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La suiza que ayudó a salvar una selva en Brasil

Anita plantando un árbol a orillas de un río
El proyecto de la bióloga suiza Anita Studer, 76 años, permitió reforestar la selva brasileña de Pedra Talhada con la plantación de ocho millones de árboles en 35 años. Anita Studer

La ONG Nordesta, de la bióloga suiza Anita Studer, ha plantado 8 millones de árboles, a lo largo de 35 años en la selva brasileña de Pedra Talhada.

La historia comenzó con el interés de una doctoranda suiza por el pájaro anumará y con el paso del tiempo se convirtió en un amplio proyecto social y ecológico. A los 35 años de iniciado, ha permitido la plantación de 8 millones de árboles en Brasil, la construcción de escuelas y puestos de salud, principalmente en el norte y noreste de Brasil. Su artífice: una bióloga suiza que hoy tiene 74 años y a la que ni la COVID-19 ha podido detener.

Anita Studer, responsable de Nordesta recibe a swissinfo.ch en la oficina de Ginebra de esa organización no gubernamental que este año celebra tres décadas y media de existencia. Afuera, el frío suizo contrasta con el calor de un país en el que ha pasado buena parte de su vida y  del que posee un conocimiento profundo. En su portugués se advierte el acento del noreste brasilero.

En síntesis, su relato es el siguiente: viajó a Brasil para ayudar a proteger el anumará, un pájaro negro brasilero que constituía el tema de su tesis de doctorado, y terminó salvando una selva, la de Pedra Talhada, que forma parte de la Mata Atlántica, ubicada ente Alagoas y Pernambuco.

“Al descubrir ese pájaro también me di cuenta de que la selva corría peligro, que muy pronto iba a ser desmontada. Buscaba un ángulo de estudio. Entonces mi profesor, que trabajaba en la Universidad de Campinas, me dijo que era un buen tema, porque nunca se había estudiado ese pájaro. Pero me dijo que había que hacerlo rápidamente, porque en diez años no habría más selva”.

Pájaro negro
El Anumará es el pájaro que desencadenó el trabajo de reforestación Anita Studer

Ya en esa época le interesaba la ecología y quería estudiar el comportamiento de las aves.

“Como estaba descubriendo un pájaro, quería también imaginar su futuro. Así que reuní coraje y me dije: voy a estudiarlo, pero primero voy a proteger el bosque”. Desde entonces – y durante toda su vida – la palabra que más escuchó fue “imposible”.

Pero Anita es de la gente que trabaja con lo imposible. En los años 80 comenzó a plantar árboles en un momento en que ecología era una mala palabra, y en paralelo con su doctorado sobre las aves de Brasil.

Al profundizar en sus estudios descubrió que en la región donde efectuaba sus investigaciones nacía el agua que abastecía a siete municipios y a 300 000 personas de los alrededores. En esa época, recuerda, había muchos pobres y pocos propietarios de tierra.

Reserva de agua en Quebrângulo, estado de Alagoas, 1994.
Reserva de agua en Quebrângulo, estado de Alagoas, 1994. Anita Studer

“Era difícil explicar a la gente humilde, que tenía hambre, la necesidad de proteger la naturaleza.  Ellos desmontaban para vender la madera y comprar papas. Y el que tenía ganado quería desmontar para contar con más espacio para sus animales. En ese entonces, para ellos, la selva no valía nada. Era una situación muy difícil”, rememora quien consiguió tematizar la cuestión y alertar sobre los desafíos futuros para el abastecimiento del líquido vital,

“Fabricamos camisetas, hicimos mítines, para enfatizar el hecho de que el agua venía del bosque”. Muchos años después, el objetivo del proyecto es el mismo: proteger a la naturaleza.

“Ayudamos a la gente y a cambio la gente ayuda a la naturaleza”, enfatiza Anita Studer, quien en 2009 fue galardonada por el Gobierno francés con su más prestigiosa distinción: el título de “Chevalier de l’Ordre National de la Légion d’Honneur“.

En 1989 y después de muchos años de negociaciones, el Gobierno brasilero creó la Reserva Biológica Federal Pedra Talhada con el apoyo de Nordesta que colabora estrechamente con el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio).

Reserva de agua en Quebrângulo, estado de Alagoas, 2018
Reserva de agua en Quebrângulo, estado de Alagoas, 2018 Anita Studer

Intensa rutina de trabajo

Al principio, Anita permanecía seis meses en Brasil y seis meses en Suiza. Pero en los últimos años, viajaba tres o cuatro veces al año al país sudamericano. Sin embargo, en 2020, debido al coronavirus, pudo ir solo una vez.

Nos reunimos con ella dos días después de que regresara de San Pablo. Previamente, y estando en Suiza, contrajo la COVID-19 y debió ser hospitalizada ya que sus niveles de oxígeno eran muy bajos. Pero no se detuvo: desde el nosocomio siguió trabajando y habló con las enfermeras sobre Brasil.

Cuando está en el país sudamericano su ritmo de vida es intenso: se levanta a las cuatro de la mañana para observar a los pájaros “porque sigo estudiando la vida de las aves”.

“Las observo escondida desde une pequeña barranca. Después almuerzo y atiendo los proyectos en marcha. Veo gente. Tengo también muchas reuniones. Debo visitar los proyectos y continuar mi investigación. Hago publicaciones científicas. Mi investigación ya lleva 30 años”.

“Me interesa visitar cada proyecto. Hay uno que recibe mucho dinero del financiador y me gusta seguirlo de cerca. En septiembre, por ejemplo, visité las escuelas y el proyecto con las abejas en el Amazonas. Luego, un taller de costura en Ceará”.

colmenas
Meliponario en Amazonia. Colmenas con abejas nativas Meliponas sin aguijón. Anita Studer

Sin embargo, nos comenta que le es difícil permanecer fuera de Suiza durante mucho tiempo ya que siempre hay urgencias y es necesario estar en el país para encontrar el financiamiento necesario. La rutina de Anita es ardua. A sus 76 años trabaja entre ocho y diez horas por día, incluso sábados y domingos.

Es difícil plantar árboles en Brasil

Conseguir tierras en Brasil para plantar árboles es complejo, subraya Anita. Explica que millones de árboles fueron plantados en áreas privadas después de mucha negociación, pero sin poner en riesgo los intereses de los propietarios.

“Puedes plantar a lo largo del río para proteger el agua, pero no sobre la pradera. Esto aquí es un logro, hablamos con el propietario porque esta agua está disminuyendo (dice señalando un punto en una fotografía). Le dije: si se planta un árbol, el árbol crecerá, y protegerá. Entonces se mostró anuente”.

“Cuando dos o tres propietarios están de acuerdo con la reforestación, los otros siguen. Piensan que es hermoso. Tienen hijos y hablamos también con ellos. Es intenso el trabajo de convencimiento. Insistimos. Como no quieren que se reforeste la pradera, entonces hacemos corredores forestales. El buey, la carne, el pasto son los reyes de Brasil”, explica la bióloga suiza que confirma así haber entendido bien la lógica del país.

corredor forestal
Reforestación durante 8 años del Corredor forestal. Quebrângulo, estado de Alagoas. Anita Studer

Anita Studer suele decir que quien planta un árbol va a pensar dos veces antes de cortarlo. “Porque plantar un árbol es un proceso largo, difícil. Primero tienes que recoger las semillas, almacenarlas. Para tener un árbol de gran tamaño, hay que esperar 20 años. La gente adquiere sensibilidad. La vida de estos hombres cambia radicalmente, totalmente. Saben que es un proceso difícil, largo. No dejamos de hablarles. Ellos se encargarán de cuidarlos, los defenderán”.

Sin embargo, el desmonte continúa, deplora. “Mucho más de lo que debería ser”. Solo para tener una idea, en octubre, el tallado de árboles en la Amazonia creció un 50% en relación con el mismo mes de 2019, según datos del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales). “El desmonte se aceleró en estos últimos meses, es muy grave. Al cortarse los árboles, en cierta forma la selva ya no puede asegurar su papel de portadora de biodiversidad”.

Aprender portugués con los brasileros del campo

Anita recuerda que cuando visito por primera vez Brasil no podía decir una sola palabra en portugués, ni siquiera para indicar que “necesitaba ir al baño”. Debía hablar con las manos, con los ojos.

“Ahí comencé a aprender con la gente. Sabes que en el campo no se usa la gramática. Es un estilo muy bonito. Nunca tuve tiempo para realizar un curso porque los primeros 25 años fueron una carrera contra el tiempo. Al principio lo aprendí a la fuerza. Después empecé a leer también a los grandes escritores de Brasil. Los biólogos también me corregían”.

Personas en torno a una mesa con hortalizas
Primeras ventas de hortalizas del proyecto agroforestal de Quebrângulo, estado de Alagoas. Anita Studer

Y quien aprendió el idioma con la gente de campo quiere hablarle a la gente del campo. En su propia lengua.

“Por eso hago mis libros en portugués y no en inglés. Escribo para el hombre de campo, para que entienda, por ejemplo, cuando explico que ese es el pájaro hornero. Es muy difícil para mí escribir en portugués, pero lo hago. Creo que es fundamental. Hago los libros desde el mismo campo, para aquellos que tienen el poder de disparar, de fumigar, de deforestar. Los que necesitan aprender más”.

Traducido del portugués por Sergio Ferrari

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