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“En Suiza, Borges podía ser él mismo”

Jorge Luis Borges y María Kodama, en Buenos Aires en 1976. Fundación Internacional Jorge Luis Borges

Hace exactamente 20 años, el 14 de junio de 1986, moría en Ginebra el escritor argentino Jorge Luis Borges, ciudad donde descansan sus restos. Ese día, como cada día de sus últimos años, María Kodama, su discípula y esposa, estaba junto a él. Y lo recuerda...

A 20 años de su muerte, durante junio se multiplicarán en el mundo los homenajes para rendir tributo a Jorge Luis Borges. Buenos Aires, Lisboa, Madrid, París, Nueva York, Puerto Rico y Ginebra serán sólo algunas de las ciudades que honrarán su obra y su memoria.

Pocos saben hasta qué punto Suiza marcó la vida del escritor argentino. Ese pequeño país neutral, donde un Borges adolescente llegó en 1914 junto a su familia para atender la ceguera progresiva de su padre, y donde lo sorprendieron el amor y la guerra, y pudo descubrir la solidaridad y el respeto.

Allí encontró la fuente de inspiración para ‘Los Conjurados’, la última obra literaria que el genial escritor dejó como “legado a la humanidad”.

swissinfo recordó junto a María Kodama -discípula, compañera y esposa del autor argentino más universal- pasajes de la vida de Borges en Suiza, sus amigos, sus lugares, sus miedos y sus sueños…

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899.


Por influencia de su abuela inglesa, fue alfabetizado en inglés y en español.


En 1914, viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato (1914-1918) en el Lycée Jean Calvin.


En Suiza estudia francés y alemán, idiomas que le permiten ampliar sus lecturas y descubrir a filósofos como Schopenhauer y Nietzsche, entre otros.


‘Los Conjurados’, su último libro de poemas, aparece en 1985 y está inspirado en Suiza.


Fallece en Ginebra el 14 de junio de 1986, a los 86 años, poco después de haberse casado con María Kodama.

Sus restos se encuentran en el Cementerio de Plainpalais.

“El milagro secreto”

“Fue el gran amor de mi vida. Por un lado extraño todo lo que compartíamos juntos y lo que nos divertíamos. Y todo el afecto, la ternura, el cariño y el amor… Pero por otro lado, es como “el milagro secreto” (yo lo llamo así), porque a lo largo y a lo ancho del mundo, toda la gente que nos conoció juntos lo recuerda, y me lo recuerda, con enorme cariño”

“Entonces, de algún modo, con todos estos homenajes que se hacen siempre en torno a su obra y a él, me da la sensación (aunque sé que ha partido) que está de algún modo con nosotros, pero de otra manera”, dice emocionada Kodama, desde París, ciudad donde se prepara a partir a Suiza para asistir al tributo que dará a Borges la Sociedad de Lectores de Ginebra.

Aunque hoy estos actos están colmados de satisfacciones, no siempre fue así:

“Borges era una figura muy polémica, y aún después de 10 años de su muerte, cuando yo iba a dar una charla o conferencia sobre él a otro país, siempre aparecía alguien que decía ‘soy argentino’ y lo cuestionaba”

“Era como si me arrojaran el guante a la cara y empezaban a cuestionarlo. Entonces yo, en lugar de dar la conferencia, tenía que ponerme a explicar porqué no era así. Pero eso fue pasando, y ahora, a veinte años de su muerte, ya no sucede y está todo en armonía. Y creo que, en parte, debido a mi infinita paciencia” explica Kodama, actual presidenta de la ‘Fundación Internacional Jorge Luis Borges’

Mujer, compañera, esposa…

Kodama llegó a Borges cuando tenía apenas 12 años, de la mano de un amigo de su padre que la llevó a escucharlo en una conferencia, porque como ella quería escribir y estudiar literatura, pensaron que debía conocer a ese escritor, a quien admiraban tanto.

“Y después, cuando tenía 16 años, empecé a estudiar con él, como alumna. Y luego el tiempo fue transcurriendo y se fue tejiendo otra historia muy linda…”, agrega apresurada.

Por entonces, la joven no imaginaba que Borges iba a ser el amor de su vida, pero su intuición de niña ya le había dado señales que no llegaba a comprender:

“Sabía que era algo especial. Cuando una profesora mía –que se suponía que tenía que enseñarme inglés, pero que finalmente me enseñó muchísimas cosas de la vida, pero no inglés- me leyó uno de los dos poemas ingleses de Borges y, aunque yo no entendía, me quedó como una música. Algo que, sin saber por qué, estaba en armonía conmigo.”

¿Cómo era un día compartido con Borges?

Diferente pero parecido. Más o menos así describe la escritora un día de la pareja:

“Lo divertido era que él era muy inesperado: a veces quería dictar, otras escribir, otras leer… Estudiábamos siempre y nos divertíamos muchísimo. Por ejemplo, alguien conseguía los textos del islandés, del anglosajón, y disfrutábamos con eso! También íbamos al cine, caminábamos, íbamos a comer… en fin, ¡lo que hace todo el mundo!”

“Pero el matiz está dado no por lo que se hace, sino por la forma en que se hace, en la intensidad que se le pone a las cosas. Creo que eso es lo que hace la diferencia entre vivir con Borges o con cualquier otro señor. Simplemente porque el matiz, la sensibilidad, las palabras que se eligen para decir las cosas son totalmente distintas aunque la cotidianeidad sea la misma.”

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Suiza, modelo y legado

Los Borges habían llegado a Suiza acompañando a Jorge Guillermo, el padre del escritor, para someterse a un tratamiento oftalmológico.

Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial cambia los planes familiares y se ven obligados a establecerse en Ginebra, donde Borges cursa tres años del bachillerato en el Lycée Jean Calvin y estudia francés y alemán, idiomas que le permiten ampliar sus lecturas y descubrir, entre otros, a Schopenhauer y Nietzsche.

Atrapado en una ciudad ajena, donde no conocía el idioma y viviendo una guerra sangrienta que no comprendía, el escritor argentino vio su vida marcada por esos años:

“En Suiza había aprendido la tolerancia. Él vio como recibían a los refugiados de la Primera Guerra Mundial en Ginebra y eso lo marcó para toda la vida. Digamos que su último libro ‘Los Conjurados’ es como su testamento literario para la humanidad, como él mismo decía”, explica Kodama, y asegura:

También me contó, muchos años después, que sus compañeros de curso intercedieron por él ante el profesor del colegio donde asistía en Ginebra para que no le exigiera tanto porque era extranjero y apenas conocía el idioma francés. En esas cosas él sentía una enorme solidaridad, algo que tampoco olvidó”

“Borges decía que Suiza era un ejemplo para el Mundo porque es un país que se ha formado con gente que conserva la individualidad de su idioma y de su religión, respeta eso, vive en armonía y formó un país, por la inteligencia y por la razón.”

“Y justamente, al final de ‘Los Conjurados’ dice que él sabe que pedir eso para la humanidad es prácticamente imposible, pero que ojalá él sea profético y eso llegue algún día para la humanidad: una convivencia respetando las diferencias.”

“En Suiza Borges podía ser él mismo”, concluye con firmeza.

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