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El llanto olvidado de la Francia rural

Luis Miguel Pascual

París, 8 abr (EFE).- Vincent vive en una pequeña granja a las afueras de un pueblo de la Borgoña francesa. El cartero pasa un día a la semana, el médico más cercano está a 30 kilómetros y de los bancos no quiere oír ni hablar. “Ya solo responden por internet”.

A sus 45 años, Vincent tiene la vida que eligió, alejada de la gran ciudad donde vivió varios años y de la que huyó para montar su granja de corderos. Pero reconoce a EFE que no esperaba encontrarse tan alejado de los servicios públicos esenciales.

Es un ejemplo de lo que en Francia se conoce como “el desierto rural”, que aglutina la gran mayoría de un país del que sobresalen un puñado de grandes urbes y, muy por encima de todas ellas, París, que brilla con tanta luz que ciega al resto.

Francia cuenta con 36.000 municipios, más que ningún otro país de Europa, la mayoría de ellos insignificantes. Muchos olvidados de la administración.

“Nadie se acuerda de nosotros, tenemos demasiado poco poder electoral”, lamenta a EFE Hubert Lemonnier, alcalde de Flottemanville-Bocage, un pequeño pueblo normando de unos 200 habitantes que tiene cinco explotaciones agrarias y ningún servicio público. “Menos mal que el cartero sigue pasando”, apunta.

Su ayuntamiento ha ido perdiendo funciones. Hace años tenía potestad para renovar un carnet de identidad u otros papeles. Pero las administraciones le han ido privando de esas atribuciones y ahora tienen que ir a la cercana Cherburgo.

“Hay una voluntad política para asfixiarnos e ir obligando a los pequeños municipios a fusionarse, para crear mancomunidades”, asegura el regidor, que ve en ello “la pérdida de un signo de identidad francesa”.

Asiste atónito a que el problema de la Francia rural no aparezca apenas en la campaña presidencial, que el próximo domingo vivirá su primera vuelta.

“A nadie le preocupa. Si acaso, un poco a Jean Lassalle, que es un hombre de campo”, señala en referencia a este iconoclasta candidato al que los sondeos apenas otorgan un 2 % de los votos.

Lassalle, de 66 años, nació en un pequeño pueblo de los Pirineos y fue pastor antes de dedicarse a la política, donde no le ha ido mal.

En las filas de partidos centristas, fue escalando puestos, hasta convertirse en diputado, escaño que ocupa desde 2002, y fue número dos del partido MoDem antes de que sus diferencias con la dirección le llevaran a actuar por libre.

DESIERTO MÉDICO

En sus discursos, Lassalle siempre reserva unas palabras para las aldeas de Francia y para referirse a uno de sus temas favoritos, lo que se conoce como “el desierto médico”.

Con ello se hace referencia a la falta de doctores en las zonas rurales, un problema que todas las administraciones denuncian pero a la que ninguna pone solución.

En enero de 2021 el Senado hizo público un informe desalentador: de 6 a 8 millones de franceses vivían en el llamado “desierto médico”.

En algunos departamentos apenas hay 60 doctores por cada 100.000 habitantes, un tercio de los que pasan consulta en París.

El problema reside en que, con el diploma en la mano, un médico puede instalarse donde quiera y que hacerlo en las zonas rurales es menos interesante desde el punto de vista económico.

“Lo pueblos no atraen, sobre todo los de algunas regiones donde el clima es menos clemente”, sostiene Lemonnier, que asegura que no hay que mirar solo la falta de médicos de familia, también faltan pediatras, dentistas, oftalmólogos y muchos otros especialistas.

Desde hace años, algunos de estos municipios abandonados han iniciado una subasta de beneficios para atraer facultativos. Ofrecen casa y consulta gratuita, una prima garantizada, coche de función…

Así han logrado atraer a médicos extranjeros, que ven un “eldorado” con respecto a las condiciones de otros países.

Una de ellas es la paraguaya Analía Chaparro, que lleva meses trabajando en Saint-Christophe-sur-le-Nais, un pequeño municipio de apenas 1.000 habitantes situado cerca de la ribera del Loira.

“Caí aquí como una bendición, porque llevaban cinco años sin médico. Me han recibido con mucha alegría”, asegura a EFE esta doctora, formada en Cuba y que pasó su especialidad en Barcelona, antes de poner rumbo a Francia.

Si hay penuria de médicos generalistas, es aún peor con los especialistas. “Es muy difícil hacer así un buen seguimiento de los pacientes, no se puede hacer prevención. Yo tengo muchos casos de alcoholismo, de depresión, de soledad. Me cuesta que vayan a psicólogos o a otros especialistas”, asegura Chaparro.

La mayoría de los candidatos al Elíseo proponen incentivos para que los recién licenciados ejerzan unos años en las zonas menos pobladas, pero Lemonnier cree que no es suficiente: “Las facultades de medicina las pagamos entre todos, es normal que todos nos beneficiemos de los médicos que de allí salen”. EFE

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