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Los chocolateros ante el pertinaz desafío del trabajo infantil

Cosecha de cacao
Cosecha de cacao en Costa de Marfi. Keystone / Legnan Koula

El trabajo infantil en la cadena de suministro del cacao se ha agravado durante la última década. ¿Por qué una industria que vale más de 100 000 millones de dólares ha progresado tan poco?

Los comerciantes de cacao y los productores de chocolate, muchos de ellos tienen sede en Suiza, recibieron recientemente un aleccionador recordatorio sobre los escasos esfuerzos que han realizado para atajar el trabajo infantil en las regiones productoras de cacao en África occidental.

Según un estudio de la Universidad de Chicago (NORC), que encargó hace cinco años el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, la proporción de niños trabajadores en las regiones productoras de cacao de Costa de Marfil y Ghana aumentó del 31% al 45% (14 puntos porcentuales) entre 2008 y 2019.

Los medios internacionales han dado amplia difusión al tema. Por ejemplo, el Washington PostEnlace externo habla del “notable fracaso de las empresas chocolateras para cumplir su promesa de larga data de erradicar esta práctica en las cadenas de suministro del cacao”.

Pero los hallazgos sorprendieron poco en la industria, que ha invertido millones de dólares durante las últimas dos décadas en proyectos, monitoreo y esquemas de certificación en esta región. El año pasado, Nestlé identificó a 18 000 menores trabajando en su cadena de suministro después de hacer un seguimiento a 75 000 niños. Lo logró tras destinar 224 millones de francos a un planEnlace externo para producir cacao más sostenible.

La industria afirma que ha aprendido lecciones del pasado, pero los activistas argumentan que el informe es una prueba de que no se puede confiar en que las grandes empresas de cacao se regulen a sí mismas y añaden que las medidas obligatorias que proponía la iniciativa “empresas responsables -rechazada el 29 de noviembre en votación popular– son necesarias para tener a las empresas bajo control.

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Los límites de las reglas coercitivas

La industria ha admitido que fue ingenua en 2001, cuando los gobiernos de Estados Unidos, Ghana y Costa de Marfil, junto con una coalición de socios de la industria, se comprometieron a erradicar las peores formas de trabajo infantil a través del Protocole Harkin-EngelEnlace externo.

Los objetivos “se establecieron sin comprender totalmente la complejidad y la escala de un desafío fuertemente asociado con la pobreza en las zonas rurales de África”, señala un comunicado de la Fundación Mundial del CacaoEnlace externo. La mayoría de las marcas no tenían claro de dónde procedía el cacao que compraban ni de todo lo que estaba en juego.

Al principio, cuando comenzaron a surgir informes sobre trabajo infantil en la región a finales de la década de 1990, las empresas intentaron solucionar el problema con una combinación de auditoría y vigilancia, pero este enfoque tuvo poco impacto.

“Una de las principales lecciones aprendidas con respecto a lo que no funciona fue la decisión de castigar a los agricultores por recurrir a sus hijos para ayudar en la explotación familiar, ante la falta de otras alternativas”, indica la Iniciativa Internacional del Cacao (ICI), Enlace externoun grupo con sede en Ginebra que lucha contra el trabajo infantil.

En algunos casos, esto simplemente conduce el problema a la clandestinidad, haciéndolo más difícil de abordar: quedó claro que no funcionaba el enfoque de descertificar a los agricultores que violaban los códigos de “trabajo infantil cero”, cita ICI.

En 2014, la industria se unió para invertir más en los problemas relacionados con la pobreza. Esto se produjo en un momento en el que la industria advertía una escasez de cacao debido a la explosión de la demanda en Asia.

Han surgido también otros proyectos en África occidental, que produce el 70% del cacao en el mundo, con inversiones en prácticas agrícolas y las técnicas que permiten incrementar la producción. Según el informe de NORC, la producción de cacao en la región ha aumentado un 62% en 10 años y la proporción de hogares que cultivan cacao ha pasado del 55% al 84%. Sin embargo, la productividad (volumen de producción en una superficie de tierra determinada) apenas ha cambiado.

Aunque hay avances, también es cierto que el trabajo infantil se ha agravado. “Ahora hay muchos más hogares que cultivan cacao en Costa de Marfil y Ghana y, lamentablemente, esto significa que hay más niños en riesgo de trabajar en el cultivo del cacao”, lamenta el ICI.

Como parte del esfuerzo por producir más, los agricultores también utilizaron más pesticidas y fertilizantes. Según el informe NORC, de los 1,56 millones de niños que trabajan, 1,48 millones realizan tareas peligrosas, como manipular machetes o utilizar agroquímicos, cuyo uso se ha multiplicado por cinco.

Emanuele Biraghi, especialista en partenariados de Unicef en Costa de Marfil, declara a swissinfo.ch que el aumento de la exposición a los pesticidas “es particularmente preocupante porque su impacto es extremadamente perjudicial para el desarrollo físico y cognitivo de los niños. Y sus efectos solo son visibles a largo plazo”.

Mercados volátiles

También ha habido consecuencias negativas para los ingresos de los agricultores, que están a la merced de las fluctuaciones de los precios en el mercado mundial. Los campesinos, que en su mayoría poseen menos de 10 hectáreas de tierra, reciben el “precio al productor” que es fijado por las Oficinas Nacionales del Cacao y suele ser una fracción del precio que se paga en los mercados mundiales.

“Existe el razonamiento de que,si los agricultores producen el doble, serán dos veces más felices, saludables y educados. Esto ha llevado a los gobiernos y a las empresas a inyectar mucho dinero para ayudar a los agricultores a producir más del mismo producto. Pero si la demanda de este producto no aumenta paralelamente, los precios del mercado se deprimen en el largo plazo”, dice Michiel Hendriksz, excomerciante de cacao y creador de la Fundación FarmstrongEnlace externo, que promueve y ejecuta programas de agricultura sostenible en Costa de Marfil y otros lugares.

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Por ejemplo, tras una cosecha excepcional en la temporada 2016-2017, el precio del cacao cayó alrededor del 30%, acrecentando el grado de pobreza de numerosos agricultores que ya ganaban menos de 2 dólares diarios.

Los organismos de supervisión de la industria sostienen que las empresas de cacao deben pagar un precio justo a los campesinos que, según algunas estimaciones, reciben menos del 7% del costo total de una tableta de chocolate.

El año pasado, los gobiernos de Ghana y Costa de Marfil introdujeron el pago de una prima de 400 dólares por tonelada de cacao para aportar una dosis de sostenibilidad en los ingresos de los agricultores, pero se desconoce todavía el impacto que ha tenido.

Aunque las coaliciones industriales coinciden en que los precios que reciben los campesinos deben aumentar, no han elaborado ningún plan para lograrlo. Algunos expertos advierten también que las medidas artificiales para aumentar el precio podrían impulsar a los agricultores a cultivar más y provocar así una caída de los precios mundiales.

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Más allá del cacao

Michiel Hendriksz, quien generalmente divide su tiempo entre la Suiza francófona y Costa de Marfil, afirma que el aumento del precio al productor no significa que los agricultores podrán comprar más bienes para el consumo diario.

“Las políticas agrícolas nacionales a menudo se centran en cultivos comerciales para la exportación de productos como el caucho, la nuez de la india, el algodón o el cacao. Pero Costa de Marfil hoy se ve obligada a importar incluso alimentos básicos como trigo, aceite de cocina, azúcar, carne o pescado”, denuncia.

La inflación ha alcanzado niveles tan altos que la mayoría de los bienes y servicios básicos se están volviendo muy costosos para los agricultores. “Los pequeños agricultores se encuentran financieramente entre la espada y la pared”, agrega Michiel Hendriksz.

Sostiene que la erradicación del trabajo infantil requiere una serie de intervenciones complejas que no tienen nada que ver con el cacao o la agricultura. A menudo se trata de una combinación de estrategias de salud, nutrición, educación e infraestructura, o de la falta de todo lo anterior. Los problemas agrícolas son la consecuencia de algo, no el detonante, explica Michiel Hendriksz.

Y añade: “No es un problema del cacao en sí mismo. Hay que entender todos los problemas y causas fundamentales subyacentes. Es un problema complejo para los pequeños agricultores porque también entraña elementos sociales, culturales e históricos. Y es imposible resolver lo que sucede de forma aislada a partir de un solo enfoque sobre la cadena de suministro”.

Unicef también alienta a la industria a pensar de una forma más integral y a incluir en el análisis los problemas de salud, acceso al agua, desnutrición, educación y registro de nacimientos que mantienen a los niños alejados de la escuela y a las familias que cultivan cacao en un ciclo de pobreza. Según Emanuele Biraghi, invertir en estas áreas sería una estrategia de gran utilidad para prevenir el trabajo infantil y al mismo tiempo desarrollar el capital humano.

La industria parece estar de acuerdo con este punto de vista. Todos los principales comerciantes de cacao y fabricantes de chocolate han anunciado planes que contemplan diversas formas de certificación o verificación, que incluyen planes para construir escuelas y clínicas, así como para diversificar los ingresos de los agricultores.

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Nicko Debenham, gerente de sostenibilidad de Barry Callebaut, uno de los mayores procesadores de cacao y fabricantes de chocolate en el mundo, declaró el año pasado al Financial TimesEnlace externo que “el modelo de la cultura de la renta en su conjunto es una receta para perpetuar la pobreza”. Y va más lejos: si los campesinos dejan de producir cacao, los precios se dispararán. Su consejo radical es “que cultiven más alimentos, produzcan menos cacao y hagan subir los precios”.

Barry Callebaut, que concentra una cuarta parte del mercado mundial de los productos chocolateros, lanzó hace algunos años una la iniciativa llamada “Forever Chocolate”. Su objetivo era lograr que 500 000 agricultores salieran de la pobreza y erradicar el trabajo infantil gracias al cumplimiento de normas agrícolas respetuosas para reducir las emisiones de CO2, deforestar menos y utilizar más ingredientes sostenibles.

Nestlé, propietaria de las marcas KitKat y Cailler, entre otras, también ha priorizado temas como el agua, el saneamiento y la igualdad de género en su “Plan Cacao”.

Yann Wyss, responsable de Asuntos Públicos que dirige el trabajo de Nestlé en materia de derechos humanos, declara a swissinfo.ch que apoya que el acento se ponga en las comunidades, pero deja claro que eso no anula la responsabilidad que tienen las empresas. “No estoy de acuerdo con las empresas que dicen que solo deberían adoptar un enfoque comunitario. No se dan cuenta de que tienen un poder enorme en su propia cadena de suministro”, dice.

“Uno debe conocer a fondo su propia cadena de suministro para comprender cómo pueden abordarse los problemas más profundos. Cada comunidad, cada hogar y cada agricultor es diferente y es importante encontrar las soluciones adecuadas”, añade.

“Nestlé está construyendo escuelas en algunos pueblos porque sabemos que nuestros suministros provienen de comunidades donde los niños no tienen acceso a la educación. Sencillamente, no hay escuelas, o las que hay están muy lejos”.

Plan suizo

Saber si con estas medidas se lograrán cambios reales dependerán de la escala a la que sean instrumentadas. Por ejemplo, solo en Costa de Marfil se estima que hay más de 3 millones de niños que viven en comunidades de cultivo del cacao.

ICI señaló que la mala coordinación ha provocado “esfuerzos fragmentados, ineficaces y, en ocasiones, inconsistentes que no logran alcanzar la masa crítica”.

El gobierno suizo, por su parte, intenta establecer cierta coordinación a nivel nacional dedicando 7,6 millones de francos a apoyar partenariados entre la industria del cacao y oenegés en el marco de la a Plataforma Suiza del Cacao Sostenible.Enlace externo

Aunque Suiza importa solo el 2% del cacao mundial, es sede de algunos de los principales comerciantes de cacao y de los principales grupos chocolateros del mundo entero.

La plataforma se ha fijado como objetivo garantizar que todo el cacao importado por Suiza sea “sostenible”, a través de la certificación Fairtrade y Rainforest Alliance, u otros programas de verificación de terceros.

Christine Müller, secretaria ejecutiva de la plataforma, a la que se sumó después de trabajar varios años en Nestlé y en el Ministerio suizo de Economía (responsable de la agricultura), afirma que la certificación es solo una parte de la solución. “La certificación nunca otorgará una garantía al 100% de que no hay trabajo infantil. Las auditorías solo se realizan una vez al año”.

La plataforma también ha establecido principios y métricas que utiliza para monitorear el progreso y realiza proyectos piloto cofinanciados por el Ministerio de Economía y la industria para diversificar cultivos e ingresos.

Queda por ver si todo este esfuerzo ayudará a evitar que las promesas del 2001 sigan sin cumplirse.

Traducción del francés: Andrea Ornelas

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