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Solomon quiere iniciar una nueva vida

Solomon Aklilu en plena labor
El refugiado eritreo Solomon Aklilu en plena labor en la empresa Hegg, en el cantón de Berna. Luca Beti

Como muchos refugiados en Suiza, Solomon Aklilu aún no ha encontrado trabajo. Desde agosto de 2018, sin embargo, ha tenido la oportunidad de hacer un preaprendizaje en una empresa bernesa y de ir a la escuela. Suiza quiere mejorar las competencias profesionales de los refugiados e invierte 46,8 millones de francos suizos durante cuatro años para tal efecto.


Con gestos precisos, en un armonioso trabajo en equipo de sus dedos, Solomon coloca pequeñas planchas de cobre bajo una prensa. Con un ojo meticuloso los revisa y finalmente los deja a un lado y luego vuelve a empezar. Solomon Aklilu tiene 24 años, es eritreo y vive en Suiza desde hace tres. Lo encontramos en la fábrica de Hegg, en Münchenbuchsee, una ciudad a unos diez kilómetros de Berna.

El 1 de agosto Salomón comenzó su aprendizaje para convertirse en fontanero. No se trata de un verdadero aprendizaje: es un paso previo, una especie de plataforma de lanzamiento para promover la integración profesional de refugiados o de personas admitidas temporalmente en Suiza. “Quería aprender un oficio, pero mis conocimientos de alemán eran insuficientes”, dice el joven eritreo con permiso F. “Después de varias prácticas, fue la empresa Hegg, la que me ofreció la oportunidad de hacer la práctica.

Junto a Solomon está Hans Häubi, director de la empresa Hegg, especializada en trabajos de hojalatería y techado. “No es fácil encontrar aprendices en nuestra industria. Es una profesión que no atrae mucho a los jóvenes de hoy en día: a menudo estás al aire libre, sin importar las inclemencias del tiempo, y es un trabajo bastante pesado”, explica Häubi. “Después de verlo en el trabajo durante una semana de práctica profesional, quise darle a Solomon la oportunidad de hacer el año de preaprendizaje con nosotros. Y no es solo una oportunidad para él, sino también una inversión para la empresa. Necesitamos nuevos reclutas”.

3 600 plazas de preformación para refugiados

La difícil integración de los refugiados

Según un estudio realizado en 2014, solo el 48% de los refugiados reconocidos tenían un empleo diez años después de su llegada a Suiza. Entre los que fueron aceptados provisionalmente, esta cifra era de tan solo el 25%. Sin embargo, su integración traería enormes beneficios económicos. En 2016, casi el 86% de los refugiados se beneficiaron de la asistencia social.

¿Cuáles son las razones de su dificultad para encontrar una oportunidad profesional? Insuficientes competencias lingüísticas y profesionales, barreras culturales, valores y normas locales que deben respetarse y la falta de una red de contactos con la población local.

¿Dónde buscar a estos nuevos reclutas para que sean llamados a aprender profesiones que la mayoría de los jóvenes suizos rechazan? Por ejemplo, entre los refugiados. Por una parte, esto significa que ya no dependen de la asistencia social y, por otra, que mejoran sus competencias profesionales. Estas son algunas de las razones por las que la Secretaría de Estado para las Migraciones (SEM), en colaboración con los cantones, lanzó el proyecto de integración preformativa. Durante un período de cuatro años, a partir de agosto de 2018, la SEM pretende crear 3 600 puestos de trabajo en diversos sectores profesionales, especialmente en aquellos en los que existe una escasez crónica de aprendices. La Confederación apoyará cada puesto de preformación con un importe anual de 13 000 francos; los cantones deberán sufragar los costes adicionales. El cantón de Berna, por ejemplo, aportará 7 000 francos.

No es casualidad que entre las 70 empresas que han aceptado la invitación de la Dirección de Educación del cantón de Berna para dar a los refugiados la oportunidad de entrar en el mundo laboral se encuentre la empresa Hegg. Durante 32 años, la empresa tuvo en sus filas a un trabajador de origen tamil. Y así, con la voz resquebrajada por la emoción, Häubi nos muestra un álbum de fotografías. En la carátula están anotados los años 1984-2016 y el nombre del colaborador, que hace dos regresó a Sri Lanka. “Nos mantenemos en contacto a pesar de que ahora estamos a miles de kilómetros de distancia”, dice Häubi.

Mientras tanto, desde agosto, Hegg ha podido contar con un nuevo empleado: el joven Solomon Aklilu. Durante tres días a la semana trabaja en el laboratorio de la empresa o en los tejados de las casas bernesas. Los lunes y martes se encuentra entre los escritorios de la Escuela de Artesanía e Industria de Berna (GIBB). Ahí el chico debe perfeccionar y consolidar su alemán. “Mi principal dificultad es el idioma, especialmente el dialecto suizo-alemán, con el que me enfrento a diario en el lugar de trabajo”, dice el refugiado. “Mi fuerte son las matemáticas. Fui a Eritrea durante más de un año a la escuela secundaria. Quería ser químico. Pero luego tuve que huir”.

En la escuela para prepararse al “verdadero” aprendizaje

Hoy en día Salomón asiste a la integración de la clase de preaprendizaje A. Unos 20 jóvenes refugiados se sientan con él en el salón. Más de la mitad son eritreos, los otros proceden de Bangladés, Siria, Etiopía, Somalia y Afganistán. “Es un grupo muy heterogéneo”, explica el maestro Andreas Wüthrich. “Algunas personas han ido a la universidad y muestran una inteligencia extraordinaria. Y también están los que tienen un equipaje escolar bastante pequeño. A pesar de la gran diferencia en el nivel de formación, el objetivo es el mismo para todos: poder conseguir un contrato de aprendizaje. La Dirección de Educación Pública del cantón de Berna quiere alcanzar una tasa de éxito del 60%.

El horario escolar incluye clases de lengua y comunicación, matemáticas, conocimientos profesionales, sociedad y deporte. También se dedica una hora y media a los asuntos administrativos y al apoyo personal a los alumnos. “Casi todos cruzaron el Mediterráneo en barco hacia Europa. Muchos han perdido familiares y amigos. Es un pasado dramático que a veces resurge y que también debe ser abordado en clase”, dice el profesor Wüthrich. Solomon Aklilu también tuvo que huir de su tierra natal, dejando a su familia en casa. En Suiza ha estado buscando un lugar para vivir una vida digna de ese nombre. Y quiere construir esa existencia con sus manos, precisas e incansables. Quiere forjarlo como lo hace con láminas de cobre en el taller de Hegg.


(Traducción: Patricia Islas)

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