Los talibanes cierran los colegios para las jóvenes afganas
Las adolescentes afganas volvieron este miércoles a los colegios de secundaria siete meses después de que los talibanes tomaran el poder; pero horas después de reanudadas las clases, los dirigentes islamistas las mandaron a casa en un repentino giro de política que provocó indignación.
El Ministerio de Educación afgano no dio ninguna explicación clara, pese a que, en la capital, las autoridades habían organizado incluso una ceremonia con motivo del inicio del nuevo curso.
«En Afganistán, sobre todo en las aldeas, las mentalidades no están preparadas», declaró a la prensa el portavoz del ministerio de Educación, Aziz Ahmad Rayan.
Según una fuente talibán entrevistada por la AFP, la decisión se habría tomado después de una reunión de altos mandatarios celebrada el martes por la noche en Kandahar (sur), cuna del movimiento islamista fundamentalista que gobierna de facto el país.
– Críticas –
La activista paquistaní Malala Yousafzai, galardonada con el premio Nobel de la Paz y que milita desde hace mucho tiempo por la educación de las mujeres, también expresó su indignación.
Los talibanes «seguirán encontrando excusas para impedir que las chicas aprendan, porque tienen miedo de las chicas educadas y de las mujeres autónomas», declaró Yousafzai, quien sobrevivió a un intento de asesinato de los talibanes paquistaníes cuando tenía 15 años.
La directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, consideró que la decisión de privar de clases a las jóvenes constituye «un retroceso enorme».
«El acceso a la educación es un derecho fundamental», añadió.
Estados Unidos criticó la decisión de los islamistas.
Se trata de «una traición a los compromisos públicos que los líderes talibanes hicieron con el pueblo afgano y la comunidad internacional», dijo la portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.
La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, afirmó en un comunicado que «comparte la profunda frustración y decepción de las alumnas de secundaria y de las estudiantes afganas».
Y estimó «profundamente perjudicial» para Afganistán la «incapacidad de las autoridades de facto de respetar sus compromisos».
La comunidad internacional hizo de la escolarización de las mujeres un punto fundamental en las negociaciones sobre la ayuda y el reconocimiento del régimen islamista, que en su anterior mandato (1996-2001) habían prohibido la educación femenina.
– Llantos –
Un equipo de la AFP estaba en el colegio Zarghona de Kabul, uno de los mayores centros de enseñanza de la capital, cuando un profesor entró y ordenó a todas volver a casa. Alicaídas, las estudiantes recogieron sus cosas entre lágrimas y marcharon.
«Veo a mis estudiantes llorar y reacias a dejar la clase», dijo Palwasha, una profesora en el colegio de mujeres Omra Khan de Kabul. «Es muy doloroso ver a tus estudiantes llorar», añadió.
Cuando los talibanes tomaron el poder en agosto, las escuelas estaban cerradas por la pandemia del covid-19, pero solo los chicos y las chicas de educación primaria pudieron retomar las clases dos meses después.
– «Responsabilidad» –
Para Andrew Watkins, especialista en Afganistán en el Instituto estadounidense por la Paz, este giro refleja una ruptura dentro de la dirección de los talibanes.
«Este cambio de último minuto parece estar motivado por diferencias ideológicas dentro del movimiento […] sobre cómo percibirán sus simpatizantes el hecho de que las chicas vuelvan a la escuela», declaró a la AFP.
Los talibanes habían asegurado que necesitaban tiempo para garantizar que las chicas de entre 12 y 19 años de edad estuvieran bien separadas de los chicos y que los centros funcionaran según los principios islamistas.
– «¿Cuál será nuestro futuro?» –
También había familias que desconfiaban de los talibanes y recelaban de dejar salir a sus hijas, o que no veían sentido a la educación de las mujeres ante un desolador futuro laboral.
En siete meses de gobierno, los talibanes han impuesto numerosas restricciones a las mujeres, que se han visto excluidas de empleos públicos, controladas en su forma de vestir o impedidas de viajar solas fuera de su ciudad.
El régimen fundamentalista también detuvo a varias activistas que se habían manifestado por los derechos de las mujeres.