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Los límites de un patriotismo muy tendencioso

La pradera del Grütli, un mito para los patriotas de todas las tendencias políticas. (Emanuel Ammon/AURA)

La presencia muy mediatizada de la presidenta suiza Micheline Calmy-Rey en la pradera del Grütli con motivo de la Fiesta Nacional es, ante todo, una excelente iniciativa de táctica política, sostiene el investigador Antoine Chollet.

Según el politólogo de Neuchâtel, esta iniciativa refleja también la incapacidad de la clase política helvética de superar los mitos nacionales.

Negándose a que la celebración de la Fiesta Nacional del 1 de agosto en el Grütli sea tomada nuevamente por militantes de la extrema derecha, la presidenta de la Confederación Helvética ha decidido acudir a la emblemática pradera a orillas del Lago de los Cuatro Cantones. Micheline Calmy-Rey, acompañada por la presidenta del Consejo Nacional (cámara baja), Christine Egerszegi, pronunciará un discurso muy esperado.

Antoine Chollet, investigador en Ciencias Políticas y autor de un ensayo sobre el nacionalismo helvético (‘La Suisse, nation fêlée, 2006), subraya los límites de la iniciativa de la presidenta suiza.

swissinfo: La socialista Micheline Calmy-Rey devuelve al Grütli su papel central en el Día de la Fiesta Nacional; su colega Pascal Couchepin, miembro del Partido Radical (centro derecha), destaca la dimensión legendaria del lugar y el presidente de la UDC (Unión Democrática del Centro), el más nacionalista de los partidos suizos, relativiza la importancia de esta pradera. ¿Suiza ha perdido la razón?

Antoine Chollet: Hay que situar este asunto en su contexto político a corto plazo. La iniciativa de Micheline Calmy-Rey obedece a una táctica con la que ha cosechado éxitos y ha puesto en aprietos a la UDC en su propio campo.

En el fondo, Micheline Calmy-Rey ha recuperado una serie de estereotipos nacionalistas suizos. Y esto es llamativo en el caso de una socialista, incluso si se trata de la presidenta de la Confederación.

El aspecto positivo es esta reapropiación de símbolos nacionalistas por parte de partidos que no lo son, lo cual permite quizás extender el significado de estos símbolos.

Pero este asunto refleja también la incapacidad de superar estos símbolos que sin duda siguen en el centro de las representaciones de la clase política helvética. Suiza no ha conseguido crear una forma de funcionamiento político postnacional.

swissinfo: En ese debate se contrapone a menudo patriotismo y nacionalismo. ¿Es legítimo?

A.C.: A mi modo de ver, no existe diferencia alguna. Durante los últimos dos siglos, nación y patria designaron un mismo fenómeno, a saber: un gran conjunto territorial, político e histórico del que se reconstruye una unidad artificial y que ‘sobredetermina’ la identidad de un conjunto de individuos.

Como el término ‘nacionalista’ tiene una connotación negativa hay quien le contrapone la expresión ‘patriotismo’.

swissinfo: Actualmente, en Suiza se habla mucho de la identidad nacional. ¿Señal de que el sentimiento de pertenencia está en crisis?

A.C.: Me parece que Suiza vive una crisis de identidad nacional permanente, ya que no se sabe definir con claridad en qué consiste la identidad suiza. Entonces se encuentran sucedáneos recomponiendo la historia suiza o invocando la unidad de este país construido sobre la diversidad, lo cual es un concepto contradictorio.

El hecho de que hoy los políticos se reapropien del nacionalismo me preocupa un poco. Porque esta reapropiación no cambia los mitos fundadores y no va más allá de la reafirmación de una frontera entre lo que es suizo y lo que no lo es.

Entrevista swissinfo: Frédéric Burnand, Ginebra
(Traducción del francés: Belén Couceiro)

Cuenta la leyenda que fue en la pradera del Grütli donde se congregaron los representantes de los cantones de Uri, Schwyz y Unterwald en 1291 para fundar la Confederación.

La pradera pasó a ser un lugar de memoria patriótica en el siglo XVII. El recuerdo del mito fundador se reforzó a lo largo del siglo XIX.

Fue en el Grütli que el jefe del ejército suizo, el general Guisan, pronunció el histórico discurso de 1940 delante de los principales oficiales para avivar su voluntad de resistir a una eventual invasión alemana.

Cada año esta pradera es escenario de una pequeña fiesta nacional.

En dos ocasiones, en 2000 y 2005, manifestantes de extrema derecha insultaron al presidente de la Confederación mientras pronunciaba su discurso del 1º de agosto. Desde entonces se han incrementado las medidas de seguridad.

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