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El trenecillo que serpentea por la montaña

El trenecillo rojo sobre el viaducto helicoidal de Brusio. picswiss.ch

El ferrocarril de la línea Albula/Bernina, patrimonio mundial de la UNESCO, no es solamente un importante nexo de comunicaciones entre Suiza e Italia. El célebre trenecillo rojo ofrece un viaje a la historia y las bellezas naturales del cantón de los Grisones.

Los pasajeros que parten de Tirano (Italia) lo pueden comprobar desde los primeros minutos: este no es un tren como los demás. Apenas salido de la estación, el tren abandona las vías para meterse en pleno tráfico callejero y atravesar – entre peatones, bicicletas y mujeres con la bolsa de la compra – la plaza del Santuario de la Madonna. Más que en un tren, explica la voz grabada, nos encontramos en un “tranvía” que une los pueblos del valle.

“A veces ocurren accidentes con los vehículos. Pero no es nada grave, a parte de un retraso en nuestro viaje”, explica Marco Costa desde la cabina de mando.

Historia y paisaje

Desde Tirano, a 429 metros sobre el nivel del mar, el trenecillo rojo recorre el valle de Poschiavo, acaricia lagos y glaciares, supera dos macizos montañosos (Bernina y Albula) y se detiene en numerosas localidades turísticas antes de llegar a Thusis. El convoy prosigue rumbo a Coira, capital del cantón de los Grisones y ciudad más antigua de Suiza.

Con sus 196 puentes y viaductos, 55 túneles y 128 kilómetros de vías, el ferrocarril rético es descrito como “un milagro de la técnica”. Una obra que, pasado más de un siglo desde su construcción, continúa fascinando a los ingenieros y los turistas.

Concebida por los más destacados especialistas de la época, la línea ferroviaria une, con eficacia y sentido de la estética, la tecnología más avanzada con la valorización del patrimonio alpino. La vista de la que puede gozarse desde el vagón panorámico es magnífica a lo largo de este recorrido impregnado de historia.

“Este es un antiguo puesto utilizado para el control de las avalanchas”, explica Marco Costa, indicando una construcción cónica en piedra al lado de las vías, con dos ranuras enfocadas hacia la montaña. “Y no creo que queden muchas en Suiza”, confiesa Costa antes de aclarar: “Los puentes y viaductos han mantenido su estructura original. Hasta hace apenas algunos meses podían verse aún las viejas estructuras en madera utilizadas para la alta tensión”.

Vivir un sueño

La elección del trazado de las vías, en particular el de la línea Bernina, se debe a la voluntad por dar a conocer los atractivos turísticos de la región, reduciendo al máximo el impacto ambiental sobre el territorio. Aún hoy, la mayor parte de los 700.000 viajeros que utilizan estos ferrocarriles en ambos sentidos son turistas.

“Me parece haber vivido un sueño”, explica Joree, de vacaciones en Suiza e Italia tras llegar desde Bangkok. “Las montañas, la nieve, los glaciares… es una experiencia única, seguramente digna de ser repetida.”

Para unir Tirano a Thusis, el Ferrocarril Rético atraviesa zonas climáticas, paisajes, espacios culturales y lingüísticos muy diferentes. El hospicio de Bernina representa la barrera lingüística entre el italiano, al sur, y el alemán y el romanche de la Engadina. Es por estas razones que la inscripción en la lista de la UNESCO, en julio de 2008, incluye no sólo a la línea ferroviaria, sino también los paisajes circundantes.

El viaducto de Landwasser (Albula) y el viaducto helicoidal de Brusio (Bernina), que en apenas unas pocas decenas de metros es capaz de superar un brusco desnivel, son construcciones famosas en el mundo.

Pendiente máxima

Completadas en 1903 (línea de Albula) y en 1910 (Bernina) los Ferrocarriles Réticos son “una obra única en el mundo”, según reza su sitio en Internet. En efecto, se trata de “la transversal alpina más alta de Europa y uno de los ferrocarriles de mayor adherencia natural en los cinco continentes”.

A lo largo de la vía estrecha, el trenecillo rojo sube sin ayuda hasta los 2.253 metros del paso de Bernina. “La pendiente llega hasta el 7% y eso es lo máximo que se puede afrontar utilizando tracción simple”, explica Marco Costa. “Otra particularidad”, agrega, mientras el trencito entra en la oscuridad de un estrecho túnel, “es que este es uno de los raros trenes que funciona con corriente continua”.

Cada día un descubrimiento

Si la locomotora no quiere saber nada de continuar el viaje – “los desperfectos ocurren bastante a menudo”, confiesa Marco Costa – sus colegas de los talleres de Poschiavo están siempre listos para intervenir.

“Desde que el ferrocarril es patrimonio mundial, los tiempos de trabajo y reparaciones se han acortado. En verano tenemos muchos turistas, y por ello es esencial resolver los problemas con rapidez”, afirma por su parte Davide Menghini, responsable del mantenimiento de las locomotoras. “Para nosotros, la UNESCO es una especie de garantía: no creo que ahora nadie se atreva a tocar los talleres, convertidos en este tiempo en un polo de competencia en el mantenimiento del tren del Bernina”.

Con o sin UNESCO, el trabajo de Marco Costa, maquinista desde hace 20 años, es siempre el mismo. ¿Es acaso una profesión monótona? “En absoluto”, responde, “pues en pocos minutos se pasa de la primavera y los prados floridos al invierno de los pasos nevados. Cada día descubro algo nuevo. Y el paisaje al atardecer es, sencillamente, increíble”.

“El ferrocarril rético de la Albula y Bernina representa una construcción ferroviaria ejemplar para romper el aislamiento de los Alpes centrales”.
“Sus consecuencias socioeconómicas han sido importantes y duraderas para la vida en la montaña, los intercambios humanos y culturales, así como la evolución de las relaciones entre el hombre y la naturaleza en el mundo occidental”.

“El conjunto de las obras ferroviarias se inserta de una forma particularmente armoniosa en los paisajes alpinos atravesados”.

(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)

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