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El FMI pide más y mejor supervisión a Suiza

El FMI recomienda que la autoridad supervisora suiza disponga de más recursos para poder vigilar a los bancos pequeños y medianos. Keystone

Cada año, el gemelo de Bretton Woods rinde una visita puntual a Berna para escudriñar los rincones de su economía. Esta primavera ha presentado, además, las conclusiones de una misión extraordinaria que pone el dedo en nuevas llagas de la plaza financiera helvética.

Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), Suiza debe mejorar la supervisión de los pequeños y medianos bancos; y su guardián financiero tiene que revisar su plantilla de personal y eliminar opacidades.

Dicho sin aceites: La magra estructura en la que se apoya la Autoridad Supervisora de los Mercados Financieros (Finma) –que posee menos de 500 empleados para vigilar a uno de los tres principales centros financieros internacionales– anda escasa de recursos humanos. Y los bancos de talla más modesta deben hacerse a la idea de que la comunidad internacional que condujo a Suiza a abandonar el secreto bancario ahora les tiene también en la mira.

Pequeños y medianos

“Finma ha realizado grandes progresos en materia de supervisión bancaria desde que comenzó a operar en 2009 (tras la fusión de varias entidades de vigilancia). Justificadamente, priorizó la supervisión intensiva de los dos bancos globales –UBS y Credit Suisse–, pero es momento de fortalecer la que ejerce sobre los bancos pequeños y medianos”, señala desde Washington Charles Enoch.

El responsable de la delegación del FMI que investigó la plaza financiera suiza en diciembre pasado destaca que durante la pasada crisis este tipo de bancos ya demostraron su vulnerabilidad en otros países. Por esta razón estima conveniente que Finma revise el límite que impuso a su plantilla laboral.

La Autoridad Supervisora de los Mercados Financieros (Finma) fusionó en 2009 las actividades que realizaban antes las entidades independientes dedicadas a supervisar bancos, seguros y a combatir el blanqueo de dinero.

El 1 de abril, Mark Branson tomó las riendas de Finma de manos de Patrick Raaflaub. Una decisión que ha sido cuestionada en la plaza financiera suiza, ya que su pasado está ligado al gigante UBS, entidad que ha enfrentado serios problemas con la justicia en Estados Unidos por evasión.

Hace cinco años, Finma comenzó a trabajar con 320 empleados. Hoy tiene 470 a jornada completa, más algunos cientos de auditores externos que trabajan a tiempo parcial. Sus salarios suelen ser inferiores a los que ofrece la banca y la rotación de personal es elevada, lo que genera inquietud sobre su forma de operar.

El guardián helvético se manifiesta satisfecho con la calidad de su trabajo. “Creemos que hemos alcanzado un nivel adecuado, tanto cuantitativa como cualitativamente. Esto nos permite cumplir nuestra misión de forma eficiente y con apego al mandato y las tareas que se nos han encomendado”, responde a swissinfo.ch Vinzenz Mathys.

Sin embargo, la perspectiva de que los bancos medianos y pequeños sean objeto de una supervisión más severa no deja indiferentes a los afectados potenciales. Martin Maurer, director de la Asociación de Banqueros Extranjeros, expresaba recientemente al diario Le Temps que Finma tendría que asegurarse de que cualquier nueva política evite un impacto negativo sobre los pequeños establecimientos, al considerarlos “demasiado costosos y difíciles de supervisar”.

Una inquietud que se acentúa con la llegada en abril de Mark Branson a la dirección general de Finma, porque según el diario ginebrino, el exbanquero de UBS ha expresado a sus allegados que los pequeños bancos tienen cada vez menos futuro debido al “complejo entorno” actual.

¿Quién debe pagar?

Las visitas del FMI, en cumplimiento del artículo IV de su Convenio Constitutivo, son parte de los compromisos que Suiza tiene como miembro de este organismo. El trabajo encabezado por Enoch cuestiona también la forma en la que se financia la vigilancia financiera.

“Actualmente Suiza utiliza un sistema a través del cual los auditores bancarios realizan la mayor parte de la supervisión in situ. Esto está bien siempre y cuando se mantengan ciertas garantías. Una de ellas, debe estar totalmente claro que durante las auditorías (los supervisores externos) trabajan para Finma y no para el banco. Si el banco paga por esta tarea, la relación es menos transparente”, advierte Charles Enoch.

El también subdirector del Departamento Monetario y de Mercados de Capitales del FMI añade que sería conveniente crear un fondo general financiado por los bancos que se dedique al pago de auditores. “Esto reduciría la percepción de conflicto de interés”.

Finma no comparte esta visión. “El FMI recomienda un modelo en el que los auditores sean remunerados por un fondo manejado por Finma y financiado con contribuciones bancarias. Desde nuestra perspectiva, la independencia de los auditores está asegurada en el modelo actual; Finma se mantiene como responsable permanente de la dirección y del trabajo de auditoría”, afirma Vinzenz Mathys.

¿Más vigilantes?

Otro tema que preocupa al FMI son los recursos humanos consagrados a asegurar una banca suiza eficiente y alejada de delitos fiscales.

“Desde que estalló la crisis financiera global, tanto los cuerpos supervisores internacionales como el Comité de Basilea y el Consejo de Servicios Financieros (Financial Services Board) han fortalecido sus estándares de vigilancia. En respuesta, los supervisores del mundo entero han aumentado los recursos dedicados a esta tarea. Suiza ha avanzado considerablemente en esa dirección. (Pero) aumentar los medios que tiene disponibles para la supervisión bancaria podría ayudarle a ir aún más lejos”, sostiene Charles Enoch.

Según declara a swissinfo.ch Mario Tuor, portavoz de la Secretaría de Estado de Asuntos Financieros Internacionales (SIF), “es una cuestión de calidad, no de cantidad. Finma necesita el equipo de trabajo más cualificado, no forzosamente el mayor número posible de empleados”.

Vinzenz Mathys coincide en que el hecho de que la plantilla de Finma sea relativamente pequeña no supone problemas, dado que se apoya significativamente en los auditores externos para vigilar bancos, aseguradoras y otras entidades financieras. “La carga de trabajo (de los auditores externos) equivale a tener empleadas a otras 260 personas a tiempo completo”, precisa.

Aun así, reconoce que si en el futuro Suiza concediera nuevas funciones a Finma, “habría que reconsiderar” el tema de la plantilla, pero recalca que “una autoridad supervisora con más empleados no asegura forzosamente un trabajo más eficiente”.

Pensar en el cliente

Las recomendaciones del FMI no son vinculantes, pero operan como barómetro eficaz de lo que espera la comunidad financiera internacional de la plaza financiera helvética. Especialmente luego de que Suiza y otros 33 países validaran en mayo su compromiso para aplicar un intercambio automático de información entre gobiernos.

El pasado 6 de mayo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) afirmó que “el secreto bancario llega a su fin”. Un total de 34 países –Suiza y Singapur entre ellos– aprobaron la llamada Declaración sobre el Intercambio de Información en Materia Fiscal.

El documento les compromete a intercambiar información fiscal con otros gobiernos de forma automática y anual para evitar la evasión de impuestos a través de cuentas internacionales.

El G20 discutirá en septiembre la forma en la que será instrumentado el intercambio y confía en que entre en vigor en 2015.

Para Harald Hau, profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Ginebra, en cualquier país “los dos principales desafíos para un supervisor bancario son adquirir capacidad analítica y mantenerse lejos de la política para asegurar un mandato exitoso”.

En el caso helvético, sin embargo, el especialista cuestiona la paradoja que existe en materia de transparencia.

“Los bancos tendrán que proporcionar información detallada sobre sus clientes. Algo que yo, personalmente, encuentro problemático desde el punto de vista de la libertad civil. Ayudará quizás a combatir la evasión, pero no contribuirá a la estabilidad y a la gobernanza bancaria. Por otro lado, sin embargo, los activos o inversiones que realizan los bancos siguen siendo completamente opacos. El público no sabe cuán riesgoso es realmente un banco ni si el regulador bancario realiza bien su trabajo”.

Pero está claro, agrega Hau, que “la política de los bancos depende más de los intereses de los gobiernos que de los de sus ciudadanos”.

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