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Niños operados para poder rellenar la casilla del sexo

Entre M. y Deborah, las protagonistas principales de la película, surge una amistad que les ayudará a saber aceptar su intersexualidad. visionsdureel.ch

Entre el 1 y el 2% de los niños nacen intersexuales. Sin embargo, a menudo permanecen recluidos en un silencio desgarrador. El documental de Floriane Devigne ‘Ni d'Ève, Ni d'Adam. Une histoire intersexe’ [Ni Eva ni Adán. Una historia intersexual], presentado en el festival Visions du réel, les da voz. La directora suiza cuestiona esa norma por la cual la sociedad está dispuesta a ir, a veces, demasiado lejos. 

El secreto pesa como una losa. El tabú oprime, roe, destruye. Un matiz que, a la luz del documental franco-suizoEnlace externo de Floriane DevigneEnlace externo, adquiere todo su sentido.

Deborah y M., de 25 y 27 años, han crecido con el mismo secreto: nacieron intersexuales. Era imposible saber si eran niñas o niños. Pero como la sociedad no permite escapar al binarismo de género, los médicos decidieron que serían mujeres. “Me operaron para extirparme los testículos o las gónadas. A los nueve años volvieron a operarme porque todavía había algo que arreglar. Luego, a los doce años: según su punto de vista, por una cuestión más estética que otra cosa, pero para mí fue devastador”, cuenta Deborah en la película.   

De la película surge una asociación

De la amistad entre muchos de los protagonistas del filme y su entorno ha surgido InterActionEnlace externo, la asociación suiza para las personas intersexuales. La organización –creada en octubre de 2017– brinda apoyo a las personas intersexuales y a sus familias, sobre todo ofreciéndoles información.  Pretende crear “espacios seguros”, lugares de acogida, para las personas afectadas, y garantizar la asistencia telefónica directa. También promueve un enfoque despatologizado de la atención de los cambios en el desarrollo sexual. Información y contacto: https://www.inter-action-suisse.ch/home

Decidir lo más rápido posible, operar y, sobre todo, no decir nada. Así es como los niños intersexuales eran y siguen siendo atendidos a menudo. Deborah y M. supieron que eran intersexuales (y por lo tanto infértiles) hacia los 7 años. Deborah, después de un período de duda, se siente cómoda con su identidad. Siendo estudiante de la Universidad de Lausana, decide dedicar su tesis a la intersexualidad. M., por el contrario, que vive en París, sigue siendo prisionera de su tabú; presa de la angustia, lucha contra un cuerpo del que no logra adueñarse. “No consigo ver el futuro”, dice.  

“No hay ninguna cirugía urgente”

Cuando una productora le pide que se interese por las personas intersexuales, inicialmente Devigne se muestra escéptica; reacia a apuntar con su cámara a un tema íntimo del que no sabía nada y rechazado por su dureza médica. Sin embargo, el encuentro con las protagonistas inspira a la directora de Lausana, que elige como hilo conductor los mensajes que se envían las dos jóvenes. A través de un intercambio de correos electrónicos, se confiesan y comparten sus dudas y experiencias relativas a la diferencia.    

Las historias de M. y Deborah son similares pero difieren en un punto esencial: la primera ha crecido en Francia; la segunda, en Suiza. “Deborah ha tenido la suerte de estar acompañada por un médico del Centro Hospitalario Universitario de Vaud (CHUV) de Lausana, que es uno de los pocos médicos en Europa que se ha cuestionado a sí mismo, hace 20 años”, explica Floriane Devigne. Hoy, lucha contra las intervenciones tempranas en los recién nacidos intersexuales. “No hay ninguna cirugía urgente. La angustia de los padres no es razón para operar a un niño”, indica frente a la cámara, en contra de la opinión de muchos de sus colegas.

“Construimos una vagina para que las niñas puedan ser penetradas por estos señores. Es de una violencia increíble”
Floriane Devigne

La directora no ha encontrado en Francia un solo médico que acepte hacer esos mismos comentarios de manera pública. Así, los temores de M., una y otra vez, chocan con el silencio o con un discurso médico lleno de violencia. “No debimos haber hecho la segunda [intervención]”, les dijeron a sus padres. “Mucha gente ha integrado el discurso mayoritario. Están convencidos de que están malformados o sufren una patología y deben ser recompuestos”, lamenta Floriane Devigne, entristecida por la situación.  

“¡A esa edad, no te importa!”

El documental cuestiona hasta qué punto está dispuesta a llegar la sociedad en aras de la normalidad. La escena más conmovedora de la película ofrece una respuesta preocupante. Deborah habla por primera vez con su hermana Seirena, de 16 años, sobre su intersexualidad y las intervenciones a las que tuvo que someterse. Detalla las visitas al hospital para comprobar -bajo anestesia- “que podría tener relaciones sexuales ‘normales’ con un hombre”. El planteamiento suena mal cuando eres una niña de nueve años: “¡A esa edad, no te importa!”.

Los médicos, enfocados en comprobar que los órganos de los pacientes funcionan de manera correcta, olvidan su bienestar emocional. “En la adolescencia, se nos preguntaba de manera sistemática si teníamos una relación, pero no si éramos felices”, señala en la película Audrey, también intersexual. La posibilidad de desarrollarse fuera de la norma no se contempla. “Construimos una vagina para que las niñas puedan ser penetradas por estos señores. Es de una violencia increíble”, denuncia Devigne. Está indignada. “Se presupone que ser heterosexual y poder tener hijos es lo normal”, dice.  

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Prisioneros del silencio

Más allá de las operaciones y de la dificultad de vivir con un género que otros les han elegido, el principal enemigo de la juventud intersexual sigue siendo el silencio. No decir nada era parte de la gestión del proceso en el pasado. “Nos hubiera gustado conocer a otros padres de niños intersexuales, pero los médicos nos aconsejaron que no lo hiciéramos”, ha confesado el padre de Deborah en el estreno de la película. 

La cámara no insiste en el sufrimiento. Va más allá y revela el nacimiento de una amistad. Una amistad de esas que dan la fuerza necesaria para romper las cadenas que impiden vivir. Paso a paso M. termina rompiendo el tabú. En contacto con Deborah, pero también con Audrey y Edward, también intersexuales, su caparazón se desmorona. “Intenté captar el momento en el que explicas a la sociedad algo de lo que nos pidieron que no habláramos”, dice Floriane Devigne.

M. finalmente se revela. Deborah encuentra las palabras para compartir al fin su historia con su hermana. Y si resultaba más doloroso para una que para otra salir de la sombra, era porque “yo tenía un secreto; M., un tabú”, explica Deborah.

Intersexuación: operaciones con consecuencias graves

No hay estadísticas completas y fiables sobre la cantidad de personas que nacen intersexuales. Sin embargo, el estudio citado con más frecuencia, el de Anne Fausto-SterlingEnlace externo (profesora de Biología de la Universidad de Brown, Estados Unidos), estima que cerca del 1,7% de la población está afectada por la intersexuación. A veces las variaciones en la diferenciación sexual no son visibles al nacer y aparecen más tarde.

En algunos casos, la intervención médica inmediata es necesaria porque hay peligro de muerte; en otros, no está justificada. Sin embargo, en el pasado muchos niños fueron sometidos a cirugía para asegurar que su sexo fuese claramente identificable. Estas operaciones a veces se realizaban sin el consentimiento de los padres; y a menudo, con consecuencias irreversibles. Ya en la década de 1990, los estudios demostraron que los niños operados a edad temprana sufrían complicaciones físicas y psicológicas en la edad adulta.   

La profesión médica ha comenzado a cambiar su actitud, pero todavía no existe una ley al respecto. En 2016, el Gobierno suizo, a raíz de un informe de la Comisión nacional de ética en la medicina humana (CNE)Enlace externo, recalcó que las intervenciones prematuras o innecesarias eran contrarias al derecho a la integridad física.  (Fuente: agencia ATS)

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