El hotel Zhemuchuzhina (perla), un antiguo edifico de la era soviética próximo al Centro de Congresos. En temporada baja se llena de banqueros moscovitas, hombres de negocios siberianos y huéspedes del festival de cine. Los clubes del Zhemuchuzhina hacen su agosto. Sochi, 2011 Rob Hornstra
Matzesta (aguas de fuego), localidad del interior de Sochi conocida por sus aguas sulfurosas. Dima se quemó las piernas. El médico le ha recetado una cura en Matzesta. Está alojado en el sanatorio y tres veces al día sumerge sus piernas en el agua termal. Matzesta, región de Sochi, 2009 Rob Hornstra
A la izquierda: el Museo de la Aviación y de la Astronáutica de la colonia de verano de Orlyonok, que desde 1960 ha acogido a más de 800.000 niños. A la derecha: la camarera de piso Natalya Shorogova trabaja en el hotel Zhemchuzhina desde 1995. Sochi, 2011 Rob Hornstra
Rosa Khutor, mezcla de neoclasicismo estaliniano y pueblo alpino, y última villa olímpica del valle de Krasnaya Polyana que construyó el oligarca Vladimir Potanin. Moderna, ecléctica y llamativa, encarna el sueño del presidente Putin de una nueva Rusia. Rosa Khutor, región de Sochi, 2013 Rob Hornstra
Como en el resto de Rusia, los restaurantes de Sochi ofrecen veladas de canciones rusas. El Eurasia ha contratado a Marika Baiur. Los camareros visten trajes tradicionales rusos, asiáticos y turcos. Sochi, 2011 Rob Hornstra
La línea ferroviaria entre Sochi y Sukhumi, en Abjasia, recorre la costa. Detrás se vislumbran los sanatorios de Adler con precios de habitaciones más asequibles. Y esto se refleja en la playa. Los rusos adinerados prefieren los hoteles más lujosos de Sochi. Adler, región de Sochi, 2011 Rob Hornstra
Cada año, Mijaíl Pavilivich Karabelnikov recorre casi 3.000 km para llegar a Sochi. En la era soviética, miles de trabajadores venían a los sanatorios de Sochi para recuperarse. Hoy, sus principales clientes son ancianos o discapacitados. Casi todos son hoteles de lujo. Sanatorio Metallurg, Sochi, 2009 Rob Hornstra
Los estadios olímpicos construidos en la costa del Mar Negro, en el valle de Imeretin. Adler, región de Sochi, 2012 Rob Hornstra
Los fogones y el centro de cura del sanatorio Metallurg. Sanatorio Metallurg, Sochi, 2009 Rob Hornstra
El Zhemchuzhina, catalogado como hotel de tres estrellas. Decenas de hoteles análogos, construidos en la época soviética y luego desatendidos, se erigen en el paseo marítimo de Sochi. Sus propietarios creen que los JJOO son un ancla de salvación. Sochi, 2011 Rob Hornstra
En los restaurantes de Sochi, más que hablar, se baila y se canta. Bar Proletarski, Sochi, 2011 Rob Hornstra
Foto de 2009: la expropiación del sovjoz (explotación agrícola del Estado) era reciente. Los refugiados de la vecina Abjasia recibieron autorización para instalarse temporalmente en el terreno baldío. Es la zona menos turística de Sochi. Adler, región de Sochi, 2009 Rob Hornstra
Decenas de kilómetros de paseo marítimo, desde Adler (al sur) hasta Dyhubga (al norte). Los tenderetes venden los mismos recuerdos de madera y los restaurantes sirven platos prácticamente idénticos y ponen la misma música. Loo, región de Sochi, 2011 Rob Hornstra
La ciudad rusa bañada por el Mar Negro acoge del 7 al 23 de febrero la 22ª edición de los Juegos de Invierno. Durante dos semanas, todo el mundo mirará a Rusia, donde los mejores atletas del planeta compiten por una medalla en una de las 98 disciplinas olímpicas.
Este contenido fue publicado el 07 febrero 2014 minutos
La delegación suiza, integrada por 163 deportistas, nunca ha sido tan numerosa. El Comité Olímpico Suizo, Swiss Olympic, aspira a ganar 10 metales.
Las autoridades helvéticas estarán representadas en Sochi por el presidente de la Confederación, Didier Burkhalter, en la ceremonia de apertura, y el ministro de Deportes, Ueli Maurer. El titular del Interior, Alain Berset, acudirá luego a los Juegos Paraolímpicos. A ellos se sumarán varios parlamentarios.
El llamamiento al boicot de los Juegos que lanzaron varios miembros de diferentes partidos no ha prosperado.
Las organizaciones suizas de defensa de los derechos humanos y los derechos de los homosexuales no se han adherido al llamamiento, pero sí han pedido que el Gobierno haga llegar a las autoridades rusas la preocupación por las violaciones de estos derechos.
Suiza está presente en Sochi con la Casa Suiza, donde los atletas esperan poder celebrar muchas medallas. Además, la construcción modular de madera quiere promover al país alpino como paraíso de los deportes invernales.
Una vez que se enciendan los reflectores, la cobertura mediática relegará a un segundo plano las críticas contra los juegos de la desmesura: el presupuesto ha pasado de 12.000 a 50.000 millones de dólares, la corrupción masiva, las expropiaciones y violaciones de los derechos humanos, los daños ecológicos y la elección de una región de clima subtropical para celebrar unos Juegos de invierno.
Desmedido es también el dispositivo de seguridad, que los recientes atentados de Volgogrado que costaron la vida a 34 personas, pusieron a prueba. Los separatistas del Cáucaso han prometido que no escatimarán en “regalos” de este tipo.
El fotógrafo Rob Hornstra y el periodista Arnold van Bruggen recogen estos aspectos sombríos en el libro ‘The Sochi Project. An Atlas of War and Tourism in the Caucasus’. Durante cinco años, los dos holandeses viajaron varias veces al balneario del Mar Negro y al norte del Cáucaso para documentar con rigor y ojo crítico los cambios en curso. Un interés que no ha sido del agrado de las autoridades rusas, puesto que les han vetado la entrada al país.
Texto: Renat Küenzi, swissinfo.ch
Fotos del libro ‘The Sochi Proyect. An Atlas of War and Tourism in the Caucasus’, de Rob Hornstra y Arnold van Bruggen, Aperture-Verlag 2013
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