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JJOO y derechos humanos: una ocasión perdida

El estado de los derechos humanos no tiene, en realidad, mucho que ver con los Juegos Olímpicos, considera Pierre Haski. Keystone

La importancia dada a la causa tibetana en los países occidentales ha impedido un posible diálogo con la China urbana, opina Pierre Haski, especialista en China y cofundador de la página Web Rue89, asociada de swissinfo.

Antes de lanzar, junto con otros, la página Web Rue89, Pierre Haski cubrió desde Pekín la actualidad china para el cotidiano francés ‘Libération’. Provisto de tal experiencia, el periodista francés ha publicado varias obras sobre el gigante asiático. La más reciente se intitula Internet y China (Editorial Seuil). Entrevista.

swissinfo: ¿Está la preparación de los JJOO acompañada por una deterioración de los derechos humanos en China, como afirma Amnistía Internacional?

Pierre Haski: Considerando la importancia de lo que está en juego, las autoridades chinas están nerviosas; mucho más al no transcurrir este año según lo previsto. Eso ha ocasionado algunos endurecimientos, sin duda, coyunturales.

Lo que quiere decir que la situación de los derechos humanos tiene poco que ver con los Juegos Olímpicos. Desde hace muchos años presenciamos hechos anticipados y retrocesos conexos con la evolución política del país y el calendario del partido comunista.

swissinfo: Al concentrarse en el Tíbet los defensores de los derechos humanos, ¿no han perjudicado a la causa de los derechos humanos en el resto de China y dado una ganga a las autoridades chinas?

P.H: La irrupción del dossier tibetano es consecuencia de las manifestaciones del mes de marzo. Los tibetanos, tal como otras víctimas de injusticias, saben que el periodo previo a los JJOO representa una vitrina de oportunidad excepcional. Era pues evidente que todos trataran de atraer hacía su causa los reflectores de los medios de comunicación. Los tibetanos lo han hecho de manera excepcional.

Ello supone que fue un error el haber mantenido la atención en la causa tibetana, sobre todo durante las manifestaciones que acompañaron el recorrido de la llama olímpica. Lo fue porque la mayoría de los chinos no percibió la cuestión tibetana como un problema de derechos humanos, sino como un asunto de integridad territorial y de unidad de China, mientras que los occidentales lo veían justamente como la reivindicación de un pueblo presto a disponer de sí mismo.

Esa es la fuente de un inmenso malentendido entre una parte de la población china – aquella que se expresa por Internet- y los occidentales sensibles a los asuntos relacionados con los derechos humanos.

swissinfo: ¿Se puede hablar entonces de una ocasión desaprovechada?

P.H: Ciertamente. Uno de los errores cometidos fue considerar que los acontecimientos de marzo en el Tíbet eran comparables con los de Tiananmen. En 1989, el poder tenía a toda la población en contra suya porque había hecho disparar contra la juventud en pleno corazón de la capital; mientras que los hechos del pasado 14 de marzo fueron vistos por una mayoría de los chinos como un acto de violencia de los tibetanos en contra de los chinos. Por eso acogieron mal los apoyos posteriores a la causa tibetana y regresaron al lado del régimen.

Gracias a su propaganda y a las reacciones espontáneas de la gente, el poder fortaleció sus cimientos en vez de replegarse en defensiva con respecto a las violaciones de los derechos humanos persistentes en China.

Por lo tanto, es una ocasión perdida. Allá donde pudo haber diálogo y construcción de pasarelas, hubo incomprensión y ruptura entre los chinos con acceso a los medios de comunicación, a Internet, y el mundo occidental.

swissinfo: Internet y China –el tema de su obra reciente-, ¿permite comprender los nuevos espacios de libertad en China y cómo los gestiona el poder?

P.H: Internet es un buen prisma para comprender cómo se desarrolla China. Por un lado, nosotros tenemos un poder que apuesta por la tecnología capaz de desarrollar su economía, conscientes de que ello comporta riesgos en el plano político. Tal apuesta ha sido ganada porque China es hoy en día el primer mercado de telecomunicaciones en el mundo y porque algunas empresas chinas se han convertido en gigantes en la escala mundial.

De otro lado, el régimen ha puesto en funcionamiento el mayor sistema de vigilancia de Internet que permite controlar el uso subversivo de Internet. Pero lo que no había previsto es la emergencia de una opinión pública que espontáneamente se enardece a raíz de, por ejemplo, un suceso. Debido a este fenómeno en Internet han cambiado las leyes. Algo nunca visto en la historia china.

El poder aprende actualmente a entretenerse con esta opinión surgida de la clase media. Presenciamos la redefinición de un contrato social en China. Las autoridades conceden una serie de libertades individuales (elección de modo de vida, libertad de viaje por el mundo, libertad sexual, elección de la educación de los hijos) a esta clase urbana que hoy en día es la verdadera base del régimen. A cambio, el poder mantiene una línea roja alrededor del campo político.

Queda una zona gris donde la opinión pública abruma. El poder la toma o no la toma en cuenta, según sus intereses. O sea que se diseña una nueva manera de hacer política en China. El poder está evidentemente obligado a soltar lastre frente a una sociedad en plena transformación y gestación. Él (régimen) utiliza a su vez esta opinión pública en sus relaciones de fuerza con los poderes regionales o locales.

Entrevista swissinfo: Frédéric Burnand, Ginebra
(Traducción: Juan Espinoza)

Las autoridades chinas no cumplieron su promesa de mejorar la situación en materia de derechos humanos y, por el contrario, la represión se acentuó en víspera de los Juegos Olímpicos de Pekín, según un reciente informe de Amnistía Internacional.

La organización internacional de defensa de los derechos humanos recuerda que China se comprometió a introducir mejoras en ese rubro cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) la eligió, en 2001, como sede de los Juegos Olímpicos de verano 2008.

Pekín, resume el informe, continúa las prácticas de “condenar a muerte y ejecutar cada año a miles de personas”, recurrir “a la detención administrativa arbitraria”, acosar, intimidar, encarcelar e infligir malos tratos a los “defensores de los derechos humanos, incluidos periodistas y abogados”, además de mantener la censura sobre el Internet.

Los periodistas que laboran en el centro olímpico de prensa en Pekín, no pueden tener acceso, por ejemplo, a la página web de Amnistía Internacional. Además, China ha confirmado que censurará el Internet utilizado por los medios de comunicación durante los juegos.

Después de dos años de interrupción, representantes suizos y chinos celebraron a principios de julio, en Pekín, su décima reunión en el marco del diálogo sobre los derechos humanos. El embajador Thomas Greminger presidió la delegación suiza.

Suiza es el primer país occidental que ha institucionalizado con China un diálogo sobre los derechos humanos. Ya lo hace desde 1991.

Ese diálogo tiene la forma de encuentros periódicos en China o en Suiza. Los intercambios de puntos de vista van en tres direcciones: las ejecuciones de penas de justicia, derechos de los menores, y la aplicación de los derechos humanos en la economía.

La novena reunión tuvo lugar en Suiza en el mes de marzo de 2006.

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