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“Privadas de toda libertad y bajo control permanente”

Keystone

Suiza es uno de los países de destino del tráfico de seres humanos. La policía recurre a la cooperación internacional para desenmascarar a los responsables. Swissinfo.ch entrevistó a una policía rumana para entender los entresijos del fenómeno.

A fines de octubre la policía de Berna desmanteló una red de tráfico de seres humanos. Siete personas fueron acusadas de haber traído a Suiza cincuenta mujeres y transexuales, en su mayoría de origen tailandés, para forzarles a la prostitución.

Un fenómeno que no es nuevo. Algunas semanas antes, en Zúrich, fue descubierto un tráfico clandestino de prostitutas húngaras, mientras Brasil acaba de denunciar que Suiza es la segunda destinación en importancia para las víctimas de la trata de personas de esa nación sudamericana.

Para luchar contra este fenómeno, el Gobierno helvético lanzó a inicios de octubre un plan de acción a escala nacional e intensificó la cooperación internacional, especialmente con los países de Europa del Este. Dos agentes rumanas pasaron una semana en los cantones del Tesino y Zúrich, junto con colegas que luchan contra los delitos de trata de seres humanos, para hacerse una idea más precisa de la realidad suiza. swissinfo.ch entrevistó a una de ellas. La llamaremos Sonia* para respetar su demanda de anonimato que requiere su profesión.

swissinfo.ch: Usted se encarga de investigar y denunciar los casos de trata de personas en Rumania. ¿Cuál es la amplitud de este fenómeno?

Sonia: Rumania es considerada una fuente importante para la trata de seres humanos: un país de origen pero también de tránsito de personas que llegan de Moldavia. Les víctimas, especialmente mujeres, son obligadas a prostituirse o a trabajar en casas, hoteles o restaurantes. A veces los hombres son enviados al campo y los menores obligados a mendigar en la calle.

Los destinos privilegiados son España e Italia, debido a la proximidad lingüística y a una legislación menos severa o, por lo menos, aplicada con más tolerancia.

swissinfo.ch: ¿Cuál es el perfil de las víctimas?

Sonia: En su mayoría son mujeres de entre 18 y 30 años. Algunas provienen de regiones rurales, donde viven en condiciones de extrema pobreza, muchas veces sin agua potable ni servicios higiénicos. Otras tienen un nivel de formación superior, residen en grandes centros urbanos, pero ganan una miseria. Muchas ya son madres y viven  sometidas a los clanes familiares.

En Rumania una maestra  titulada de escuela elemental tiene un salario medio de 200 euros al mes. Una prostituta en la calle puede ganar 10 euros por cliente.

swissinfo.ch: ¿En qué forma son reclutadas?

Sonia: En los últimos años las modalidades de explotación han cambiado radicalmente. Ya no estamos frente a grupos mafiosos que controlan decenas de jóvenes, pegándoles y robando sus pasaportes. Hoy, las víctimas son seducidas por un hombre, que muchas veces pertenece a su círculo social.  Lo que en la jerga se denomina loverboy. Se estima que más del 60% de los traficantes son conocidos de la víctima. Las mujeres se dejan engañar con falsas promesas, sin saber a dónde irán a parar ni en qué condiciones deberán trabajar.

Muchas veces, estos traficantes transfieren las víctimas, primero a centros urbanos, para después llevarlas al extranjero. Entonces las venden a otros proxenetas o las continúan controlando a través de redes de conocidos.

swissinfo.ch: ¿Qué les sucede a estas mujeres cuando son transferidas al extranjero?

Sonia: Las mujeres son obligadas a prostituirse en la calle, en los prostíbulos, o en viviendas. Son privadas de toda libertad y controladas permanentemente.

Los traficantes les adelantan el dinero del viaje y les hacen creer que el permiso de estadía en Italia o España cuesta 1.000 euros. El dinero que ellas ganan prostituyéndose termina en manos del denominado protector y las víctimas necesitarán años para reembolsar esta deuda, que muchas veces se multiplica por tres al incluir los intereses.

swissinfo.ch: ¿Qué impresión tiene de la realidad suiza tras esta primera semana?

Sonia: Para mí ha sido impresionante visitar un país como Suiza donde la prostitución es legal. En Rumania no es solamente un delito, sino que también está muy mal vista en la población. Hemos intentado en varias ocasiones legalizarla, pero ha sido imposible. La iglesia se opuso siempre.

Durante esta semana encontré varias jóvenes que vinieron a registrase como prostitutas en la sección policial que se ocupa de este sector de actividades (la TESEU en el cantón Tesino). Hablando con ellas, me di cuenta de que se trata mayoritariamente de mujeres con un buen nivel de formación y conscientes de la actividad a la que se dedican. Algunas me contaron que salieron de Rumania conscientes de lo que iban a hacer y que residieron en diferentes países europeos. Sin embargo, es difícil saber si estas jóvenes dicen la verdad o fueron engañadas con falsas promesas, en el sentido de que iban a trabajar como bailarinas o como acompañantes.

Estoy muy sorprendida de la cantidad de rumanas que hay en Suiza y creo que es fundamental intensificar la colaboración para controlar el fenómeno y evitar que estas jóvenes terminen en malas manos.

swissinfo.ch: ¿Cuántas se atreven a denunciar las vejaciones que han sufrido?

Sonia: Son muy pocas las que se rebelan. Tienen miedo de represalias, no solo contra ellas mismas sino también contra sus familias. No saben que como víctimas la ley las protege. Temen terminar en la cárcel. Después de un año de ejercer ilegalmente la prostitución, para una joven resulta extremadamente difícil salir del círculo y denunciar a estos traficantes.

Los protectores no son tontos. Para tranquilizar a las familias y dar una apariencia de normalidad, de vez en cuando permiten que las mujeres envíen dinero a sus familias o llamen por teléfono a su madre o hermana para decirles que todo va bien.

swissinfo.ch: Las investigaciones por trata de seres humanos pueden ser largas y difíciles… ¿Cuál es el margen de éxito?

Sonia: No puedo ofrecerle cifras; son datos confidenciales. Sin embargo, puedo confirmar que estas investigaciones son complicadas y pueden durar hasta cuatro años. Necesitamos varios testimonios para detener a un traficante y, dada la ley de silencio que reina en este campo, no es fácil.

Algunas veces logramos prevenir este drama, gracias a la intervención de una amiga o de la madre de la víctima que llama, preocupada, a nuestro servicio telefónico de urgencia. Si todavía no ha partido, intervenimos directamente. De lo contrario, contactamos a las autoridades del país al que ha sido llevada la joven. La cooperación internacional es fundamental para este tipo de crímenes. Normalmente funciona bien, aunque con países como Italia, la complejidad de sus estructuras no facilita la tarea.

El 1º de octubre de 2012, Suiza adoptó un plan de acción nacional contra la trata de seres humanos, coordinado por el servicio SCOTT.

Los objetivos son múltiples:

– Sensibilizar e informar a la opinión pública;

– Reforzar la persecución penal de los autores;

– Identificar con mayor frecuencia las víctimas, ofrecerles un apoyo más eficaz y una mejor protección;

– Mejorar la colaboración de Suiza con el extranjero.

En noviembre de 2011, Suiza inició, además, un proyecto de colaboración bilateral con Rumania, que figura entre los países europeos más golpeados por este fenómeno.

Una delegación helvética, encabezada por ministra de Justicia y Policía Simonetta Sommaruga, visito ese país del este europeo para hacerse una idea sobre la situación y los instrumentos que utilizan las autoridades rumanas en la lucha contra la trata de mujeres y niños.

Un año más tarde, dos agentes rumanas fueron invitadas a Suiza para acompañar durante una semana a agentes de policía del Tesino y Zúrich en sus operaciones contra este delito.

Rumania cuenta con penas de hasta 15 años de prisión por el delito de tráfico de seres humanos, pero los casos denunciados son solo la punta del iceberg de un fenómeno difícil de cuantificar.

Según un informe de la embajada estadounidense en Rumania, en el año 2011 las autoridades trataron 897 casos de trata, celebraron 480 procesos y enviaron a 276 personas a la cárcel.

(Traducción: Sergio Ferrari)

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