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¿Quién quiere pagar por erradicar la malaria?

La realidad de Nyal, Sudán del Sur. En la nación más joven del mundo –independiente desde julio del 2011-, la malaria diezma a las familias, y uno de cada siete niños no llegará a los cinco años de edad AFP

Durante la última década, el paludismo ha retrocedido en el mundo gracias al dinero de mecenas privados, pero la guerra está lejos de ser ganada. Los Estados penan para pactar una convención que permita financiar la lucha contra las ‘enfermedades olvidadas’.

 « El mercado del paludismo es enorme en términos de demanda, pero muy pequeño en términos de utilidades ».

Tan cortante como una verdad incómoda, esta conclusión de Medicines for Malaria Venture (MMV), una asociación privada no lucrativa, es suficiente para explicar porque la « fiebre de los pantanos », atribuida durante años al mal aire (« mal aire », en italiano/ malaria), sigue matando a millares de infantes cada año, especialmente en África.

A finales de siglo XX, el parásito que la provoca se volvió resistente a los medicamentos clásicos y la pipeline –línea de productos farmacéuticos en proceso de desarrollo- para la malaria se quedó vacía. Un grupo de donadores públicos y privados, entre ellos el gobierno suizo, fundaron MVV con objeto de desarrollar tratamientos innovadores, eficaces y de bajo costo contra el paludismo.

En esa misma línea, Ginebra dio vida en 2003 a la llamada Iniciativa de Medicamentos para las Enfermedades Olvidadas (DNDi), que cofundó con el movimiento Médicos sin Fronteras (MSF).

Estas organizaciones y otras más (apoyadas por varios cientos de millones de dólares de la fundación de Bill y Melinda Gates) han colaborado sensiblemente a hacer de la primera década del siglo XXI una periodo de retroceso para la malaria.

«En las dos décadas precedentes solo tuvimos malas noticias. Soñamos con la erradicación en los 60’s, pero luego recaímos en una situación agravada. En los años posteriores al 2000 hemos visto que la lucha se reforzó con nuevos medios, con tratamientos innovadores y vía una amplia utilización de mosquiteros impregnados de insecticida que han permitido reducir el número de casos en distintos países», confirma Bernard Pécoul, director de DNDi.
 
La malaria es parte de las llamadas enfermedades olvidadas, esto es, de aquellas que afectan ante todo a los países pobres: «Sobre el total de los nuevos medicamentos descubiertos durante los últimos 30 años, solo 1% está vinculado a las enfermedades olvidadas, aunque éstas representan 12% de la tasa de morbilidad», refiere Bernard Pécoul.

Una historia exitosa

MMV, DNDi y otros instituciones trabajan justamente en corregir esta brecha entre la demanda de fármacos para las enfermedades olvidadas y su fabricación.

Un caso concreto: el Coartem, un medicamento que combina dos sustancias activas, una de ellas extraída de la artesimina, una planta ampliamente conocida en la medicina china. En los años 90’s, este producto farmacéutico –manufacturado por Novartis- fue desarrollado para los viajeros occidentales que visitaban zonas tropicales y su precios de mercado se fijo en 12 dólares. Un monto impagable por los niños africanos y, de todas formas, un fármaco inadaptado porque su fórmula fue diseñada para el consumo de adultos.

En 2003, Novartis se acercó a MMV, que aceptó financiar parcialmente el programa de desarrollo para una versión pediátrica del Coartem, misma que fue lanzada al mercado en 2009.

Y desde el 2001, producto de un acuerdo con la OMS, el Coartem comenzó a ser vendido a un dólar, su costo de producción. Una decisión que ha cambiado la vida de más de un millón de menores. Novartis no genera utilidades con este fármaco, pero la rentabilidad en términos de imagen es muy interesante.

Pero aún cuando celebra los resultados de este esfuerzo de la multinacional, Bernard Pécoul afirma que « esta historia exitosa es más bien la excepción que confirma la regla ».

La esperada convención

Para conseguir  que la excepción se convierta en la regla, los actores de la lucha contra la malaria y otras enfermedades olvidadas esperan que la OMS adopte ponto una convención en materia de investigación y desarrollo (R&D) dedicada a las necesidades sanitarias de los países en desarrollo.

 
Este tema estaba incluido en la agenda de la más reciente Asamblea Mundial de la Salud, sostenida en mayo pasado en Ginebra. El grupo de expertos de la OMS solicitaba que cada país consagre al menos 0,01% de su PIB a la investigación de enfermedades que asolan a los países más pobres, un esfuerzo que llevaría este presupuesto de 3.000 a 6.000 millones de dólares anuales. Una demanda que la mayoría de los países occidentales consideran inaceptable, comenzando por EEUU (que paradójicamente dedica ya 0,01% de su PIB a este objetivo), Japón y  algunos estados europeos.

Tras una serie de negociaciones que la delegación de MSF calificó como « extremadamente duras », finalmente estos países consiguieron que se postergara un año la apertura de esta discusión en el pleno.


« No entendemos. No se trata de abrir negociaciones. El dossier está ya sobre la mesa de la Asamblea Mundial desde hace al menos 10 años », deplora Bernard Pécoul. « Y (la posición de los países industrializados) es aún más difícil de entender porque los representantes de la industria farmacéutica han sido muy razonables con respecto a esta negociación.

Ellos están de acuerdo en el diagnóstico, apoyan el estímulo a la investigación, incluso a través de fondos públicos, porque saben bien que su plan de negocios actual no será el que encuentre la solución a este problema”.

 
Médicos sin Fronteras (MSF) comparte la misma decepción que Pécoul, porque este organismo conoce de sobra que los medicamentos concebidos por los países ricos son demasiado caros para los países en desarrollo. De qué sirve un tratamiento contra el VIH para adultos cuando esta enfermedad mata a los niños, o cuando conservar una vacuna en refrigeración puede convertirse en un dolor de cabeza en la sabana africana. “Apoyamos la propuesta de Kenia, que quería abrir las negociaciones de inmediato”, explica Katy Athersuch, quien ha participado en las conversaciones en representación de los MSF. “Esperamos que este año suplementario no sea un año perdido y que los estados lo aprovechen de forma constructiva”.

Cita en un año

Aunque menos radical que el resto del grupo occidental, Suiza tampoco es del todo favorable a una convención de carácter apremiante. “Hemos entendido que no hallaremos consenso”, explica el embajador Gaudenz Silberschmidt, jefe de Asuntos Internacionales de la Oficina Federal de la Salud Pública (OFSP). “El grupo de expertos entregó un reporte un mes antes de la Asamblea. Y no conozco a un solo país que sea capaz de consultar con todos los ministerios involucrados y llegar a una posición consolidada –especialmente en el ámbito financiero- en tan poco tiempo”.


Suiza reconoce, no obstante la realidad del problema. “El análisis del grupo de expertos es excelente. Pero nosotros no estamos totalmente convencidos de que una convención sea la mejor solución. Vamos a profundizar rápidamente en el tema para ver cuál es el mecanismo institucional mejor adaptado”, continúa el embajador.

 
Mientras tanto Suiza, que ha entregado 51,1 millones de francos suizos desde el 2002 al Fondo Mundial contra la Lucha del Sida, la tuberculosis y el paludismo, quedará a la zaga del resto de Europa, estima el Grupo Malaria de Suiza, que reúne ayuda pública para el desarrollo con los distintos actores de la salud.
 
Entre estos últimos, Blaise Genton, quien trabaja en la vacuna contra la malaria en el Instituto Tropical de Basilea y juzga la contribución de este pequeño país rico “más bien débil, como en el resto de la ayuda al desarrollo que otorga en general”. Pero celebra la presencia y el discurso del nuevo Ministro de Asuntos Extranjeros, Didier Burkhalter, durante la inauguración de la exposición preparada por el grupo en el Museo de Ginebra. “Parece que se ha sensibilizado con el problema y quiere hacer algo al respecto”, destaca el profesor.

El paludismo (o malaria) es la enfermedad infecciosa más extendida en la Tierra y es causada por un parásito transmitido de una persona a otra vía el mosquito anofeles femenino que ataca  principalmente durante la noche. Es una enfermedad evitable y curable, pero mata a los más frágiles cuando no reciben tratamiento o son mal atendidos médicamente.

 
Alrededor de la mitad de la población mundial está expuesta al paludismo. En la África subsahariana, Asia, América Latina, Oriente Próximo e incluso en Europa, están concernidos en diversos grados.

 
Síntomas : Aparecen generalmente entre 10 y 15 días después del piquete del mosquito. Hay fiebre, dolor de cabeza, escalofríos, vómitos, frecuentemente moderados en su primera fase, por lo que dichos síntomas pueden ser fácilmente atribuidos a otra enfermedad. Pero, por ejemplo, si el paludismo por Plasmodium Falciparum -el más grave de las cuatro formas humanas conocidas- no es tratado en las 24 horas posteriores al contagio, puede evolucionar hasta convertirse en una afección severa e incluso mortal.

 
En 2010, este mal provocó alrededor de 655.000 muertes, 81% en África. La mayoría eran niños de menos de 5 años. Ese mismo año, se registraron 216 millones de casos en el mundo. Ambas cifras son estimaciones, ya que en los países más castigados por esta enfermedad, el estado de la infraestructura de salubridad no permite diagnosticar el problema ni realizar censos precisos sobre los casos registrados.

El paludismo retrocede desde que inició el nuevo siglo. En el año 2000, el número estimado de decesos era aún de un millón y el número de casos era de 233 millones. La baja global de muertes es de 34,5% y se espera que llegue a 50% en once países africanos. Pero los especialistas insisten en el hecho de que los progresos siguen siendo insuficientes.
 
(Fuente: OMS)

EL PALUDISMO

Mata a un niño cada 45 segundos, sobre todo en Africa.

Absorbe 40% de los gastos de salud de los países africandos.

Hace perder a Africa entre 12.000 y 30.000 millones del PIB cada año.

(Fuente: MMV)

Traducción Andrea Ornelas

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