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Fayez al Sarraj, un líder activo pero incapaz de reconstruir Libia

Foto tomada el 4 de junio de 2020, en la que aparece el jefe del Gobierno de Unión Nacional (GNA) libio, Fayez al Sarraj, en una rueda de prensa en Ankara, Turquía afp_tickers

El jefe del Gobierno de Unión Nacional (GNA) libio, Fayez al Sarraj, lleva varios años intentado reconstruir su país, sumido en el caos, aunque ahora se ha declarado dispuesto a dejar el cargo antes de noviembre, falto de legitimidad.

Miembro de una familia rica e influyente de Trípoli, Al Sarraj, de 60 años, es arquitecto de formación y tiene fama de independiente. En diciembre de 2015 fue nombrado jefe del Consejo Presidencial y primer ministro del GNA, en virtud de un acuerdo interlibio firmado en Sjirat (Marruecos), auspiciado por la ONU.

Cuatro años después del derrocamiento del dictador Muamar Gadafi, Libia seguía estando devastada por los combates y las luchas de influencia, y la capital estaba en manos de las milicias.

Para algunos, la llegada de Al Sarraj a Trípoli en 2016 reavivó la esperanza de una salida de la crisis, pero otros vieron en ello una amenaza.

El hecho de que tuviera que llegar a Trípoli en un barco militar libio que zarpó de Túnez, escoltado por otros navíos para protegerlo, hacía presagiar la dificultad de la tarea que le esperaba. En febrero de 2017, intentaron asesinarlo.

– Haftar, el rival –

Aunque logró el apoyo de las autoridades económicas y políticas de la capital, no consiguió convencer al Parlamento, elegido en 2014 y exiliado en el este del país, que rechaza otorgarle su confianza al GNA y prefiere respaldar al mariscal Jalifa Haftar, que se acabó convirtiendo en su gran rival.

La mortífera ofensiva lanzada en abril de 2019 contra la capital por las fuerzas de Haftar, hombre fuerte del este del país, complicó aún más la tarea que pensaba realizar, o sea, poner orden en las instituciones y lanzar un proceso de reconciliación.

A nivel internacional, la ONU lo reconoce como representante de las instituciones libias, y como tal fue recibido en varias capitales occidentales. Sin embargo, Al Sarraj no genera consenso en varios países con intereses, más o menos importantes, en Libia, donde se encuentran las reservas de petróleo más abundantes de África.

Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita se alinearon del lado de Jalifa Haftar, quien se presenta como el azote de los yihadistas.

Con todo, Al Sarraj puede jactarse de haberle arrebatado la ciudad de Sirte (este) al grupo yihadista Estado Islámico (EI) en 2016 con las fuerzas leales al GNA.

Otra gran victoria llegó en junio de 2020, cuando las fuerzas pro-GNA arrebataron el control del oeste del país a los combatientes leales al mariscal Haftar, gracias sobre todo a una controvertida alianza militar con Turquía.

Pero estos éxitos militares no bastan para ocultar varios fracasos, sobre todo a la hora de paliar las dificultades cotidianas con que viven los libios y encontrar una solución a la crisis económica.

– “Dulce” y “firme” –

Además, al no haber puesto en marcha una policía o un ejército regular lo bastante potentes como para garantizar la seguridad en la capital, el GNA se vio obligado a pedir ayuda a grandes grupos armados de Trípoli que terminaron por introducirse en las instituciones y las esferas de poder.

Al Sarraj nació en 1960 en el seno de una gran familia conservadora y acomodada de Trípoli, propietaria de comercios y de extensos terrenos. Mustafa al Sarraj, su padre, fue uno de los fundadores del Estado después de la independencia, en 1951.

Alto, elegante y siempre con gafas de sol negras en el exterior, Fayez al Sarraj estudió arquitectura y luego se hizo funcionario en el sector de las obras públicas y la vivienda, antes de crear su propia empresa.

Casado y padre de tres hijas, que residen con su madre en el extranjero desde 2014, Al Sarraj fue descrito por un amigo de juventud como “dulce y a la escucha de los demás”, pero también “firme”. Este hombre discreto empezó su carrera política tardíamente, cuando fue elegido diputado en 2014.

Pero dos meses después de su elección, una coalición de milicias, Fajr Libia, tomó el control de la capital. El gobierno y el nuevo parlamento se vieron forzados a refugiarse en el este del país, mientras que las milicias instauraron unas autoridades paralelas en la capital.

De este modo, el diputado se exilió en Tobruk (este), donde se encuentra actualmente el parlamento. Tiempo después fue elegido para participar en la delegación de representantes libios en las negociaciones de Marruecos.

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