dos semanas nos hemos estado tomando la temperatura dos veces al día y hemos puesto en práctica las medidas de higiene prescritas y la desinfección de manos, mesas, tiradores y picaportes; estamos en contacto con los servicios de atención domiciliaria de la región y, en caso de que hubiera algún problema, tenemos habitaciones individuales libres” para un eventual aislamiento.

Mientras tanto, el personal se ha reducido al mínimo y siempre se mantiene la distancia entre personas en las áreas comunes, por ejemplo, utilizando un mayor número de mesas para las comidas. El terreno alrededor de la casa y el huerto permiten a los huéspedes pasar algún tiempo al aire libre, pero se han suspendido las visitas de voluntarios y lo mismo vale para otras actividadesEnlace externo y proyectos del centro de acogida.

Ningún expatriado

A veces llaman a la puerta de la Casa Astra algunos jóvenes extranjeros que han venido a Suiza en busca de fortuna y que no tienen dinero para volver a casa. ¿Hay ahora alguien que se haya visto atrapado en esta situación de emergencia? “No”, responde Di Blasi. “Hubo alguna solicitud de Lombardía, pero creo que más por miedo, alguna persona que en un momento dado intentaba escapar, pero las fronteras ya estaban controladas”.

Vista desde lo alto de un edificio
El cuartel de Vernets, que en pocos días ofrecerá 400 camas a las personas sin hogar, cerrado el pasado mes de julio, durante una jornada de puertas abiertas antes de ser cedido. Keystone / Martial Trezzini

En un cuartel de Ginebra

La situación es más compleja en las principales ciudades suizas, donde el número de personas sin hogar es mayor y las necesidades son menos pasajeras. Además, supone un problema para los centros de día y los de asesoramiento frecuentados por personas con problemas de adicción. 

Según la agencia Keystone-ats, Ginebra está preparando un centro de acogida en el antiguo cuartel de Vernets, ya que los refugios subterráneos utilizados hasta ahora no están adaptados a las medidas de distanciamiento entre personas. Hasta que el antiguo cuartel abra sus puertas, se han dispuesto dormitorios para los indigentes en los gimnasios de algunos centros escolares. El pasado sábado por la noche, algunas decenas de personas sin techo pudieron dormir en un albergue renovado de 130 camas que antiguamente había sido utilizado por los servicios socialesEnlace externo de la ciudad para albergar a refugiados.

El cuartel de Vernets, listo dentro de pocos días, tendrá 400 plazas. La gran superficie disponible permitirá evitar la proximidad y organizar diferentes espacios para proporcionar asistencia diferenciada según los huéspedes, que dispondrán de cama y comida caliente.
 

Ginebra ha anunciado la habilitación, después del invierno, de 200 puntos de agua potable que permitirán a la población lavarse las manos con mayor frecuencia y respetr una de las recomendaciones principales en la lucha contra el coronavirus. 

Alcohólicos y toxicómanos

Es un momento delicado para muchas personas que viven al margen de la sociedad: una parte de las instituciones públicas y privadas que se ocupan de las personas sin hogar, así como de drogodependientes o alcohólicos, ha cerrado sus puertas o está a punto de hacerlo, porque no pueden garantizar las normas de higiene prescritas y de distanciamiento entre personas.

A estas personas no les queda otra cosa que juntarse en la calle, pero es justo lo que no tienen que hacer, ha declaradoEnlace externo a RSI Rahel Gall, directora de Contact. Esta fundación que actúa en el cantón de Berna ofrece, entre otras cosas, programas de empleo para personas con adicción. Los drogodependientes se arriesgan a caer en una profunda crisis, explica Gall, porque “para ellos el trabajo es prácticamente la única oportunidad de tener contactos sociales”, ya que rara vez tienen familiares o amigos que los apoyen.

Contact gestiona también cuatro centros de ayuda y asesoramiento para drogodependientes. “Intentamos mantener abiertas las instalaciones” para evitar que vuelva a surgir un escenario de drogas al aire libre, “pero no se puede excluir que tengamos que cerrar para garantizar la salud de nuestros colaboradores”.

Take-away sociales

Volviendo al sur de los Alpes, hace poco más o menos un mes que se inauguróEnlace externo un nuevo lugar de encuentro y socialización para personas con dificultades sociales o económicas: la Casa Martini, en Locarno. Dispondrá de camas y de una cantina que ya está en funcionamiento.

El centro está gestionado por la Fundación Francesco para la ayuda social, cuyo director, fray Martino Dotta, afirmaba el sábado pasado en una entrevista al diario La Regione Ticino que la idea es la misma que ha tenido una tercera parte de los restaurantes tesineses después de la clausura forzada.

Las comidas calientes se distribuirán en el exterior del centro en porciones selladas, aseguraba Fray Martino, como viene ya sucediendo desde el lunes pasado en la cantina social de la “Casa Amarilla” de Lugano, que durante una semana interrumpió la distribución de medio centenar de platos al día por no podía cumplir las medidas sanitarias impuestas por las autoridades. 

Según informa La Regione, fray Martino cree que la demanda de comidas será mayor, ya que otras organizaciones benéficas han suspendido su labor. Entre estas, una iniciativa lanzada hace unos años por el propio Martino, Tavolino Magico, que recoge de los supermercados productos de primera necesidad próximos a su fecha de caducidad y posibilita que centenares de familias necesitadas hagan la compra al precio simbólico de un franco. Pero ahora, para proteger la salud de los beneficiarios y de los voluntarios (muchos de ellos personas mayores) ha tenido que cerrar sus 14 centros de distribución.

Un local grande con mesas y sillas
La cantina de Casa Martini está vacía, pero la cocina no cierra. RSI-SWI

Traducción del italiano: José M. Wolff

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