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La esmeralda robada de Eugenia de España no será devuelta

Al frente, collar y cruz, En el fondo damas de la realeza
royal magazin

Una cruz tallada en una sola esmeralda valorada en 500 000 euros que perteneció a la reina Victoria Eugenia de España ha reaparecido en Suiza treinta años después de que se le perdiera la pista. La prima del rey Juan Carlos I de España, a quien se la robaron durante un viaje en avión, está teniendo problemas con la justicia de Ginebra para recuperarla.  

Según la página web Noblesse & Royautés, Victoria Eugenia de Battenberg —que se casó con el rey Alfonso XIII de España— “era conocida por su pasión por las joyas”. En particular, las esmeraldas. Incluso —anota dicho sitio web—gracias a la venta de algunas de ellas “la reina compra su residencia Vieille Fontaine en Lausana”, donde falleció en 1969.

Entre las alhajas más famosas de la reina se encuentra una esmeralda de origen colombiano de 40,02 quilates y 4 cm de largo, tallada en forma de cruz, con diamantes en cada extremo de sus brazos. La gema perteneció a varias personalidades de las monarquías inglesa y española, luego fue vendida y recomprada varias veces antes de pasar a ser propiedad de Olimpia Torlonia, nieta de Victoria Eugenia.

La joya a través del tiempo.
La princesa Beatrice de Gran-Bretaña, la reina Victoria Eugenia de España, la condesa Albina du Boisrouvray y la princesa Olimpia Torlonia. Todas llevan la cruz de esmeralda de los Andes de la emperatriz Eugenia. Royal Watcher

Pero en 1989, en un vuelo entre Ginebra y París, a Olimpia Torlonia le robaron esta preciada cruz, que no estaba asegurada y viajaba en el equipaje facturado.

Se presentó una denuncia en Francia, pero pasaron casi treinta años hasta que la pieza salió a la luz. En 2017, Olimpia Torlonia reconoció la cruz en las fotografías de una subasta organizada por Sotheby’s en Ginebra.   

Tenía un precio estimado de entre 450 000 y 650 000 euros e inmediatamente fue retirada de la venta. Ante la Fiscalía de Ginebra, Olimpia presentó una denuncia contra desconocido por transmitir un objeto proveniente de un delito, blanqueo de dinero y violación de la ley de transferencia de bienes culturales. La esmeralda fue secuestrada.  

“Prescripción adquisitiva”

El vendedor era D., responsable de una empresa de joyería española. Interrogado por los investigadores, explicó que había recibido la cruz en los años 90, de su padre, un joyero, quien previamente la había obtenido “de un tallador de piedras que solía vender piedras preciosas”.

D. no dispone de ningún justificante que acredite la compra y tampoco ha tomado “ninguna medida para verificar el origen legal de la esmeralda, sin saber que tenía un valor significativo”. Se había puesto en contacto con Sotheby’s “porque pensaba que la mejor forma de vender la esmeralda era una subasta, al no estar acostumbrado a tratar con piezas tan valiosas y no tener clientela para una piedra así”.  

El Ministerio Público le acusó de “tentativa de encubrimiento de bienes robados” por haber intentado vender la gema, “que sabía o debía presumir que un tercero había obtenido mediante un delito contra la propiedad, esto es, un robo”. El procesado D. respondió que estaba “convencido de que había adquirido la esmeralda por prescripción adquisitiva, lo que en España significa que ‘si tienes algo contigo durante seis años y nadie lo reclama, pasa a ser de tu propiedad’”.

En 2021 el caso se remitió al Tribunal de Policía de Ginebra, el cual se limitó a archivar el procedimiento contra D. De hecho, pese a que las circunstancias de la adquisición de la cruz son “opacas”, los hechos han prescrito y el vínculo del caso con Suiza es “demasiado tenue”. El tribunal también decidió devolver la esmeralda a Olimpia Torlonia, su “legítima propietaria”.

Sin embargo, para la princesa esta victoria procesal duró muy poco. El 2 de mayo de 2022, la sala de lo penal de apelación revocó esta decisión y exigió que la cruz se devolviera a D.

Según el tribunal, en realidad, D. había “tenido la piedra durante más de veinte años antes de su secuestro”. Más tiempo que los cinco años durante los cuales Olimpia Torlonia poseyó la alhaja, que le regaló su suegro, el industrial y coleccionista francés Paul-Louis Weiller, en 1984.

“Esta posesión por parte del procesado, a pesar de los antecedentes de la joya y de su vinculación con la familia de la demandante, no podía negarse y debía, por el contrario, llevar […] a considerar al procesado —[…] sin decidir la cuestión de fondo— como la persona más legitimada para que se le devolviera la joya”, consideró el tribunal suizo.

Además, “no hay nada que sugiera que el procesado actuara de mala fe en el momento de adquirir la esmeralda, ni posteriormente, hasta el momento en que fue secuestrada”.

Es cierto que “sus explicaciones durante el proceso fueron inconexas. No obstante, esto no permite concluir que de esta manera esté encubriendo un comportamiento ilegal. El tiempo transcurrido desde algunos de los hechos —que se remontan a hace casi treinta años— puede explicar una memoria vacilante en algunos puntos, al igual que las consideraciones familiares, en particular en las relativas a la herencia, pueden explicar ciertas reticencias o contradicciones”.  

 ¿Y Sotheby’s?

La sala penal también expresó su sorpresa por el hecho de que Olimpia Torlonia hubiera optado por centrar su procedimiento en D. y no, por ejemplo, en Sotheby’s.

“Parece […] delicado imputar al acusado, un joyero profesional, una intención delictiva simplemente porque, dadas las particularidades de la cruz, que es claramente de gran valor, no pudiera establecer la trazabilidad de su origen. Dichas medidas no fueron exigidas por las entidades implicadas en la tasación […] ni en el examen”.

Así, por ejemplo, Sotheby’s no “consideró la posibilidad de que esta esmeralda pudiera haber sido robada”, a pesar de que su desaparición figuraba en Art loss Register [con más de 700 000 artículos, es la mayor base de datos privada del mundo de arte, antigüedades y objetos de colección robados].

De hecho, treinta años antes Sotheby’s ya había vendido por separado el collar que originalmente sostenía la cruz. Engastado con diamantes y esmeraldas, formaba parte de la colección de la familia boliviana Patiño y, en aquel momento, su valor se estimó entre 1,5 y 2 millones de dólares.

En cuanto a D., en sus escritos afirmó que, si la cruz “realmente tenía valor histórico, debía devolverse al Estado español”.  

D. fue defendido por José Ramón Tent Rosello (del despacho Falanga & Partner) y Olimpia Torlonia por los abogados Shelby du Pasquier y Miguel Oural (de Lenz & Staehelin). Estos últimos, contactados por Gotham Cityc dicen que su clienta es “la legítima propietaria de la cruz y recurriremos al Tribunal Federal”.

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Adaptado del francés al español por Lupe Calvo

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