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Las mujeres siguen su lucha

Una larga marcha a través de la historia. Keystone

En Suiza, como en el resto del mundo, este viernes se celebra el Día Internacional de la Mujer en medio de la búsqueda inexorable de una equidad escurridiza.

Como parte del movimiento multilateral ‘Marcha Mundial’, que desde el 2000 pugna contra la violencia y la pobreza de las mujeres, diversas entidades se manifiestan en Berna bajo el lema “Tiempo de Vida y Tiempo de Trabajo”.

En el cuartel general de la ONU en Nueva York, los festejos se efectúan en torno a “La Mujer Afgana Hoy: Realidades y Oportunidades”. Homenaje que se produce con el bombardeo estadounidense al país islámico como telón de fondo y para “sugerir a las niñas y las mujeres afganas formas en las que puedan contribuir para consolidar la paz y la reconstrucción de su sociedad”.

Un reconocimiento por demás justificado para un sector cuyas infames condiciones de vida parecen haber sido descubiertas sólo después de los ataques del 11 de septiembre. La esposa del presidente estadounidense George Bush, Laura, acompaña al secretario general de la ONU, Kofi Annan, al frente de la celebración.

“Después de años de conflicto y violaciones de los derechos humanos, la esperanza ha regresado y (las mujeres afganas) ejercen de nuevo sus derechos a la educación, al trabajo y a una participación activa en la sociedad”, según las palabras del titular de las Naciones Unidas.

Violencia que no cesa

El mensaje de Koäichiro Matsuura, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se centra en el tema de la violencia contra la mujer y su impacto en la niñez, fenómeno que, denuncia, persiste en todos los países bajo formas distintas:

“Exhorto a los gobiernos, a las organizaciones civiles y a la comunidad internacional a promover el respeto al reconocimiento de los principios internacionales, normas y estándares de los derechos humanos; en particular, los derechos de las mujeres y los derechos de los niños que son parte inalienable e integral de los derechos humanos universales. Exhorto también a un más amplio y y más abierto debate, así como a una acción más decidida sobre la violencia contra la mujer”.

Fortaleza del “sexo débil”

Las mujeres se empeñan día a día en una lucha sempiterna por una equidad que no acaban de alcanzar, y con el modesto, pero enorme afán, de sacar adelante a los suyos. Desde sus muy diversas trincheras y en más de las veces, en condiciones adversas, millones de representantes del “sexo débil” dan muestra de una fuerza inquebrantable.

La mayoría de los mil 300 millones de pobres del mundo son mujeres y, en promedio, éstas reciben entre 30% y 40% menos de pagos por los mismos trabajos que los hombres, de acuerdo con estadísticas de la ONU.

Es menester reconocer que en los últimos 50 años se han registrado importantes progresos en las áreas de derechos políticos para las mujeres: en el derecho a votar y a ser votadas. Solamente en algunos países, las féminas no pueden sufragar u ocupar un puesto público.

Empero, a lo largo del Siglo XX sólo 24 mujeres fueron electas al frente de Estados o Gobiernos. En 1995, 10 mujeres dirigieron igual número de Estados y de los 189 puestos más altos en la ONU, únicamente 11 fueron ocupados por mujeres.

Guerra por la paz

Los altos niveles de la diplomacia y de las decisiones políticas vinculadas con la paz y la seguridad son sectores muy restringidos para las mujeres. Así, pese a sus aguerridos llamados por la paz (afán de vieja data si se piensa en la Lisístrata de Aristófanes y su huelga sexual para poner fin al combate), sus esfuerzos han sido menos visibles en las mesas de negociaciones.

Paradójica guerra por la paz que encuentra otra irónica discordancia: las mujeres y los niños son los que sufren más con los conflictos armados.

En efecto, tras el elevado saldo varonil de los enfrentamientos, las mujeres deben conducir a la familia a zonas de seguridad y garantizar su supervivencia. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), un 75% de los desplazados por razones de guerra son mujeres. Dadoras de vida, las mujeres se encargan de preservarla: son ellas las que hacen llegar el pan a los hijos sin por ello dejar de atenderlos.

La suya es una batalla desde todos los tiempos y desde todos los frentes.

Suizas, víctimas de la mundialización

“Las mujeres están en el centro de los fenómenos ligados a la mundialización del capital: flexibilidad y precariedad del empleo, sobreexplotación, crecimiento de las inequidades, cuestionamiento de los derechos sociales”, destaca el manifiesto de la ‘Marcha Mundial de las Mujeres’ en su capítulo sobre las reivindicaciones en Suiza.

Añade que en el país helvético, como en el resto de Europa y del mundo, son las mujeres las que asumen los mayores costos de esa mundialización porque forman lo esencial de la mano de obra flexible y barata que busca la ley de la competencia.

Sus pronunciamientos hallan respaldo en las informaciones de la Oficina Federal suiza de Estadísticas, según los cuales persisten disparidades importantes entre los sexos: Más mujeres que hombres interrumpen sus estudios al término de la educación obligatoria, y la mitad de las mujeres que ejercen una actividad profesional tienen un empleo a tiempo parcial, mientras que sólo uno de cada diez hombres está en ese caso.

Las cifras oficiales evidencian que las tareas domésticas y familiares siguen siendo un asunto de mujeres. Estas últimas consagran dos veces más de tiempo que los hombres a esos menesteres, que en total les requieren un promedio de 52 horas por semana.

Por si fuera poco, las mujeres son más afectadas por la falta de empleos y sus salarios son claramente inferiores a los de sus compañeros: en un 21,5% en el sector privado, y de 9% en el sector público.

La vieja lucha helvética

Empero, las mujeres helvéticas se encuentran entre las más antiguas combatientes en pro de la equidad social. Los primeros movimientos feministas datan del siglo XIX y en los albores de la centuria siguiente conocen de escisiones de acuerdo con estatutos sociales o tendencias ideológicas de sus integrantes.

Ahora, casi cien años más tarde, y a despecho de condiciones sociales, económicas o intelectuales; al margen de procedencias o de credos y más allá de edades, las mujeres vuelven a ganar las calles, mano a mano, en su búsqueda legendaria de igualdad social, a través de toda suerte de caminos.

“Cada una de las organizaciones que participan en la celebración del Día Internacional de la Mujer en Berna, tiene reivindicaciones diferentes, pero lo importante es que estamos juntas”, explica Rosario Luque de Gil, del Foro de las Mujeres Migrantes que exige el voto de la población asentada en Suiza pero con una nacionalidad distinta.

Esa organización, lo mismo que el resto de las participantes en la jornada de este viernes (Coalición Feminista, Organización Femenina del Partido Socialista, Asociación de Hogares Monoparentales y la Unión Sindical de Mujeres) forman parte de la Marcha Mundial y exigen mejores condiciones laborales, libertad y claridad en torno al aborto, apoyo, dignidad y respeto.

En Berna, en Nueva York, en Afganistán, en los diversos confines del mundo y con el mismo ahínco de la marcha por “pan y flores” (seguridad y mejor calidad de vida) que en 1909 cruzara la urbe de hierro bajo la égida del Partido Socialista, millones de mujeres se pronuncian este viernes por garantizar el vuelo de esa ave de la que habló una mujer afgana:

“La sociedad es como un ave. Tiene dos alas. Y un ave no puede volar si una de sus alas está rota”.

Marcela Aguila Rubín

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