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“En Suiza se valora tu trabajo”

Es también gracias a una experiencia de voluntariado que Helena Santos, inmigrante portuguesa de 30 años, ha encontrado en Suiza su segunda patria. zVg

Helena Santos, portuguesa de 30 años, dejó hace dos años la ciudad de Oporto para trasladarse con su marido a Altstätten, una villa en el cantón de San Gall. Hoy habla alemán, trabaja como nutricionista y ha descubierto el mundo del voluntariado. Su futuro podría forjarse aquí, pese a que a veces eche de menos el olor a mar.

Hace dos años Helena tenía un buen puesto de trabajo como nutricionista en Oporto, en Portugal. Las cosas iban bien y las jornadas se pasaban volando. Pero no para su marido, topógrafo de la misma edad, obligado a llegar a compromisos desagradables con su empleador.

“En Portugal tienes la sensación de tener que estar agradecido por el simple hecho de tener trabajo y de que el salario es un lujo y no un derecho”

“Al igual que para muchos otros profesionales portugueses, también para mi marido las condiciones laborales en Portugal llegaron a rozar la explotación”, expone Helena con cierta amargura. “Así que cuando le llegó una oferta de trabajo desde Altstätten, una villa en el cantón de San Gall, entre los dos decidimos emigrar. Digamos que le seguí por amor”.

Fue una elección que parece haber satisfecho sus expectativas, si consideramos que sus condiciones laborales han mejorado. “En Portugal uno tiene la sensación de tener que estar agradecido por el simple hecho de tener trabajo y que el salario es un lujo y no un derecho”, explica Helena, volviendo a los orígenes de su experiencia como emigrante de la Europa meridional. “En Suiza, en cambio, te valoran por lo que haces y cómo lo haces. Naturalmente echo de menos a la familia, pero en cierto modo he conseguido llenar mis jornadas con actividades interesantes, como el aprendizaje del idioma y el voluntariado”.

El voluntariado como vector de la integración

En el mundo del voluntariado, Helena ha encontrado una mina de oro en términos de humanidad. “Nada mejor que el voluntariado me ha permitido sumergirme en la sociedad suiza”, afirma Helena. “Ha sido fundamental porque he podido encontrar amigos y aprender el dialecto suizo alemán, en un ambiente muy acogedor. Y todo ello mientras ayudaba al prójimo, algo que agradece el alma”.

Mientras su marido trabajaba, Helena decidió “recompensar” en cierto modo a la sociedad helvética. “Siempre quise practicar el voluntariado, también en Portugal. Pero solo en Suiza he encontrado el tiempo para dedicarme a ello de lleno”, relata Helena llena de positivismo. “Eché una mano en el hospital de Altstätten y en la distribución de alimentos para pobres. Ofrezco mi tiempo, mi trabajo y mi energía positiva. Pero a cambio recibo mucho más: cada vez que vuelvo a casa con el corazón lleno de alegría”.

A menudo los demás voluntarios –o personas con las que interactúa y a las que ayuda– parece que se asombran cuando se dan cuenta que son portugueses. “A su juicio, contar con una voluntaria que no es del lugar, es algo curioso. Pero hasta ahora he recibido muchísimas felicitaciones, tanto por el desempeño de la actividad como por mi dominio de la lengua. Sé que mi alemán está lejos de la perfección, pero cada vez que me oyen hablar insisten que es excelente. Creo que es una manera muy cariñosa para animarme”, confiesa Helena. 

Una experiencia de enriquecimiento recíproco

Por otra parte, son muchas las personas a las que ha ayudado Helena a lo largo de sus dos primeros años en Suiza. Una de las historias más conmovedoras que recuerda es la de Cornelia, una paciente a la que proporcionó asistencia en el hospital.

“Echamos mucho de menos nuestro país: echamos de menos a la familia, la comida y el olor a mar”

Cornelia, “una chica suiza de 50 años”, tiene dificultades para comunicar y moverse por algunos problemas neurológicos.  Helena encontró la manera de conocerla, pese a que la comunicación no siempre ha sido fácil. “Una vez nos quedamos solas en la habitación y vi que Cornelia tenía una mirada más melancólica de lo habitual”, recuerda Helena emocionada.

“Estábamos solas en la habitación y decidí cantar una canción infantil portuguesa y bailar para ella. Se produjo una escena cómica y Cornelia se echó a reír. Por fin logré sintonizar con ella y hacerle la vida más leve. Desde entonces, cada vez que quedamos solas, le canto siempre canciones portuguesas”.

Añoranza del olor a mar

Pero por supuesto la vida no solo puede basarse en el voluntariado. Paralelamente, Helena ha estudiado para homologar en Suiza su licenciatura portuguesa en ciencias de la nutrición. Hace algunos meses ha recibido la noticia tan esperada: “Puedo por fin trabajar como nutricionista y esto me hace realmente feliz”.

Es un argumento más para que Helena y su marido se planteen prolongar su experiencia en Suiza, que aún no saben cuánto durará.

“Echamos mucho de menos nuestro país: echamos de menos a la familia, la comida y el olor a mar. Sabemos con certeza que un día regresaremos a Portugal. Pero por ahora intentamos quedarnos en Suiza. Y tal vez veremos crecer a nuestros hijos aquí. Los vuelos de bajo coste nos ayudarán a volver a Portugal para que conozcan nuestra cultura, los abuelos y al resto de la familia”.

Contactar al autor en Twitter @JacopoOttavianiEnlace externo

Jacopo OttavianiEnlace externo, especializado en estadística aplicada al periodismo, escribe para medios de comunicación como ‘The Guardian’, ‘Al Jazeera International’, ‘El País’, y en Italia, para una revista semanal de análisis internacional. En 2015 recibió diversos premios como por el proyecto E-wasteRepublicEnlace externo, un reportaje sobre el mercado de los residuos electrónicos en Ghana y otros lugares del mundo.  Dos años después participó en el proyecto Themigrant filesEnlace externo, un proyecto internacional de periodismo de datos sobre la inmigración en Europa. También en 2014 Jacopo Ottaviani coordinó Generation E, el primer proyecto de colaboración abierta sobre historias de inmigración juvenil en Europa. Este artículo fue realizado gracias a los datos recogidos por Generation E.


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Traducción del italiano: Antonio Suárez

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