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Tras los pasos del autor de ‘Guerra y Paz’

El Grand Châlet de Rossinière. Andrea Tognina

En la primavera de 1857, el escritor ruso León Tolstói realizó un largo viaje por los Alpes suizos, desde Montreux hasta Meiringen, en el Oberland Bernés. Al cumplirse este 20 de noviembre el primer centenario de su muerte, recorremos aquel itinerario acompañados por sus diarios.

Montreux, 27 de mayo de 1857. En el diario de Tolstói leemos: “A las cuatro de la tarde, después de tomar café, fui a buscar a mi compañero de viaje (…) Desde Montreux comenzamos a subir una escalinata en medio de los viñedos, que serpentea la montaña”.

El compañero de viaje de Tolstói era Sacha, un niño ruso de 11 años al que había conocido unos días antes. La meta de aquel primer día de viaje era llegar al pueblo de Les Avants, situado al pie del Col du Jaman, a casi 1.000 metros de altitud.

Los dos caminantes lo alcanzaron al final de la tarde y se alojaron en una pequeña pensión. “Una suiza con bocio se ocupó de llevar nuestros sacos a dos habitaciones contiguas”, anotó Tolstói en su diario. “Abajo, unos jovencitos tiraban al blanco con la ballesta, un vendedor ambulante italiano apilaba las ollas delante de una caseta. Algunos suizos robustos, con los brazos sucios hasta las axilas, colocaban pilas de un queso apestoso”.

A pie o en tren

Hoy, Les Avants es una localidad turística de lo más tranquilo. El esplendor de la ‘Belle Epoque’, cuando el lugar era una de las estaciones de esquí suizas más conocidas, pertenece ya al pasado. Una reminiscencia de la época es el tren de vía estrecha que une Montreux con Zweisimmen. El primer tramo, hasta Les Avants, se construyó en 1901.

En la actualidad se puede recorrer el mismo itinerario que hizo Tolstói en transporte público: en tren desde Montreux hasta Zweisimmen y desde Zweisimmen hasta Spiez; en barco o en tren hasta Interlaken, en tren hasta Grindelwald y, de mayo a octubre, en autocar postal hasta Meiringen, pasando por el monte Grosse Scheidegg.

El tren cruza el Col du Jaman a través de un túnel de dos kilómetros y medio. Para seguir los pasos de Tolstói habría que ir a pie, por los montes, siguiendo el sendero empinado desde Les Avants que atraviesa bosques frondosos. Quinientos metros más arriba, el caminante descubre a sus pies el paisaje del Leman que tanto impresionó al escritor:

“Me quedé completamente helado ante la vista del gélido panorama del monte Jaman; no se me pasó por la cabeza detenerme”.

La excursión hasta el Col du Jaman, sin embargo, le proporcionó un pretexto para describir su relación con la naturaleza: “Amo la naturaleza cuando me rodea y se extiende en la lejanía hasta el infinito y me siento parte de ella. Me gusta cuando me rodea el aire caliente y el mismo aire se pierde envolviéndose en la infinita lejanía”.

Caminantes en Pay-d’Enhaut

Una vez alcanzado el paso de montaña, después de una hora de descenso, podemos retomar el tren en Les Cases o bien caminar otra media hora hasta Les Alières. “A diestra y siniestra se escucha el sonido ininterrumpido de campanillas, que armoniza tan bien con los oblicuos rayos matutinos y el verdor cubierto de rocío, el perfume de las flores, el rocío y el ganado”, escribió Tolstói al llegar al pequeño pueblo en la región de Pays-d’Enhaut.

Tomamos el tren y vamos a Rossinière, de la que Tolstói hablaba indirectamente, a través de la voz de una mujer a la que había conocido durante el viaje: “Soy de Rossinière, aquel pueblo en el monte; tiene también una pensión grande, en la que se alojan muchos extranjeros”. Aquella pensión, el Grand Châlet, se convertiría más de un siglo después en la morada del pintor polaco Balthus.

Durante su recorrido por la región, Tolstói solía detenerse a menudo para describir a las personas y cosas. En Montbovon, en el cantón de Friburgo, anotó por ejemplo: “Los niños sucios y deshilachados, una gran cruz en la bifurcación del pueblo, las pintadas en las casas, sobre un pozo una estatuilla de la Virgen de horrorosos colores, un viejo hinchado con un jovencito lleno de picaduras de viruela que me pidieron limosna”.

Lev Nikolaevich Tolstói (28 de agosto 1828 – 20 noviembre 1910) visitó Suiza en 1857, tras una estancia en Francia.

En París había asistido a un guillotinamiento del que salió horrorizado. El viaje en Suiza fue una ocasión para reflexionar sobre esa experiencia, que quebrantó su confianza en el progreso de la humanidad, y también para ‘arreglar cuentas’ con uno de los autores que más lo habían influenciado: Jean-Jacques Rousseau.

Antes de emprender el viaje a pie de Montreux a Meiringen, Tolstói releyó ‘La nueva Heloisa’, novela de Rousseau ambientada en los alrededores de Montreux y Vevey.

La estancia del escritor ruso en Suiza fue productiva: además de trabajar en ‘Los Cosacos’, Tolstói escribió el cuento ‘De las memorias del Príncipe Nejliúdov. Lucerna’.

Al viaje del escritor entre Montreux y Meiringen – y al análogo de Lord Byron 40 años antes – está dedicado un libro del escritor ruso Mijaíl Shishkin titulado en la edición alemana ‘Montreux Missolunghi’ (Zúrich, Limmat, 2002).

Edición en español de los diarios de Tolstói: ‘DIARIOS (1847-1894)’, Barcelona, El Acantilado, 2002.

Armas y amoríos

Entretanto, el tren ha llegado a la estación de Château-d’Oeux. Me asomo a la ventanilla con la esperanza de vislumbrar a algún militar. El escritor, que había combatido en Crimea y en el Cáucaso, detestaba el ejército y los uniformes.

El encuentro con algunos militares ebrios en Châteua-d’Oeux lo sacó de sus casillas: “En ningún lugar como en Suiza, se nota de forma tan aguda la influencia perversa del uniforme. En verdad, todo el ambiente militar está hecho para transformar al hombre, un ser bueno y razonable, en una bestia malvada y estúpida”.

En este tramo del camino, los apuntes en el diario de Tolstói escasean. Durante el resto del itinerario las anotaciones son irregulares. Frases lapidarias que retratan sin reticencias los lugares que visitó el escritor, sus pensamientos y sus estados de ánimo.

En Interlaken Tolstói escribió: “No me siento bien. Me desperté a las siete. Fui a pie hasta Böningen. Bonito pueblo, las mujeres. Mendigos. Lluvia. He trabajado un poco en ‘Cosacos’ (…) La camarera me provoca excitación”. En pocas líneas queda plasmada toda la personalidad del escritor: el continuo trabajo sobre los textos, la atención por la gente más humilde, la atracción por las mujeres.

En la novela ‘Los Cosacos’, el escritor reelaboró en forma literaria las experiencias de guerra que había vivido en Chechenia. Y durante su peregrinación por Suiza, cuando no se dejaba distraer por alguna “bella suiza con mejillas sonrosadas” -lo que solía ocurrir bastante a menudo- Tostói tenía la cabeza en otro lugar, en las montañas del Cáucaso.

En aquellos momentos se dejaba arrollar por un sentimiento de fastidio hacia los Alpes y su atracción turística: “Suiza, son negocios y panoramas de pago. El contraste con los campesinos rusos”, escribía poco antes de concluir su viaje. Al llegar a Meiringen agregó en su diario: “Bellezas en todos los lugares, con los senos blancos. El dolor de pies es terrible”.

Adaptación: Belén Couceiro

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