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Hipotecar la casa no bastó para cubrir los costos de la vejez

Una mujer revisa el brazo de un señor mayor.
Un creciente número de personas mayores recurre al apoyo de personal 24 horas sobre 24 para poder mantenerse en casa. Sin embargo, no faltan las dificultades. Keystone / Gaetan Bally

La sociedad suiza envejece y se vuelve una práctica habitual contratar a personal de planta para el cuidado de las personas mayores. Pero la convivencia puede ser difícil y los costos ciertamente no están al alcance de todos, como lo muestra este testimonio recogido en el cantón italohablante del Tesino.

A sus 89 años, el Sr. Antonio* conserva el buen ánimo. Lo advierto de inmediato al llegar a su casa en Bellinzona. Me recibe su hija Michela* mientras que él, guardando la recomendada distancia social, me escudriña. Me pide retirarme un momento la mascarilla protectora para ver mi rostro y en cuanto lo hago me brinda una linda sonrisa y me invita a instalarme.

Aunque todavía tiene un buen grado de autonomía y está bien rodeado por sus tres hijos, sería impensable que viviera solo. Los problemas cardíacos y la diabetes lo hacen sentirse inseguro, especialmente por la noche. Además, encargarse de todas las tareas del hogar estaría más allá de sus fuerzas.

Para poder mantenerse en su casa, que encierra tantos recuerdos, emplea a una trabajadora familiar a tiempo completo. Antonio está feliz de tener a Sofia*, una cuidadora búlgara de 62 años a quien considera una “verdadera perla”. Pero antes de encontrarla tuvo incómodas experiencias, además de un gran problema todavía latente: el económico.

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Alivio transitorio

Inicialmente, hace unos cinco años, Antonio y sus hijos decidieron recurrir a una persona de apoyo nocturno. En ese entonces, no era para él, sino para su esposa, María, quien sufre de Alzheimer. Hasta ese momento, gracias al apoyo de sus hijos, Antonio había manejado la situación simplemente con la ayuda de una enfermera privada y una trabajadora doméstica, algunas horas por semana.

Sin embargo, “como mamá solía levantarse sola por la noche, existía el riesgo de que se cayera. Por eso pensamos que era apropiado tener a alguien por la noche”, narra Michela.

Por intermediación de la enfermera privada, la familia se puso en contacto con una cuidadora que estaba disponible de inmediato: Elena*, una rumana experimentada, que les causó buena impresión. Antonio contrató así a la primera cuidadora. Sin embargo, lo que esperaba fuera una panacea se convirtió en una piedra en el zapato.

“A nosotros nos gustaba Elena: siempre estaba de buen humor, era exuberante”, dice Michela. Demasiado, en opinión de Antonio. Elena hablaba todo el tiempo, en voz alta, sin darse cuenta de que una persona mayor necesita tranquilidad, especialmente si vive junto a una esposa enferma. Antonio se sintió agotado. Además, Elena dejaba un cierto desorden y, para una persona meticulosa como él, resultaba difícil.

Un juicioso cambio

Mientras tanto, la condición de María se agravaba. “Mi hermana, mi hermano y yo ayudábamos, pero no podíamos estar presentes constantemente”, explica Michela.

Como Elena solamente estaba disponible durante el día, los hijos de Antonio empezaron a buscar a una cuidadora que pudiera estar en la casa 24 horas sobre 24. Después de varias entrevistas y algunas pruebas, tuvieron suerte: encontraron a Sofía con quien Antonio se entiende a la perfección. “Siempre es amable, hace bien todas las tareas del hogar, es buena cocinera. No es fácil cambiar los propios hábitos. Cada uno debe tratar de entenderse, y ella lo hace. Las otras, no”, confía Antonio, mientras Michela prepara la merienda.

Huerto con tomates.
Huerto de la casa de familiar, del que se ocupa personalmente Antonio aun cuando se acerca al umbral de los 90 años. swissinfo.ch

Adaptarse a las necesidades

Cuando Antonio dice “las otras” también se refiere a Juliana*, la reemplazante de Sofía los fines de semana y durante las vacaciones. Los inconvenientes con ella son similares a los de Elena. “Intentamos convencerlo de soportar esa situación, porque buscar una nueva cuidadora, volver a hacer los complejos trámites administrativos, explicarle todo, requiere una inversión considerable de tiempo y energía”, apunta Michela.

Sin embargo, con el tiempo, la separación de Juliana fue inevitable. Sin embargo, el mismo día en que una nueva cuidadora firmó el contrato de trabajo, la situación se precipitó. María volvió a caerse y debió ser ingresada en el hospital. De las terapias agudas, pasó a la rehabilitación, luego a una estadía temporal en un hogar medicalizado para ancianos. Sus condiciones empeoraron y María ya no pudo regresar a casa.

Para las necesidades de Antonio, una ayuda al 50% parecía suficiente. Y en los días de descanso y las vacaciones de la cuidadora, podía arreglárselas con apoyo de los hijos. A Sofía en ese momento, y por motivos familiares, le venía bien reducir el tiempo de trabajo.

Sin embargo, Antonio comenzó a sentir cierta ansiedad cuando estaba solo por la noche, pero no estaba dispuesto a probar una nueva experiencia con una cuidadora adicional. La suerte le sonrío: Sofia volvía a estar disponible a tiempo completo.

La convivencia entre Antonio y Sofía es armoniosa, basada en sólidas relaciones de mutuo respeto y comprensión. También se ha establecido una relación privilegiada entre Sofía y los hijos de Antonio. Cuando organizan fiestas familiares o excursiones, ella siempre está invitada. Como recientemente para el cumpleaños de Antonio, dice Michela. “Hasta me dio un regalo”, señala radiante Antonio, mostrándonos orgulloso el polo que lleva puesto.

Privarse del fruto de una vida de trabajo

Si no fuera por el dolor de tener una esposa enferma, Antonio ahora se sentiría satisfecho, después de una dura vida laboral, que comenzó de niño, cuando tuvo que dejar su hogar en el sur de Italia para ir a ganarse la vida en una mina en Bélgica, antes de llegar a Suiza.

A fuerza de trabajo y sacrificios, él y su esposa proporcionaron una formación a sus hijos y lograron comprar la casa donde vive. Un antiguo inmueble que remozó con sus propias manos, y que la pareja cuidó con empeño, lo mismo que el huerto, que Antonio sigue cultivando, y el jardín, donde María sembró tantas flores.

Sin embargo, Antonio se enfrenta ahora a un importante problema financiero. Su modesta pensión de jubilado no le permite cubrir los costos de una cuidadora.

Al principio hipotecó este hogar que se labró con tanto esfuerzo, y donde él y María, habiendo sido siempre previsores y ahorrativos, pudieron pasar juntos años de retiro. Sin embargo, el capital se está agotando y ahora se ve obligado a venderlo.

Para evitarle el enorme dolor de tener que dejarlo, algunos de sus hijos decidieron comprarlo para que pueda permanecer en él.

* Identidad conocida por la redacción

Desde 2011, el personal doméstico, incluidos los cuidadores, está sujeto al salario mínimo bruto establecido en una ordenanza federal en toda Suiza. Actualmente oscila entre 19,20 francos la hora para el personal no calificado y 23,20 francos para el calificado. El personal doméstico tiene derecho a 4 (en algunos cantones, 5) semanas de vacaciones pagadas al año y a días festivos también remunerados.

Por otro lado, el contrato colectivo de trabajo para la rama del trabajo temporal se aplica a las ayudas a domicilio contratadas a través de agencias de empleos temporales desde 2012. En ese caso, el salario mínimo varía según las calificaciones y las áreas de trabajo. Actualmente, oscila entre 20,33 francos por hora para el personal no calificado en el Tesino y 25,62 francos por hora para el personal calificado en las regiones de salarios altos.

Se puede deducir un máximo de 990 francos del salario mensual por alimentación y alojamiento a los cuidadores que viven en el hogar de la persona asistida.

Esos salarios mínimos legales no siempre son respetados.

Una encuesta de 2015 encontró que las agencias pagaban entre 1 500 y 3 000 francos al mes, incluidos alojamiento y comida, a los ayudantes a domicilio, contratados principalmente en países de Europa del Este que son miembros de la UE. También se registraron casos de salarios mensuales inferiores a 1 000 francos. Los costos facturados a los clientes de esas agencias oscilaban entre 4 500 y 13 500 francos mensuales.

A los sueldos brutos de los cuidadores se añaden las cuotas de las cotizaciones a la seguridad social y los seguros a cargo de los empleadores, así como los costes administrativos y de intermediación.

Para las personas que necesitan asistencia activa con regularidad, día y noche, los 7 días de la semana, los costos son aún mayores a medida que se acumulan los salarios de más cuidadores.

Cabe señalar que, de acuerdo con la ley, los auxiliares no están autorizados a prestar cuidados de enfermería. Estos últimos solamente pueden ser prodigados por personal de enfermería o trabajo comunitario de salud con diplomas reconocidos y autorizados por los cantones. Por lo tanto, los costos relacionados no se incluyen en los de un cuidador.

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Traducido del italiano por Marcela Águila Rubín

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