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Las buenas intenciones no garantizan el éxito

Elsbeth Stern

Los programas extraescolares diseñados para desarrollar las habilidades científicas y tecnológicas de los niños están en auge. Algunos podrían ser útiles pero otros podrían ser incluso perjudiciales, afirma la profesora de la EPFZ Elsbeth Stern.

Uno de los principales retos a los que se enfrenta la sociedad de hoy en día es la escasez de personal cualificado en las profesiones más técnicas. Pocos jóvenes deciden continuar su formarción profesional en este campo al terminar la escuela, y de los que lo hacen, muchos no cumplen las expectativas. Los aprendices que tienen dificultades con los porcentajes o los estudiantes de primer curso de ingeniería que, a pesar de sus excelentes notas, no saben distinguir entre el equilibrio de fuerzas y las fuerzas de reacción dan fe de los problemas de aprendizaje que existen en la escuela básica obligatoria.

En muchos países, entre ellos Suiza, la mejora de la enseñanza de las ciencias y las matemáticas se ha convertido en una tarea que ha asumido la sociedad en su conjunto. Es una tarea que muchas personas, no solo las instituciones estatales, se sienten comprometidas a abordar. Sobre todo las empresas, que dependen de especialistas cualificados a largo plazo, apoyan generosamente las actividades extraescolares destinadas a despertar o profundizar el interés por la tecnología. De ahí que hayan surgido innumerables programas y centros -a menudo con nombres excéntricos- en los que los niños de infantil y primaria pueden experimentar, construir robots o realizar actividades similares.

La ostentación es contraproducente

Podrían ser excelentes oportunidades, y es cierto que hay muchas formas menos interesantes de que los jóvenes pasen su tiempo libre. Pero habría que preguntarse si esas actividades extraescolares son eficaces, y si es así, en qué medida, y si entran en conflicto con los objetivos de aprendizaje habituales de la escuela. Ese puede ser el caso, sin duda, si se enseña contenidos inexactos o se transmite una imagen del aprendizaje STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que no se ajusta a la realidad.

Por desgracia, esto no es algo raro. Muchos centros de enseñanza de STEM están dirigidos por personal que carece de experiencia profesional, como se puede comprobar en los escasos recursos de sus páginas web. A la hora de explicar los fenómenos científicos, los niños desarrollan rápidamente conceptos erróneos. Los profesores que están bien formados se dan cuenta de esos errores y pueden corregirlos en clase con sus alumnos. Por ejemplo, para hablar de la flotabilidad del agua, se ha extendido la idea errónea de que un barco flota porque el aire de su interior tira de él hacia arriba. Además, la falta de conocimientos sobre la materia, puede dar lugar a conceptos erróneos a los que los niños no habrían llegado por sí solos, lo que puede dificultar el aprendizaje futuro.

La complejidad no se entiende a primera vista

Otra preocupación es la diversión y la emoción que anuncian los lugares de aprendizaje extraescolar. Por supuesto, los lugares STEM no deberían ser aburridos, lo que lamentablemente ocurre a veces en la escuela. Pero tampoco deberíamos de tener la idea de que la comprensión de las complejas interrelaciones de nuestro mundo puede obtenerse de un plumazo. De hecho, varios estudios demuestran que, tras asistir a un programa extraescolar, el interés del niño por el tema y su disposición a aprender disminuyen; la escuela no puede ofrecer el mismo nivel de entretenimiento.  

“No bastan los testimonios entusiastas y las fotos atractivas de niños con ojos brillantes”.

Cuando el personal tiene conocimientos pedagógicos y temáticos, los centros STEM extraescolares pueden contribuir significativamente a mejorar la enseñanza de las ciencias y las matemáticas. Y cuando a estas ofertas se incorporan los profesores del sistema educativo, se puede mejorar la eficacia de la enseñanza escolar, ya sea proporcionando oportunidades de experimentación que no son factibles en el aula, o dando a los alumnos de alto rendimiento la oportunidad de explorar los temas tratados en la escuela con mayor profundidad. Con niños especialmente motivados, los profesores proactivos pueden probar diversas formas de enseñanza y utilizarlas después en las clases normales. De este modo, los espacios extraescolares pueden servir también de foro de formación para los profesores.

La calidad debe ser controlada

Si los financiadores de los programas STEM extraescolares están realmente interesados en mejorar la enseñanza de las ciencias y las matemáticas y muestran interés en atraer a jóvenes bien preparados a los estudios técnicos, deben insistir en llegar a un acuerdo de objetivos con los gestores de esos proyectos STEM. Estos acuerdos deben garantizar tres cosas: en primer lugar, que quienes ejecuten los proyectos tengan conocimientos técnicos y pedagógicos; en segundo lugar, que los programas se lleven a cabo en cooperación con las escuelas; y en tercer lugar, que se determinen criterios medibles para evaluar el éxito de un proyecto. Esos criterios podrían ser pruebas de rendimiento tras completar un curso, o medir la frecuencia con la que los participantes eligen una formación técnica.

Se necesitan urgentemente evaluaciones de este tipo; hasta ahora, se han presentado a menudo testimonios entusiastas y atractivas fotos de niños con miradas brillantes como prueba del éxito de la práctica. Para cualquiera que se tome en serio la promoción de STEM, eso no debería ser suficiente.

Esta nota se publicó originalmente en el ZukunftsblogEnlace externo de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ). Coincidió con el Symposium Latsis 2021Enlace externo.

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las del autor, y no reflejan necesariamente la opinión de swissinfo.ch. 

Traducido del inglés por Carla Wolff

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