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Omar Porras, artista sin fronteras

Omar Porras dejó su Colombia natal a los 20 años , “movido por un deseo visceral de perderse”. Keystone

Su arte se nutre de múltiples culturas, derrumba prejuicios y hace las delicias de grandes y pequeños. Omar Porras, colombiano de origen y suizo de adopción, recibió esta semana el Gran Premio suizo de Teatro, más conocido como Anillo Hans Reinhart.

“¿Qué es la gloria?”, preguntamos a Omar Porras. “Es todo, menos la conquista de un trofeo”, nos responde combativo el nuevo laureado del Anillo Hans Reinhart. Sentado en la mesa de un café de Ginebra, el director de teatro se muestra distendido.

“Recibo este premio como una bella respuesta a la votación del 9 de febrero (sobre la iniciativa contra la inmigración masiva), pues recompensa una cultura venida de otra parte; que es la mía. Soy colombiano y suizo, tengo sangre española e india, y mi vida se sitúa en la encrucijada de mil caminos”.

El deseo de perderse

Omar Porras nace en Bogotá hace 51 años. En esa ciudad va a la escuela y desde allí parte a los 20 años, “movido por un deseo visceral de perderme”, explica. Llega a París, donde realiza cursos de teatro, pero no se siente a gusto en ese universo intelectual y bien ordenado.

Y es que Porras es ante todo un artista nato, que comienza a presentar sus espectáculos de saltimbanqui en los pasillos del metro parisino. Sus primeras obras estaban construidas íntegramente a partir de trozos de tela y pedazos de cuerda o hilos.

Pero el director ha hablado ya mucho de este periodo con los periodistas, así es que no quiere volver al tema. “El lado subterráneo de París es importante, tal vez porque representa la otra cara de la Ciudad Luz. Pero prefiero quedarme en la superficie para hablar de artistas maravillosos con los que me he codeado, como Pina Bausch o Bob Wilson, entre otros”, dice. Artistas con los que ha compartido escenarios de prestigio como el Théâtre de la Ville o la Comédie-Française.

Fantasía y magia

Sin embargo, es Ginebra la ciudad que le permite consagrarse como director de teatro y el punto de partida de su carrera artística internacional. Tras sus comienzos parisinos, Omar Porras llega a la Ciudad de Calvino. No le resulta fácil encontrar el calor latino en la capital protestante.

En 1990 funda la compañía Teatro Malandro, “mi hogar, al igual que Ginebra, que se ha convertido en mi casa. Esta ciudad me ha permitido crear todo un movimiento, más que una serie de espectáculos. Un movimiento de revuelta contra un arte convencional”.

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La escena teatral de la Suiza de habla francesa se despierta de su tradicional torpor con La visita de la vieja dama, que Omar Porras monta en escena 1994. El éxito en Ginebra es apoteósico. La obra del gran dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt se convertiría con los años en la obra de culto de la compañía, y marca la entrada del creador colombiano en el universo teatral helvético, para más tarde dar el salto a los escenarios europeos e internacionales.

Es difícil mantenerse indiferente ante esta sátira sobre el dinero en la que Friedrich Dürrenmatt se burla de las autoridades de su país. Unas autoridades que el talento de Omar Porras transforma en marionetas.

Con la Ley de Promoción Cultural (LEC), en vigor desde enero de 2012, la Oficina Federal de la Cultura ha creado una serie de premios que se otorgan cada año en los campos de la literatura, la danza, el teatro y la música.

Esta primavera se celebró la primera edición de los Premios suizos de Teatro, que se otorgaron el 22 de mayo en Winterthur. Aparte del Gran Premio del Teatro/Anillo Hans Reinhart concedido a Omar Porras, fueron laureados otros siete artistas o instituciones: Nikola Weisse y Fabienne Hadorn (actrices excepcionales); Massimo Furlan, Beatrix Bühler, Milo Rau, la argentina Cristina Castrillo, y la compañía junges theater basel.

El Anillo Hans Reinhart, creado en 1957 para honrar cada año a una personalidad de la vida teatral suiza, era hasta ahora un premio gestionado y atribuido por Sociedad Suiza del Teatro (SST). Desde la creación de los Premios federales, es la Oficina Federal de Cultura la que asume estas tareas.

El Anillo, que conserva su denominado original Hans Reinhart,  está dotado con 100.000 francos suizos que aporta la OFC. El jurado del premio es federal. A partir de ahora, la contribución de la SST se limitará a la publicación anual de una obra sobre el laureado.

Entre los anteriores ganadores cabe citar a algunos artistas de renombre, como Benno Besson, Bruno Ganz, Luc Bondy, Christoph Marthaler, Daniele Finzi Pasca… y ahora el suizo-colombiano Omar Porras.

Un análisis provocador de Suiza

“En mi opinión, Dürrenmatt es un guía y un guerrero. Su arma era la escritura, y la usaba a favor de la paz. Era un visionario. El análisis que hace de Suiza es provocador, pero justo. Según él, Suiza logra nadar y guardar la ropa. Se compromete, pero no del todo. Un curioso equilibrio. Pero Dürrenmatt, en tanto que autor, exige una toma de posición. Yo leo su obra como un manifiesto”.

En La visita de la vieja dama Porras ha puesto toda su imaginación y fantasía. Sus señas de identidad, para entendernos. Las que volveremos a ver en sus otros espectáculos, en los que máscaras, marionetas, purpurina, luces estroboscópicas y vestidos extravagantes hacen las delicias de niños y adultos. A ello se suman las referencias a los dibujos animados, la mitología griega o la iconografía judeocristiana, que se presentan siempre dentro de una atmósfera festiva. Ahí reside el encanto de su teatro, que no sabe de fronteras estéticas ni geográficas.

Influencia nipona

Porras ha llevado su arte de Europa a América Latina, pasando por Asia. Sus creaciones son apreciadas tanto en festivales como en escenarios más institucionales. ¿Cuál es su secreto? Una gran capacidad de adaptación a la cultura local, algo que ha demostrado en Japón.

Desde hace 15 años, viaja regularmente a Shizuoka (a 150 km de Tokio) para trabajar con los actores del Performing Arts Center. En 2012, presentó con ellos e Romeo y Julieta de Shakespeare, un espectáculo en japonés con el que recorrió Suiza el año pasado.

“Japón ha influido enormemente en mi trabajo”, confiesa Porras. “Lo que más me impresiona en la cultura nipona es una cierta noción de respeto que nosotros hemos perdido en Occidente, tan habituados como estamos a avasallar al otro, a entrar sin permiso en sus espacios personales. Aquí hemos perdido el arte del diálogo. Allí, nadie tiene la última palabra, así el dialogo siempre queda abierto”.

Shakespeare, Molière, Cervantes, Brecht, Henrik Ibsen, Federico García Lorca, son algunos de los autores que Omar Porras pone en escena. Tiene la facilidad de acabar con los prejuicios proyectando los textos de unos y otros en su universo barroco, en el cual Molière pierde sus versos alejandrinos, o Ibsen su melancolía.

Si bien es cierto que su estilo ha desconcertado a veces al público, su trabajo no deja de ser apasionante. Es difícil asimilar toda la riqueza de su teatro, que refleja la trayectoria de un artista ebrio de sus propios sueños.

Traducción del francés: Rodrigo Carrizo Couto

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