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“¡Me enamoré por partida doble!”

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Miriam Kull adora los diamantes… y también las espadas, los corazones y los tréboles. De hecho, esta madre trabajadora de 32 años ocupa buena parte de su semana pensando en ellos: es jugadora de cartas a escala internacional.

“Les digo a mis amigos que no me pregunten de bridge, porque entonces nadie me para”. Pero aquellos que corren el riesgo, pronto descubren los desafíos de atender a dos hijos, tener un empleo en las oficinas cantonales bernesas y cargar la presión que significa representar al país.

Todo inició hace unos diez años durante sus vacaciones en Italia con una amiga de la facultad de economía. Un amigo las invitó a una partida de naipes.

“Estaba sentada allí sin entender nada,  pero me interesaba porque también se utilizaban las cartas con las que se juega el Jass [el juego nacional de cartas helvético, similar al bridge] y otros juegos”.

De vuelta en Suiza, navegando en la red buscó la palabra ‘bridge’ y encontró un curso dirigido a los universitarios en Berna.

“Me inscribí y desde el primer encuentro, cuando jugamos hasta después de la media noche, me enganché al juego. ¡Y conocí a quien se convirtió en mi esposo¡ Al principio, todos pensaban que la única razón por la que acudía era para verlo, pero también era el juego. ¡Me enamoré por partida doble!”

Hay dos cosas básicas que esta mujer adora del bridge: “La lógica del juego en sí mismo: los números, las probabilidades, las estrategias, me encanta el desafío mental y el aspecto social, el hecho de jugar en pareja contra otro dúo. “Se trata de estar en la misma longitud de onda con tu compañero y hacer que esa compatibilidad crezca para tener un mejor juego”.

Juego internacional

Muchos esposos juegan juntos, pero llegan a los clubes y citas en autos separados, de tal modo que si la partida se torna difícil y hay cólera por ello, cada quien puede volver a casa solo…

“Bien dice el dicho ‘No emparejes con tu pareja” sonríe Kull. “Todo el mundo comete errores y no es bueno llevar a casa las razones de una derrota. Argumentar en la cama sobre la mala mano que se tuvo en el juego no es bueno”.

Admite que al principio no fue sencillo jugar con su esposo. “Nos disputabamos mucho, pero ahora adoro jugar con él y describirle mis aventuras en el bridge. Si el no jugase lo mismo, no podría hacerlo y no podría compartir esta parte de mi vida con él”.

¿Es cierto que tuvieron una luna de miel en medio de partidas de bridge? “Bueno, no fue realmente así, pero un par de semanas después de nuestra boda fuimos a un campo de bridge en Alemania y permanecimos jugando junto con otras ocho parejas”.

“Es un juego internacional:  he jugado en mis vacaciones en España, en Croacia, solo hay que ir al club de bridge más cercano, sentarse y jugar. No importa si no hablas la lengua local”.

Este juego de cartas con baraja inglesa es uno de los más populares en el mundo.

Se juega con cuatro participantes (dos parejas adversarias). Habitualmente cada uno se sienta frente a su compañero.

Se cree que sus orígenes se remontan a la versión rusa del juego de naipes Whist, denominada biritch. Las formas del Whist se remontan al siglo XVI, pero el bridge en su forma actual se conoce desde la década de 1920, especialmente en Estados Unidos.

Perdió popularidad en la década de 1940, pero lo juegan aún millones de personas en el mundo. Tan solo la Liga de Bridge de EE.UU. estima que lo juegan tres millones de personas en ese país.

En Suiza, de acuerdo a la Asociación de Bridge local, unas 10.000 personas lo juegan.

La Federación Mundial de Bridge se encuentra en Lausana.

Entre los famosos jugadores de bridge, reales o ficticios, se encuentran James Bond, Warren Buffett, Bill Gates, Hercule Poirot, Winston Churchill, Chico Marx, Martina Navratilova, Buster Keaton, Omar Sharif  y Snoopy (la caricatura de Charles Schulz).

Determinación

No es sencillo imaginarse a Kull en todo momento afable, entusiasta y con una sonrisa durante una partida, no obstante, ella se describe como “muy calmada, centrada y nada emocional”, al menos, todo esto en la mesa de juego. También es muy determinada, una cualidad vital para alcanzar en una década la internacionalidad, como ella lo ha logrado.

Miriam admite que su nombre se lo ha ganado tal vez porque hay menos jugadoras fuertes -en comparación con los buenos jugadores, hombres-, en Suiza, para ser llamadas a participar en encuentros internacionales.

“Los mejores jugadores en el mundo son hombres. Mucha gente se pregunta la razón. La respuesta es sencilla: los hombres tienen menos ‘distracciones’, como la familia. Para ser un jugador de primera clase debes concentrarte mucho e invertir mucho tiempo entre los 25 y los 45 años, y esto no es fácil para una mujer.”

Los principales jugadores participan en torneos cada fin de semana, a parte de los periodos cortos de encuentros de verano. Si asumimos que tienen un empleo que les ocupa durante toda la semana, a muy pocos les queda tiempo libre para asuntos personales o familiares.

“No es sencillo”, admite. “En el caso de un matrimonio se requiere de mucha organización y disposición de ambas partes: mi esposo debe apoyarme y yo a él. Así puede funcionar el todo”.

Aventura olímpica

Kull representó a Suiza por primera vez en los Juegos Mundiales de Deportes Mentales en Beijing en 2008. Formó parte del equipo mixto, con seis integrantes.

“Fue una de las más divertidas aventuras de mi vida. Jugamos y dormimos en el mismo sitio que los atletas, es decir, en la Villa Olímpica. Estuvimos allí dos semanas y jugamos entre siete y ocho horas cada día”.

Después representó a Suiza en el equipo femenino del Campeonato Europeo en la ciudad belga de Ostend, en 2010.

“Mi esposo vino conmigo y cuidó de nuestro hijo, y durante las pausas yo alimentaba al bebé. ¡Todos los voluntarios allí lo adoraron!

Hoy sus pequeños tienen cuatro y dos años de edad, y ella ha comenzado a jugar más, después de dedicarle buen tiempo de su día a su joven familia.

Miriam espera representar a Suiza de nuevo. El año pasado obtuvo el título nacional en parejas mixtas.

Próxima generación

Cuando no juega cartas o no juega con sus hijos, Kull utiliza la lógica de su cerebro en una buena ocupación: trabaja con las autoridades cantonales en Berna en el sector financiero y administrativo de los centros dedicados a la atención de jóvenes, cuyos padres no pueden atender durante su jornada laboral.

Y esta suiza está segura de poder enseñar a jugar bridge. “Estoy segura que esto puede ayudar en la escuela, a la concentración de los chicos”, pero admite que no es fácil atraer a las nuevas generaciones con este juego.

“Viví durante cinco años en Zúrich e intenté invitar al juego a la gente joven,  lo mismo hice aquí en Berna, pero no encontré en ninguno de los dos sitios la fórmula del éxito”.

Y se conforma diciendo: “Espero que a nuestros hijos les guste, pero uno nunca sabe.”

Traducido del inglés por Patricia Islas

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