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80 años después de la guerra, ¿qué queda del sueño de la ONU?

Las Naciones Unidas nacieron tras el armisticio del 8 de mayo de 1945, con el objetivo de establecer una paz duradera. Ochenta años después, el auge de los extremos y el retorno de los conflictos abiertos ponen en tela de juicio las instituciones internacionales surgidas tras la guerra.

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El 8 de mayo de 1945, Europa celebró el final de una pesadilla. En Ginebra, conocida entonces como «la ciudad de las naciones», las calles se llenan de júbilo. La capitulación alemana, firmada los días 7 y 8 de mayo en Reims y luego en Berlín, marcó el fin de las hostilidades en el Viejo Continente.

Ludovic Tournès, catedrático de Historia Internacional de la Universidad de Ginebra, recordaba en el programa GéopolitisEnlace externo de Radio Televisión Suiza: «Cuando termina la guerra, la sensación es de alivio total. Hay que imaginarse cinco años de conflicto mundial, 50 millones de personas muertas, operaciones militares en todos los rincones del planeta, el genocidio de los judíos, las bombas atómicas…». Unos meses más tarde, esta conflagración mundial sin precedentes dio lugar a un nuevo orden internacional.

De la guerra total a la paz racional

El trauma causado por el conflicto reavivó una idea ya formulada en 1919 con la Sociedad de Naciones, fundada en Ginebra tras la Primera Guerra Mundial: regular los asuntos internacionales de forma racional, a través de un marco colectivo. El 14 de agosto de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, Churchill y Roosevelt firmaron la Carta del Atlántico, un documento que establecía los principios para garantizar la paz y la seguridad en el mundo. Este texto inspiró la Declaración de las Naciones Unidas, suscrita por 26 países aliados en 1942.

«Inicialmente, las Naciones Unidas se crearon para contrarrestar el totalitarismo, el nazismo y el fascismo, con la idea de que los países aliados decidieran no dejar de luchar hasta que el nazismo hubiera sido derrotado», explica Ludovic Tournès.

Fueron estos mismos países los que, pocas semanas después de la capitulación alemana, se reunieron en San Francisco para fundar oficialmente la Organización de las Naciones Unidas. La Carta de las Naciones Unidas (también conocida como Carta de San Francisco), firmada en junio de 1945 por 50 Estados, esboza un ambicioso proyecto: garantizar la paz mediante la cooperación, la justicia y la dignidad humana.

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Firma de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco el 26 de junio de 1945. Rue Des Archives / Rda

Debido a su neutralidad, Suiza no participó activamente en la fundación de las Naciones Unidas, a las que se uniría mucho más tarde, en 2002, a raíz de una iniciativa popular.

En la mente de quienes la fundaron, sin embargo, la paz no podía reducirse a la ausencia de guerra. «Creemos que un mundo en paz no es sólo un mundo en el que los asuntos internacionales se regulan mediante reuniones periódicas, sino también un mundo en el que todo el mundo tiene acceso a la salud, al trabajo y a lo que entonces se llamaba un nivel de vida mínimo», explica Ludovic Tournès. La ONU creó agencias especializadas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra.

El multilateralismo bajo presión

Sin embargo, 80 años después, los cimientos de la ONU parecen tambalearse. La retirada de Estados Unidos de la OMS y del Consejo de Derechos Humanos bajo Donald Trump, la parálisis del Consejo de Seguridad ante los conflictos de Ucrania y Gaza, la guerra comercial, el creciente escepticismo sobre las instituciones de la ONU y la crisis de liquidez… «La ruptura con la llegada al poder de Donald Trump es la ruptura con 80 años de multilateralismo», apunta Ludovic Tournès.

Una observación que comparte Johann Chapoutot, profesor de Historia Contemporánea en la Sorbona y especialista en nazismo: «Después de 1945, hubo un deseo de civilizar el mundo, es decir, de hacer del mundo una ciudad regida por leyes para evitar lo que había ocurrido durante dos guerras mundiales. Este consenso en Occidente se respetó hasta hace poco. Ahora se ha roto.

El fin de un ciclo

Johann Chapoutot señala que según su opinión esta erosión del multilateralismo no marca una nueva era, sino el final de un ciclo conservador que comenzó hacia el final de la Guerra Fría. «Creo que estamos al final de un ciclo, de una ‘contrarrevolución conservadora’ que comenzó a principios de los años ochenta con Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Gran Bretaña. Y precisamente porque estamos al final de este ciclo es tanto más radical y violenta».

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Arthur Vandenberg, senador estadounidense y figura clave en el proceso de creación de las Naciones Unidas, firmó la Carta de la ONU en San Francisco el 26 de junio de 1945. Keystone / Keystone

Este radicalismo toma la forma de regímenes «liberal-autoritarios», que combinan liberalismo económico y poder autoritario, según el historiador, que en su último ensayo, Les Irresponsables, rastrea los mecanismos que condujeron a la simpatía por la extrema derecha en la Alemania de los años treinta. «Esta alianza entre el liberalismo cínico y el cuestionamiento de la democracia es algo que vemos todos los días en el escenario mundial, empezando por Estados Unidos», señala.

Mientras el armisticio celebra su 80º aniversario en un contexto de guerra y ascenso de los extremos, el historiador nos insta a mantener la cabeza fría: «Una de las herramientas de la extrema derecha es aturdir a la gente con brutalidad, insultos y mentiras». Y reclama una mirada crítica más aguda: «La historia nos muestra que la extrema derecha es ciertamente violenta y vociferante, pero que podemos confiar en la incompetencia de sus líderes. El primer mandato de Trump fue un desastre. El segundo va felizmente en esa dirección».

Aprender las lecciones de una historia que parece repetirse. Casi un siglo después del nacimiento de las Naciones Unidas, se pide al multilateralismo que se reinvente ante los ecos del pasado.

Texto revisado por Samuel Jaberg. Adaptado del francés por Carla Wolff.

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