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Tras las huellas del auténtico prisionero de Chillon

Castillo de Chillon
Situado sobre la misma orilla del Lago Lemán, el castillo de Chillon goza de una ubicación ideal. Fondation du château de Chillon / L. Ryser

Situado a la orilla del Lago Lemán, el castillo de Chillon es el monumento más visitado de Suiza. En gran medida debe este éxito al poema de Lord Byron, El prisionero de Chillon, una obra de ficción inspirada en un personaje real, François Bonivard, cuya vida fue digna de una novela.

Nos encontramos en las entrañas del castillo, en una especie de cripta inmensa, sostenida por bóvedas y pilares. Uno de los laterales de la sala está excavado en la misma roca. El otro está formado por un muro de bloques de piedra, en el que se abren algunos pequeños y extraños huecos. Al otro lado del muro comienza la inmensidad del lago. Pero es imposible verlo, solo se puede adivinarlo.

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En el interior de esta sala enorme no hay gran cosa que ver. Una horca, vestigio del siglo XIX, destinada a reforzar el aspecto lúgubre del lugar, un letrero luminoso con un pequeño texto explicativo y el retrato de dos personajes. En resumen, nada demasiado emocionante. A primera vista, el castillo tiene otros lugares mucho más interesantes.

Sin embargo, es en esta cripta donde confluyen miles y miles de turistas. Pero esto no debe sorprendernos, puesto que es en este lugar donde se centra la acción del famoso poema de Lord Byron (1788-1824). Los dos personajes retratados en el recuadro del panel son el escritor inglés y François Bonivard (1493-1570), el prisionero que inspiró la obra literaria.

Una especie de cava con columnas
En esta cripta François Bonivard pasó cuatro años encarcelado. swissinfo.ch

Famoso gracias a la literatura

Condenado en su país al exilio por un divorcio que causó un gran escándalo, Lord Byron llegó a la región del Lago Lemán en 1816. “Se dirigía a Italia pero le encantó la zona y se quedó seis meses”, dice Samuel Metzener, guía del castillo. “El noble inglés visitó entonces el castillo acompañado de un gendarme, ligeramente achispado, que le contó la historia del prisionero”.

En aquella época el castillo ya era conocido. Es aquí donde Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) hizo morir a la protagonista de su novela Julia o la nueva Eloísa. Inspirándose en el lugar y en la historia del prisionero, Lord Byron escribió un largo poema titulado El prisionero de Chillon.

El texto, escrito en primera persona, describe los sentimientos del prisionero en su reclusión. Su condición de preso se ha convertido para él en algo tan familiar que cuando llega el momento de su liberación siente pesar. “Llegué a acostumbrarme a mis cadenas. Cuán cierto es que una situación a la que nos habituamos nos hace al final ser lo que somos. Recuperé la libertad con un suspiro”, dice el poema en sus últimos versos.

Desentrañando los vericuetos de sus sentimientos y presentado como un héroe de la libertad contra la tiranía, el prisionero de Lord Byron es uno de los personajes románticos por excelencia. La obra obtuvo rápidamente un éxito enorme, lo que hizo que la fama de Chillon se extendiera allende las fronteras. El lugar se convirtió incluso en una etapa obligatoria del Grand Tour, el viaje que entonces realizaban los jóvenes aristócratas británicos por el continente.

Del prior a prisionero

El prisionero histórico fue un noble de Saboya llamado François Bonivard. En aquella época el ducado de Saboya extendía su dominio sobre el Lago de Lemán, desde Ginebra a Chillon, así como al actual cantón de Vaud, salvo la región de Aigle que había caído en manos de Berna en 1475.

Originario de una familia estrechamente vinculada a la corte de Saboya, François Bonivard sucedió a su tío como prior de San Víctor de Ginebra, donde hoy se alza la iglesia rusa. “Ese fue para él el comienzo de los problemas”, explica Samuel Metzener. El priorato generaba grandes ingresos y poseía una gran cantidad de tierras, lo que despertó la codicia del duque de Saboya.”

Hubo además una circunstancia agravante. Bonivard era favorable a la independencia de Ginebra y también partidario de los “Eidgenots”, que abogaban por un acercamiento a los confederados suizos. Al no renunciar a sus derechos de prior, François Bonivard fue detenido y acabó en prisión.

Después de un primer encarcelamiento en el actual departamento de Ain fue nuevamente capturado en 1530 y encerrado en el castillo de Chillon. Fue puesto en libertad en 1536, durante la invasión del País de Vaud por los berneses y trasladado a Ginebra.

Tras el rastro de los famosos pasos

Su cautiverio en Chillon se divide en dos periodos. Durante los dos primeros años se le respetó su condición de noble y se le concedieron dos habitaciones en la zona de vivienda del castillo. Pero al duque le pareció excesivamente clemente esa situación y pasó los siguientes cuatro años en el subterráneo que hoy visitan los turistas.

Cuando, más tarde, él mismo describió las condiciones de su cautiverio, Bonivard relató que llegó a dejar en el suelo de la prisión rastro de sus huellas de tanto caminar dando vueltas en círculo: “Permanecí cuatro años y como mi único placer era pasearme llegué a socavar un camino en la piedra, como si hubiese sido labrado con un martillo”.

El problema es que no hay nada que lo confirme. “Cuando se produjeron las primeras excavaciones en el castillo, a finales del siglo XIX, no se encontró ningún rastro de aquellos famosos pasos. El arqueólogo que llevó a cabo los trabajos de excavación tuvo que dar explicaciones ante el gobierno de Vaud, molesto al ver que se desvalorizaba el mito del prisionero”, afirma Samuel Metzener.

“Pero eso no es sorprendente”, añade el guía. “No hay que tomar el texto al pie de la letra. Con esa historia de los pasos marcados en la roca, Bonivard se prestaba a una exageración totalmente al uso en el estilo literario del Renacimiento”.

Dos columnas en el sótano del castillo de Chillon
Los arqueólogos no encontraron rastro de los pasos del prisionero en la cripta. Incrustada en la roca, una placa rinde homenaje a Lord Byron. swissinfo.ch

Mujer ahogada

La historia de François Bonivard no termina con su liberación. Durante los más de 30 años que vivió después en Ginebra, su vida siguió siendo bastante turbulenta. La ciudad situada al final del lago se independizó y, sobre todo, se hizo reformista. En esas condiciones le fue imposible recuperar su cargo de prior. Bonivard se convirtió al protestantismo, aunque sin gran convicción.

Como “héroe” de la independencia tenía derecho al reconocimiento de la ciudad. Las autoridades le asignaron una pensión para compensar la pérdida de su cargo y le encargaron la redacción de las Crónicas de Ginebra, es decir, del relato de la historia de la ciudad. Pero una vez más Bonivard mostró su faceta más estrafalaria y utilizó un estilo extremadamente libre que hizo que sus Crónicas no gustaran a las autoridades y no las publicaran. El manuscrito acabó finalmente perdiéndose. No obstante, si aún puede leerse hoy día, es porque Bonivard fue lo suficientemente prudente como para hacer una copia personal del texto.

El exprior tuvo también una animada vida privada. Casado cuatro veces tuvo que defenderse ante la puritana Ginebra calvinista acusado de libertinaje. Más grave fue aún que su cuarta esposa fuera condenada a morir ahogada por ser culpable de adulterio con un criado de la casa.

El encarcelamiento que inspiró El prisionero de Chillon solo fue un episodio de seis años en medio de una larga vida llena de acontecimientos dignos de un héroe de novela. Por cierto, novela que todavía nadie ha escrito…​​​​​​​

El castillo de ChillonEnlace externo

Situado en un estrecho paso entre el Lago Lemán y las montañas, el sitio de Chillon es un punto estratégico en la ruta que conduce a Italia. Las excavaciones arqueológicas practicadas dan fe de que el lugar estuvo habitado desde la Edad del Bronce.

La primera mención del castillo se remonta al año 1150. Su situación en la ruta comercial que lleva a Italia le hace conocer un periodo de esplendor en los siglos XII y XIII. Pero su importancia comienza a decaer progresivamente cuando, a finales del siglo XIV, el ducado de Saboya decide trasladar su centro administrativo a Chambéry. El declive de la ruta del Gran San Bernardo a favor de los pasos alpinos situados más al sur acrecienta esta pérdida de importancia de Chillon.

Bajo el dominio de Berna (1536-1798) el castillo sirvió de fortaleza, polvorín y de prisión.

Desde 1803 es propiedad del cantón de Vaud. Fue restaurado a finales del siglo XIX y desde 1896 puede ser visitado a cambio del pago de una entrada. En 2018 fue el monumento más visitado de Suiza con 402 847 visitantes.

Está gestionado por una fundación que autofinancia el 96% de su presupuesto mediante ingresos propios (entradas, productos turísticos, alquiler de salas…).

Traducción del francés: José M. Wolff

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