Jago, el escultor que desafía la fugacidad: «Mientras todo se mueve, mi obra queda quieta»
Claudia Sacristán
Roma, 14 nov (EFE).- En un mundo de imágenes fugaces, el escultor italiano Jago defiende la quietud como forma de «revolución». Conocido por sus impactantes esculturas de mármol, el artista ahora se enfrenta a su obra desde una perspectiva inédita: la gran pantalla.
«Es un trabajo muy diferente», reconoce el artista en una entrevista con EFE sobre el documental ‘Jago: El nuevo genio de la escultura’, dirigido por el italiano Luigi Pingitore, que se proyectará los próximos 17 y 18 de noviembre en varios cines españoles.
El escultor no oculta su satisfacción al haber podido ver su proceso creativo desde un ángulo inédito: «Es muy raro para un artista ver y participar en los entresijos de la creación de su propia obra a través de los ojos de otro. Para mí fue una experiencia formativa, una buena escuela».
Jacopo Cardillo, conocido artísticamente como Jago (Frosinone, 1987), saltó a la fama en 2009 en la Bienal de Venecia con un busto de mármol de Benedicto XVI al que años después, tras su histórica renuncia, despojó de su casulla.
«Todo lo que hacemos es un testamento. Si lo hacemos bien, es algo que, de alguna manera, atestigua nuestro paso por esta tierra», afirma.
En ‘Jago: El nuevo genio de la escultura’, el documental sigue la evolución del artista mientras trabaja en una de sus obras más ambiciosas, una Piedad contemporánea inspirada en las creaciones de Miguel Ángel, donde un padre sostiene el cuerpo de su hijo en una postura que expresa un dolor inconsolable.
«En un mundo de imágenes baratas, mi obra, como todas las estatuas, se queda quieta mientras todo se mueve. Mis grandes estatuas, tan pesadas, deben permanecer inmóviles», señala.
Este acto de quietud, asegura el escultor, es una «pequeña gran revolución», no para ir contra corriente, sino como una necesidad de «permanecer quieto, observar y tomar un tiempo para reflexionar».
«El principio de algo»
A lo largo del largometraje se retrata la lucha interna de Jago: por un lado, el deseo de sumergirse en su creación, por otro, la necesidad de compartir su proceso con el mundo: «No es un biopic, narra el principio de algo».
«La cámara siempre tiene los ojos puestos en ti», comenta, refiriéndose a las dificultades de trabajar bajo el escrutinio de un equipo de filmación.
Las escenas, grabadas en el taller de Jago, ubicado en la iglesia desconsagrada de Sant’Aspreno ai Crociferi en Nápoles (sur de Italia), muestran su proceso creativo y su relación con la comunidad, con el barrio, otro eje central de su trabajo.
El escultor, que rodó el documental en 2021, se reconoce hoy más hábil, pero asegura que su esencia sigue intacta: «La actitud no cambia, sigo siendo el mismo niño entusiasta».
Cuatro años después, el artista acaba de reabrir su museo tras un largo periodo de restauraciones llevadas a cabo, precisamente, por jóvenes de la Academia de Nápoles.
Un artista pragmático
Lejos del idealismo romántico de algunos artistas, Jago también se distingue por su enfoque pragmático hacia la economía y la gestión empresarial.
«Si no me dedicara también al aspecto económico, no podría realizar mis ideas», explica con sinceridad y añade: «sería un artista con buenas ideas, pero frustrado e incapaz de realizarlas. Profundamente deprimido».
Para Jago, su éxito radica en mantener una actitud creativa similar a la de un niño entusiasta, pero complementada con una visión empresarial que permite crear dinámicas y generar oportunidades.
«Mi trabajo artístico no termina cuando cuelgo una escultura o un cuadro. La obra es la comunicación, el momento de compartir», concluye el escultor.EFE
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