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Mascarillas para todos: Suiza democratiza la producción

Jóvenes con mascarillas y una flor en la mano
Precios desorbitados y certificados falsos: también en Suiza algunos se han aprovechado sin escrúpulos de la escasez de mascarillas desde el inicio de la crisis del coronavirus. Künzi, Renat (swissinfo)

Aumento del número de casos, contagios en fiestas y en estancias en el extranjero: la segunda oleada del coronavirus está ya en marcha. Y precisamente ahora se lanza la Iniciativa Mascarilla Protectora, una idea impulsada por dos suizos ingeniosos e innovadores, con la que se pretende descentralizar y democratizar la producción de mascarillas certificadas.

Ha sido un desastre absoluto que tendrá todavía que aclararse. Durante la primera oleada de la crisis de la pandemia de Covid-19 se produjeron numerosas estafas orquestadas por delincuentes y criminales, que engañaron a personas y Estados con mascarillas protectoras falsas e ineficaces.

Suiza no fue la excepción. En marzo, dos jóvenes de 22 y 23 se convirtieron en millonarios al ser los primeros en lograr un acuerdo para proporcionar al ejército suizo mascarillas protectoras fabricadas en China.

Según “Inside Paradeplatz”, una plataforma de comunicación independiente especializada en información financiera, el negocio de las mascarillas ha convertido en millonarios a dos jóvenes zuriqueses. El pasado mes de marzo, a través de una empresa denominada Emix, ambos jóvenes, de 22 y 23 años, vendieron al ejército suizo mascarillas de protección producidas en China.

El negocio fue tan lucrativo que los dos jóvenes empresarios pudieron adquirir automóviles de alta gama de las marcas Ferrari y Bentley. Según una portavoz de la Farmacia Militar, que adquirió las mascarillas para el ejército, estas fueron compradas a precio de mercado.

“Durante la crisis del coronavirus, las mascarillas incendiaron rápidamente el debate político debido a los precios exorbitantes y los certificados falsos. Inmediatamente pensamos que esto no podía continuar así”, señala Marie-Claire Graf. La joven, de 24 años y originaria de Basilea, ya es una reconocida experta en sostenibilidad y uno de los 100 jóvenes embajadores de Naciones Unidas para el clima.

Junto a otras personas que comparten su visión, Graf ha pasado las últimas cuatro semanas prácticamente sin parar, entre una videoconferencia y otra con productores, expertos en certificación y agentes interesados de todo el mundo.

Un paquete todo incluido

El resultado es la Protective Mask Initiative (Iniciativa Mascarilla Protectora), que pone a disposición de gobiernos, autoridades, organizaciones, empresas y particulares que quieran solicitarlo máquinas para la fabricación de mascarillas protectoras. El paquete también incluye el suministro de materiales básicos como tela, filtro y cordones elásticos. Todo gratuitamente.

Quienes deseen unirse a la iniciativa deben presentar una certificación sin tacha. Después de ser admitidos, los concesionarios pueden vender las mascarillas al precio que consideren correcto. Por cada mascarilla producida deberán pagar a los impulsores de la idea una pequeña tarifa por el uso de las máquinas.

Con los gigantes del sector

Gracias a este sistema de producción descentralizado “queremos que todos puedan producir las mascarillas protectoras que necesiten”, continúa la cofundadora Graf. El sistema centralizado ha fallado, como se ha podido ver durante la primera oleada.

Ya hay un primer concesionario. Se trata de uno de los principales fabricantes de mascarillas en Alemania, con sede en Berlín, que ha ordenado doce máquinas. La producción comenzará en los próximos días. “Nuestras mascarillas se distribuyen a grandes grupos alemanes e internacionales”, dice Graf. También tenemos una aerolínea y una cadena minorista.

Sin embargo, Graf y Oliver Fiechter están pensando también en posibles socios en Suiza: ciudades y cantones, el ejército, hospitales, farmacias y grandes empresas.

Cuando apareció la primera oleada de coronavirus y se decretó el confinamiento en marzo, hubo una gran escasez de mascarillas en Suiza. Las reservas eran demasiado bajas.

Desde mediados de abril, la compañía St. Gall Flawa ha estado produciendo 400 000 mascarillas estándar de uso doméstico todas las semanas. Sin embargo, hubo problemas importantes con la producción de mascarillas protectoras más complejas, como las mascarillas de filtro certificadas para los equipos sanitarios.

Aunque Flawa disponía en propiedad de dos máquinas de producción chinas desde el mes de marzo, durante mucho tiempo no pudo producir ni una sola mascarilla del tipo FFP2 y FFP3. La razón era que esas mascarillas protectoras no lograron la certificación del TÜV alemán.

Finalmente, el 16 de julio los inspectores alemanes dieron luz verde para que Flawa pudiera también vender sus mascarillas de filtro a partir del 20 de julio.

El Gobierno federal y el cantón de Zúrich pagaron las dos máquinas por un importe total de 1,6 millones de francos suizos.

Uno de los principales elementos de la iniciativa es la rapidez. “Acabamos de pasar la primera oleada de COVID-19, pero la segunda ya está a la vuelta de la esquina”, continúa Graf.

Señala que ya se han recibido un centenar de solicitudes de Europa y del extranjero. Hay personas interesadas en Turquía, Rusia, Túnez, Egipto, Estados Unidos y Brasil.

La primera serie de 30 máquinas ya está prácticamente reservada. “Trabajamos a un ritmo loco”, dice Graf haciendo un primer balance. El objetivo sería llegar a 300 máquinas.

Los “contratistas”: en primer lugar, Graf y Fiechter someten a los interesados a un examen de antecedentes cuidadoso e identifican con ellos sus necesidades. Los concesionarios se comprometen contractualmente a producir y vender las mascarillas.

Las máquinas: proceden de las plantas de producción de la “Maschinenbau Leipzig (MBL)”, especializada en automatización. Algunas de las piezas de precisión de estas máquinas son de origen suizo.

Cada máquina cuesta alrededor de 350 000 euros y la capacidad de producción alcanza hasta tres millones de unidades por mes. Para la financiación inicial, Graf y Fiechter recaudaron en sus redes cerca de cinco millones de euros.

Materias primas: los creadores también apuestan por la más alta calidad para el material básico. Los proveedores proceden de Suiza, Alemania, Portugal y Turquía, pero también de China e India.

El modelo de negocio: las máquinas entregadas siguen siendo propiedad de la iniciativa. Por cada mascarilla producida, los concesionarios deben pagar una tarifa que oscila entre los 20 y 80 céntimos (mascarilla estándar o con filtro).

Siguiente etapa: para estar preparados frente a una posible segunda oleada de la pandemia, Graf y Fiechter planean conectar digitalmente las máquinas que actualmente están distribuidas por todo el mundo. De esta manera, sería posible acelerar los suministros y abastecer cualquier punto crítico.

Un mercado multimillonario: con su iniciativa, Graf y Fiechter se han convertido de repente en actores de un mercado potencial de miles de millones. “Pero la iniciativa de mascarillas protectoras es una operación en la que todos ganan, porque todos los participantes se benefician”, afirma Graf.

Beneficio: Pongamos un ejemplo: la producción de dos millones de mascarillas estándar aportaría 560 000 euros a la iniciativa, por mes y por máquina. Con un contrato de dos años (la duración máxima es de tres años), eso representaría más de 13 millones de euros. Ahora bien, durante dos años, con 30 máquinas, el importe ascendería a más de 400 millones de euros.

Por ahora, el retorno de la inversión no es el objetivo central. Graf y Fiechter reinvierten todo en la divulgación de su iniciativa. Sin embargo, la fundadora recuerda los riesgos asociados a la operación, porque no solo garantizan la financiación inicial, sino que también responden en caso de averías importantes de la máquina. E incluso tienen que asumir el coste en el caso de que un concesionario no quiera o no pueda pagar la tarifa de uso.

El objetivo de la iniciativa es suministrar las máquinas incluso en las regiones más desfavorecidas económicamente. “En este momento estamos evaluando con Unicef qué países podrían entrar en la operación”, concluye Graf.

Tres generaciones participan en la Iniciativa Mascarilla Protectora: la fundadora Marie-Claire Graf (24 años) representa la generación Z, Oliver Fiechter (48) representa la generación X.

Graf lleva ya varios años comprometida con la sostenibilidad y la protección del clima. Como embajadora de la ONU para el clima, habla con jefes de Estado de todo el mundo en las asambleas de la ONU y conferencias climáticas para tomar lo antes posible medidas efectivas que protejan el clima.

Fiechter es economista, autor de libros y fundador de “Economy 3.0”. Se trata de un modelo de negocio descentralizado y basado en la colaboración en lugar de la competencia.

Junto con el director artístico Jim Kämmerling (35, generación Y), fundaron la etiqueta XYZ001 para superar conjuntamente los desafíos del presente y lograr mayor transparencia y justicia entre las generaciones.

Traducción del alemán: José M. Wolff

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