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Los últimos pioneros suizos en Chile

Erwim Neracher, uno de los últimos pioneros suizos de Punta Arenas. swissinfo.ch

El languidecer de las organizaciones helvéticas no es ajeno a la desaparición de los pioneros de la emigración. Durante años han irradiado el nombre de Suiza en estos confines del mundo.

En Magallanes, Santiago y la Araucanía, viven los últimos descendientes de la primera generación emigrante, testigos de un siglo de historia.

En Punta Arenas, la ciudad más austral del mundo, reside Erwin Neracher, que a sus 89 años, constituye la memoria viva de la emigración helvética en estas latitudes. Es el último testigo del proceso migratorio que fue el primero en tierras chilenas.

Los personajes

En Santiago encontramos a Alex Dunner, un hombre singular que forjó su existencia en torno al Club Suizo de la capital de Chile. Durante más de dos décadas desempeñó cargos en la directiva y recién en los albores de sus 80 años se retira… conservando el puesto de presidente honorario.

En la Araucanía, los verdaderos pioneros que aún sobreviven están representados por la generación de los descendientes sin pasaporte. Una paradoja para hombres que se han destacado por difundir la presencia suiza en estos confines del mundo.

Enrique Luschinger, los hermanos Devaud, y en particular Sergio Conus, son algunos de los últimos personajes que representan a la emigración histórica. Son los hijos de los pioneros que sin haber vivido en Suiza alimentan la imagen idílica de la Confederación, de un país que sólo existe en sus sueños.

Todos estos personajes se caracterizan por el fervor y el amor profundo a la patria de sus ancestros.

Pero al final del recorrido se dan cuenta de que la patria helvética está lejos de su alcance, y critican al país al que nunca podrán ir a vivir. (Ver en ‘Más sobre el tema’).

El ocaso de las organizaciones suizas

Erwin Neracher ha sido por más de 30 años presidente y miembro del directorio del ‘Círculo Suizo de Magallanes’, en Punta Arenas. En la actualidad ejerce la función de corresponsal de la Embajada Suiza en Santiago y su misión es mantener informado sobre la presencia de no más de 20 suizos esparcidos a través de la Patagonia chilena.

“Los tiempos ya no son los de antes. A los suizos que llegan no les interesa participar en nuestras organizaciones. Los antiguos, ya casi todos murieron, y las nuevas generaciones no se sienten interpretadas ni tienen espacios en lo que queda del Círculo”, explica resignado Erwin Neracher.

“Creo que los miembros activos no son más que 20, y para cubrir los gastos de de nuestra sede, la directiva se ha visto obligada a arrendarla. Los sábados, el local se convierte en una discoteca popular, lo que ha traído mala fama para nuestro círculo. Yo, ya no voy más”, constata con cierta amargura.

En Santiago la situación no es mucho mejor, a pesar de que el Club Suizo de Santiago posee infraestructuras que cualquiera desearía: piscina, canchas de tenis, salas de reuniones, un magnífico restaurante. Además, su intrínseca relación con el Colegio Suizo le confiere una importancia especial.

“El Club tiene poco más de 120 miembros, pero los que participan no son más de 25 personas, somos los mismos viejos de siempre los que los miércoles nos reunimos para jugar jass”, constata con humor Alex Dünner.

“Para financiarnos nos hemos visto obligados a dar en concesión el restaurante. Ya no es un lugar exclusivo para los miembros. También tenemos socios pasivos, que son la mayoría; tampoco son suizos y el interés de ellos es poder utilizar las canchas de tenis”, agrega.

“Sólo nuestra relación con el Colegio Suizo nos permite desarrollar actividades propiamente suizas. Pero como en toda relación de dependencia, la convivencia a veces es difícil, con momentos buenos y malos”, subraya Alex Dünner.

Factores de desinterés

A su juicio, el desinterés de las nuevas generaciones y de los suizos que llegan a vivir a Santiago se explica por varios factores. Primero, “porque el club ya no está situado en un barrio exclusivo, el crecimiento de la ciudad nos alejó del centro y las distancias demasiado grandes impiden que los suizos que llegan nos visiten,” dice.

La alusión es a los suizos que llegan en representación de firmas helvéticas. En cuanto a las nuevas generaciones, a los descendientes, Alex Dünner piensa que el problema se debe a que Suiza ya no tiene el mismo atractivo para ellos.

“Chile es un país que se ha desarrollado mucho económicamente en estos últimos años y, ahora, la diferencia tecnológica con Suiza es menor. Entonces, la atracción ya no es la misma, incluso los que van de visita (a Suiza) vuelven desencantados por la mentalidad estrecha, por la falta de hospitalidad de los suizos”, precisa.

“En torno a nuestras relaciones, casi todos nuestros hijos han viajado, han estudiado, o incluso algunos residen en Suiza. Ellos conocen mejor el país de nuestros ancestros, y al volver no se sienten representados por el Club”, añade.

Alex Dünner y Erwin Neracher comparten la misma opinión: “El evidente desinterés de Suiza por las organizaciones de los suizos de Chile”. Ambos señalan que no reciben ayuda oficial, que los contactos con la Embajada y con instituciones oficiales son muy escasas, sólo esporádicas.

“Nunca hemos recibido nada de los suizos y tampoco pediremos algo”, apunta con aire de orgullo Alex Dünner. Confía en que, tarde o temprano, las nuevas generaciones conseguirán transformar las organizaciones de suizos en un puente que los una sobre nuevas bases con la madre patria.

“La Suiza oficial se interesa sólo por los suizos que vienen en plan de negocios. A los que vivimos del pasado histórico, de la nostalgia, a los viejos, ya no nos toman en cuenta”, concluye Erwin Neracher.

Cierto, los tiempos de hoy ya no están para vivir imaginando una Suiza mítica, folklórica, que sólo existe en las tarjetas postales. No obstante, estos últimos pioneros constituyen – sea como sea -,la referencia histórica de más de un siglo de presencia suiza en Chile. Aun cuando se trate de una emigración olvidada.

Este reportaje sigue en: “Más sobre el tema”.

swissinfo, Alberto Dufey

Los suizos de la última generación de los pioneros emigrantes sobreviven en Chile; son testigos de una época.

Edwin Neracher y Alex Dünner han dirigido durante décadas sus respectivos clubes suizos de Punta Arenas y Santiago.

Las nuevas generaciones de descendientes ya no sienten el mismo grado de atracción por las actividades de estas colectividades.

Los descendientes constituyen una paradoja, pues a pesar de su vida dedicada a irradiar el nombre de Suiza, no poseen el pasaporte helvético.

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