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Jaume Romagosa, los libros eran su pasión

Jaime Romagosa sentado leyendo un libro
El librero Jaume Romagosa vivió los cuatro últimos años de su vida en la residencia de ancianos del hospital Burgerspittel en pleno centro de Berna. Aquí falleció el pasado 18 de mayo a los 97 años de edad. Der Burgerspittel

Berna pierde a uno de sus libreros más entrañables y enigmáticos. El catalán Jaume Romagosa, propietario de la librería Iberia, fallecido el pasado 18 de mayo a los 97 años de edad. Sus familiares y amigos destacan su infinita pasión por los libros y su habilidad para los negocios. También fue profesor de idiomas, crítico de cine, periodista y colaborador de Radio Suiza Internacional, la predecesora de swissinfo.ch.

Un miércoles de enero de 2011 entró en la librería Iberia la cineasta Leila Kühni. Acababa de enterarse del inminente cierre del famoso establecimiento en la céntrica y transitada plaza Hirschengraben de Berna. Tenía curiosidad por saber quién era el hombre que durante cuatro décadas había regentado esta tienda de libros antiguos. Le preguntó si podía filmar y él le contestó que sí. Fue a buscar la cámara y ese mismo día empezó a rodar lo que acabaría siendo la película El librero de libros antiguos (Der Antiquar am Hirschengraben, 2014Enlace externo). 

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Kühni recuerda sus sensaciones al entrar en ese mundo apartado y silencioso. Durante tres años volvería cada mes para grabar. “Se acercaba a mí, mostrando, explicando y contándome cosas. A veces escenificábamos situaciones. Le pedía que sacara un libro, limpiara una tapa o subiese la escalera.” Era importante transmitir la materialidad de los libros, explica.

Una persona afable y discreta

Kühni destaca el temperamento sosegado de Romagosa, su afabilidad y modestia. Era una persona muy educada, subraya Jaume Monfort, sobrino del librero: “Le molestaba soberanamente oír algún taco”, puntualiza el arquitecto afincado en Lloret de Mar, que destaca su faceta de políglota y su carácter tímido e introvertido. 

Muchos amigos y familiares coinciden con esta caracterización. El hispanista Ewald Rüfli, presidente del Círculo de Amigos de España, Portugal e Iberoamérica de Berna, conoció a Romagosa en los años setenta. “La primera impresión que tuve de él fue la de una persona afable y solícita, pero a la vez distante”, dice.

Un representante del típico librero catalán

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Si las paredes hablaran

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El lingüista y cineasta Enrique Ros, hijo de inmigrantes catalanes que regentaban el famoso Café du Commerce, lo conocía desde niño. Para él, Romagosa era el único representante visible de una cierta burguesía intelectual catalana en Berna. De la librería conserva imágenes imborrables. Fue ahí donde compró su primera edición de El Quijote.

“Los  libros antiguos los tenía en la parte de delante, y en la trastienda estaban los libros en español. Había que subir unos peldaños crujientes para acceder a esa parte”, recuerda. Los pedidos seguían un ritual escrupuloso: “Se ponía en una máquina de escribir y apuntaba el pedido. Me acuerdo perfectamente que siempre me decía que lo iba a pedir, pero que lo haría cuando juntara unos cuantos pedidos.”

“Se le notaba su pasión por los libros. Supongo que se veía dentro de la tradición del librero catalán”, explica Ros, que ve en él al típico lletraferitEnlace externo, un “herido por la letra”. 

De la misma manera lo define Thomas Liechti, propietario de la librería LibRomania, que también realza su carácter algo estrambótico. Le fascinan dos facetas divertidas pero contradictoriasde de Romagosa: “Por un lado era un comerciante ansioso por vender libros y sacar adelante el negocio, pero al mismo tiempo era un bibliómano incapaz de separarse de sus libros más queridos.”

Guardaba bajo llave sus tesoros más preciados

Romagosa conocía su biblioteca al dedillo. “Me acuerdo que entraba en su librería y le decía qué libro necesitaba. Y él contestaba sencillamente con un sí o un no. No necesitaba consultar ningún fichero”, reconoce Rose Zaugg-Giró, socia en la asociación Catalans de Suïssa. 

También Margarita Monfort, hermana de Jaume, alude a esa faceta de su tío: “Lo tenía todo en la cabeza”. Recuerda también sus lecturas preferidas. Le encantaban Marcel Proust y Alexandre Dumas. Un día le preguntó con qué libro se quedaría si tuviera que elegir uno solo. Y él le contestó: Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi. “Me hizo mucha gracia porque fue el libro que de pequeño le había encendido la chispa de la lectura.”

Jaume Romagosa detrás del mostrador de su librería
Thomas Liechti

Romagosa tuvo especial cuidado con los libros más valiosos. Poseía cincuenta ediciones de El Quijote, la más preciosa era una segunda edición. “Ese ejemplar lo guardaba atrás del todo en su armario. Pocas personas lo habrán visto. No lo mostraba a nadie por miedo a que se lo robaran”, comenta Liechti. 

Una incógnita es también el número de volúmenes que llegó a coleccionar. En 2010 debía de tener unos 25 000 libros, según calcula un periodista de Berna. Ahora, el total debe rondar los 10 000 ejemplares, estima Liechti. Ya en vida se había desprendido de gran parte de las existencias. 

Su colección sobre cinematografía la donó a la filmoteca Lichtspiel. También cedió libros a Daniel Thierstein, gerente de dos liberarías anticuarias en Berna y Biel. Otros muchos fueron a parar al Bücherbergwerk, una librería dedicada a la obra social. Y los libros en catalán forman ahora parte de la colección ‘Donació Jaume Romagosa’ en el Centre Català de Lausana.

Celoso de su vida privada

Jaume Romagosa, el librero, era un personaje conocido. Pero Jaume Romagosa, el hombre, era un perfecto desconocido. “Era un ser solitario. Le gustaban las conversaciones pero de su vida sentimental apenas contaba nada”, recuerda Liechti, que mantuvo una relación fluida con él. Durante tres décadas se citaban para almorzar dos veces al año, primero en el hotel Schweizerhof y más tarde en Äusserer Stand, su restaurante preferido.

“Las sobremesas siempre se ceñían a los mismos temas”, indica Liechti. Aparte de los habituales intercambios sobre temas profesionales, eran recurrentes los recuerdos que Romagosa guardaba del Freies Gymnasium (escuela privada de bachillerato) de Berna, donde coincidió con el escritor Friedrich Dürrenmatt. 

También hablaban sobre el libro Tren nocturno a LisboaEnlace externo, novela publicada en 2004 por el filósofo y escritor bernés Peter Bieri bajo el pseudónimo de Pascal Mercier. Bieri frecuentaba con regularidad la librería y la convirtió en el punto de arranque de su trama novelística sobre una historia de amor en los tiempos de la dictadura de Salazar en Portugal. La obra fue un bestseller internacional y se llevó al cine en 2013 con Jeremy Irons en el papel principal.

Con sus libros hasta el último suspiro

Tras el cierre de la librería Iberia en 2011, Romagosa continuó vendiendo libros desde la trastienda. Fue el momento en que sus familiares le sugirieron mudarse a Barcelona. Pero él se negó. Su sobrino Jaume Monfort comprende la decisión: “Son tantos años arraigados en Berna, que dejar este entorno, era muy difícil.” 

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El librero Jaume Romagosa en el salón de su vivienda

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Jaume Romagosa, catalán de Sants

Este contenido fue publicado en Jaume Romagosa nace el 22 de marzo de 1923 en Barcelona. Su padre Jaume Romagosa Catafau era contable e hijo de caseros y comerciantes de ultramarinos del Barrio Gótico. Su madre, Teresa Buscà, procedía de una familia de veterinarios de la barriada de Sants. Al poco tiempo de su nacimiento su madre se lo lleva…

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En febrero de 2016, Romagosa tuvo que dejar su dúplex en la Effingerstrasse 29. Había recibido un aviso. Se mudó a la residencia del hospital Burgerspittel, donde se sentía muy a gusto. 

“Iba a la librería por la mañana, luego volvía, comía, escuchaba su emisión preferida de música clásica en la radio, cenaba y miraba las noticias de las nueve de la noche en la televisión. Este ha sido su ritmo habitual… Quería estar hasta el final con sus libros, con su música y en su cama. Y lo consiguió”, recuerda la sobrina Margarita Monfort, librera de profesión.

Uno de los compañeros de camino del librero que lo vio por última vez es Ewald Rüfli. Fue unos días antes de que el Gobierno suizo decretara las medidas extraordinarias contra la pandemia. “Hablamos sobre cine. Quería ver la última película de Pedro Almodóvar, Dolor y gloria. Se la compré, pero luego prohibieron las visitas a las residencias, y así el DVD se quedó en mi casa”, dice Rüfli, emocionado. Confiesa sentirse tocado por la muerte. 

“Era un interlocutor muy afable y culto. No éramos amigos íntimos, pero nos entendíamos muy bien.” Romagosa se estaba recuperando de una operación de cadera practicada en abril. Ya había vuelto a la residencia, pero su cuerpo ya no soportó el esfuerzo. Falleció en su habitación el pasado 18 de mayo rodeado de sus libros, tal como siempre lo había deseado. El funeral tendrá lugar este viernes 29 de mayo en el cementerio de Bremgarten, donde será enterrado junto a sus padres en la tumba familiar.

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