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La crisis en Tailandia abre una era de incertidumbre

Las manifestaciones se vuelven habituales en Tailandia. Reuters

El estado de urgencia está en vigor en Bangkok, tras los enfrentamientos entre opositores y simpatizantes del Gobierno, pero el ejército rechaza intervenir para expulsar a los manifestantes.

La inestabilidad amenaza a Tailandia, pivote democrático de la diplomacia suiza para todo el Sudeste asiático.

Al decretar el estado de urgencia el pasado en Bangkok, 02.09, el Primer Ministro Samak Sundaravej reconoció en cierta forma una doble impotencia.

En primer lugar, porque no logró poner fin, por medio de la negociación, a un movimiento de protesta que dura ya 10 días. El balance de los enfrentamientos es de un muerto y 44 heridos.

En segundo lugar, los militares tailandeses se negaron a expulsar a los miles de manifestantes que asedian las oficinas del Gobierno en la capital aun cuando la vigencia del estado de urgencia prohíbe cualquier reunión de más de cinco personas.

“Nos inquietamos sin inquietarnos de verdad”, declara en Berna Jean-Philippe Jutzi, portavoz del Ministerio suizo de Exteriores, que por lo pronto desaconseja a los suizos viajar a ese país.

Misma postura del consulado de Tailandia en Ginebra. “El abucheo contra el primer ministro no va a causar miedo”, relativiza Armand Jost, cónsul honorario de Tailandia y ciudadano suizo.

No hay analogía con el putsch de 2006

Reconoce, ciertamente, que la analogía se hace rápidamente entre los desórdenes actuales y los de hace dos años, que concluyeron con un putsch del ejército. Sin embargo, Armand Jost destaca que la situación parece diferente esta vez, el comandante en jefe del ejército, Anupong Paochinda, ha declarado en reiteradas ocasiones su decisión de no intervenir con el uso de la fuerza.

Armand Jost recuerda que incluso en el putsch de septiembre de 2006, ningún tiro fue disparado. “La palabra golpe de Estado tiene una connotación muy fuerte en nuestra cultura, pero es diferente en un país que ha tenido 18 desde la abrogación de la monarquía absoluta en 1932.”

Indudablemente… desde la primavera de 2006, cuando los primeros manifestantes se concentraron para reclamar la dimisión del ex líder populista multimillonario Thaksin Shinawatra, las manifestaciones se convierten en una práctica en Bangkok.

Las raíces de la crisis

Y los movimientos de protesta continúan, a pesar de la salida de Thaksin, de la toma del poder del ejército en el otoño, de la organización de nuevas elecciones el invierno pasado y de la formación de un nuevo Gobierno de coalición bajo la dirección de Samak Sundaravej.

El país se enfrenta a una crisis política mayor, cuyas raíces son profundas y todo el mundo en el terreno lo admite: el sistema no está preparado para solucionarla.

Todo comenzó con las transformaciones que el muy criticado pero muy eficaz ex primer Ministro, Thaksin Shinawatra, quiso imponer a la nación, un desarrollo económico a cualquier precio, a despecho de algunas tradiciones ancestrales.

Intentó así liberar a la sociedad tailandesa de una corrupción bien afianzada, principalmente a través de una “guerra total contra la droga” en 2002. Pero, la sustituyó con una nueva forma de contubernio basado en alianzas oportunistas entre empresarios más que en privilegios de clase transmitidos a lo largo de generaciones.

Ciudad contra campaña

Este cambio suscitó mucho descontento y dividió fuertemente a la población en dos campos, las comunidades rurales y las urbanas se miraban con desconfianza.

Asombrosamente, el innovador encontró a sus más entusiastas simpatizantes en las campiñas, gracias a algunas medidas populistas como el examen médico a 30 bahts para todos, lo que representa alrededor de un franco suizo.

La élite intelectual de las ciudades, al contrario, comprendió rápidamente el riesgo de dejar a Thaksin Shinawatra dirigir al país como a una empresa de la que sería el único dueño.

Combatir lo intocable

Pero si el movimiento de oposición tomó tal amplitud es porque Thaksin Shinawatra terminó por combatir lo intocable, poniéndose en contra al propio rey Bhumibol Adulyadej, decano de las cabezas coronadas del planeta, y venerado por todos sus súbditos. Por otra parte, sus ideas modernas iban también contra una determinada concepción de Tailandia, budista y tradicional, bien afianzada en el orgullo nacional.

Así fue como llegó a una situación paradójica donde los manifestantes no reclaman más libertades y democracia sino menos, y donde el ejército no interviene para restablecer el orden sino “para devolver al rey lo que pertenece al rey”, a saber, una cierto derecho de fiscalización más moral que política, puesto que el monarca no tiene ya hoy un verdadero poder.

La crisis no cesó con la salida al exilio de Thaksin, ya que a los ojos de los opositores, el actual jefe de Gobierno, Samak Sundaravej, sólo es el testaferro de su antecesor. El bloqueo es total, y el forcejeo entre el Gobierno y los manifestantes se endurece cada día.

La situación no es tan sombría

¿Por consiguiente, no es legítimo temer una explosión de violencia? “Hasta ahora, los tailandeses siempre han encontrado soluciones positivas a sus dificultades. No hay ninguna razón para que no sea el caso esta vez. Tanto más que un segundo golpe de Estado sería muy mal visto por la comunidad internacional”, lanza a Armand Jost.

“Es crucial que Tailandia se mantenga como un país estable”, afirma Berna que considera que no por qué ver las cosas tan negras.

Armand Jost considera, por su parte, que será necesario algo más que algunas manifestaciones para poner en tela de juicio “las relaciones especialmente cálidas que existen desde siempre entre Suiza y Tailandia”.

Recuerda que el rey tailandés hizo todos sus estudios en Lausana y que el reino ofreció recientemente al cantón de Vaud un pabellón tradicional en oro y maderas preciosas.

swissinfo, Niki Nadas
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

La Alianza del Pueblo para la Democracia (PAD), que ocupa actualmente la sede del Gobierno en Tailandia, es una coalición heteróclita de militantes nacionalistas, monárquicos y sindicales que pretenden eliminar la herencia del ex primer Ministro Thaksin Shinawatra (2001-2006).

Se presentan como los garantes de la monarquía contra una presunta voluntad de Thaksin de regresar a Tailandia para restaurar la República.

Fundada en febrero de 2006 por un magnate de la prensa, la PAD había contribuido ampliamente, con sus manifestaciones en Bangkok, a desestabilizar a Thaksin antes de que fuera depuesto por el ejército en septiembre de ese año.

La PAD exige la dimisión del actual Primer Ministro, Samak Sundaravej, elegido en diciembre de 2007 tras 16 meses de administración militar. Lo acusa de ser una “marioneta” de Thaksin, que se refugió en Gran Bretaña después de ser acusado de abuso de poder y corrupción.

Capital: Bangkok
Población: 66,4 millones
Régimen: monarquía constitucional
Jefe de Estado: Rey Bhumibol Adulyadej
Jefe de Gobierno: Samak Sundaravej

Relaciones bilaterales
5445 Suizos o doble-nacionales vivían en Tailandia a finales de marzo de 2008.
150.000 turistas suizos viajan cada año a Tailandia.

1897: primera visita de un monarca tailandés a Suiza.
1931: firma de un Tratado bilateral de amistad y comercio.

Rey Bhumibol Adulyadej
5.12.1927: nacimiento
1933-1950: estudios en Lausana
1946: acceso al trono
1964: última estancia en Suiza

2006:60 aniversario de su reinado
2007:80 aniversario

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