Los últimos Juegos de Sergei, el judoka
El judoka de Lausana vive sus últimas Olimpiadas. Eliminado en primera ronda en los Juegos de Sidney y de Atenas, Aschwanden espera por fin colgarse una medalla olímpica en Pekín, la única que falta aún en su palmarés.
Vestido con una sudadera gris con capucha y bolsillos estilo ‘canguro’ y unas zapatillas de deporte, Sergei Aschwanden se siente cómodo en el pequeño restaurante de la Escuela Federal de Deporte en Macolin, Berna. Aquí tiene ‘su casa’ y no da un paso sin cambiar alguna palabra con otros atletas o con algún funcionario federal del deporte.
Hace años que el judoka vive, trabaja y suda sobre el tatami reservado a la élite helvética. Desde que se hizo profesional hace diez años reina en solitario en el mundo del judo suizo.
Diez semanas antes de los Juegos de Pekín Sergei se muestra sonriente y relajado. Acaba de poner fin a una estancia de tres semanas en una cámara de oxígeno (de 10m²), a razón de 16 o 17 horas por día. “Es como una estancia en altitud; sólo que esta solución te permite poder tener rivales de entrenamiento durante la jornada”.
Este ‘aislamiento’ forzado (300 horas para obtener el efecto deseado) le ha permitido llevar a cabo un gran trabajo consigo mismo. Y también iniciar la última fase de su preparación con toda tranquilidad. Nada que ver con el ‘circo’ de hace cuatro años, previo a la cita de Atenas.
“Todo es diferente ahora”, reconoce Sergei. “En aquella época, hace cuatro años, yo era campeón de Europa y subcampeón del mundo. Las expectativas eran distintas y la presión enorme. Hoy, gracias en parte a la Eurocopa, puedo prepararme con toda normalidad y tranquilidad”.
Rivales en el extranjero
Sergei Aschwanden, que ha pasado hace poco menos de un año de la categoría de menos de 81 kilos a la de menos de 90 kg, sigue al pié de la letra el programa que se ha fijado. Ello implica salidas constantes al extranjero (Moscú, Minsk, Madrid) para entrenar con rivales de calidad, y volver a Suiza para pasar largas estancias de recuperación.
“El programa puede cambiar en función de eventuales lesiones y de las competiciones en las que participo. Pero una cosa es segura, viajé a Japón el 20 de julio para lograr una buena aclimatación sin sufrir los efectos nocivos de la polución. Además, en Japón el judo es el deporte rey y allí pude tener los rivales de entrenamiento de calidad que quiera”.
El 4 de agosto, es decir, nueve días antes de su competición, Sergei Aschwanden llegó a la capital china. A excepción de la ceremonia de apertura, Sergei no ve otra cosa que la villa olímpica y la sala de entrenamientos.
“Tengo necesidad de sentir la atmósfera de la sala en la que voy a combatir. No escucho nunca música antes de un combate. Si no, no me puedo concentrar. Y debo estar preparado porque son mis últimos Juegos Olímpicos”.
Un poco de África para disminuir la presión
Consciente de que el fin de su carrera está próximo (a pesar de que ha anunciado recientemente su intención de disputar el campeonato del mundo del año que viene), Aschwanden se niega, sin embargo, a asumir presión en exceso.
“¡Hay que relativizar! Aunque los Juegos y una medalla sean los objetivos de este momento, sé que eso no lo es todo en la vida. Mi madre es keniana y tengo un hermanastro que vive en África y al que quiero mucho. Sigo muy atentamente lo que ocurre en África, los problemas políticos que tienen influencia sobre la vida de las personas, todo eso me afecta. Pero al mismo tiempo me permite también relativizar el deporte de alto nivel”.
Hace cuatro años Sergei Aschwanden fue a Kenia para sobreponerse a la inmensa decepción que le produjo su eliminación prematura en los Juegos de Atenas.
“Cuando llegué la gente me recibió feliz y si hubiera sido campeón olímpico el recibimiento no habría sido mejor. En realidad, te toman como eres; son felices por ti si consigues una medalla y se ponen tristes si pierdes, pero saben que siempre hay cosas más importantes en la vida. Para ellos el verdadero placer consiste en poder compartir el tiempo contigo”.
Sergei confiesa que su lado africano se muestra principalmente a través de una cierta despreocupación –cuidado, no una indisciplina, sino una despreocupación- y por un optimismo que le permiten mantener el rumbo cuando las cosas no salen bien.
“Disfruto de buena salud. Tengo dos piernas y dos brazos y eso es ya enorme”. ¿Y con una medalla olímpica colgada del cuello? “Eso sería también estupendo”.
swissinfo, Mathias Froidevaux
(Traducido del francés por José M. Wolff)
Sergei Aschwanden nació el 22 de diciembre de 1975 en Berna, de padre suizo (cantón de Uri) y madre keniana. Tiene un hermano mayor y una hermana más joven.
Pasó sus primeros siete años en la capital federal y se trasladó después a Bussigny, en los alrededores Lausana.
Debuta en el judo a los siete años pero practica muchas otras disciplinas como la música o la danza.
Cinturón marrón a los doce años, comienza a perfeccionar su técnica en entrenamientos con adultos. A los 15 años decide consagrarse a este arte marcial.
En 1997, después de haber terminado la selectividad, se hace profesional. Desde entonces no deja de progresar. Su encuentro con el entrenador nacional Leo Held en 1996 no es ajeno a sus éxitos.
Ocho veces campeón de Suiza, Sergei Aschwanden posee también dos títulos de Campeón de Europa (2001 y 2003), tres medallas de bronce europeas, así como un bronce y una plata de dos campeonatos mundiales (2001 y 2003).
Sergei habla francés (con su padre), suizo alemán (con su madre) e inglés (que es la lengua que hablan entre sí sus padres).
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