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Murió el historidor suizo Jean-François Berger

Jean-François Bergier en 2004 en el Castillo de Prangins, en el marco de la exposición «Historia y memoria: Suiza durante la Segunda Guerra Mundial». Keystone

Su nombre permanecerá ligado a los de una comisión y un informe que contribuyeron a esclarecer la actitud de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial.

Jean-François Bergier murió este jueves a la edad de 78 años. Hace dos años, una de sus últimas entrevistas había sido para swissinfo.ch.

“El Gobierno suizo puede estar agradecido con Jean-François Bergier por su trabajo, dijo este jueves la antigua Ministra del Interior, Ruth Dreifuss. Lo hizo descubrir elementos de la historia suiza que no conocía antes, y al aceptar esta tarea, también aceptó ser el objeto de ataques derivados de ese trabajo”.

Publicado en 2002 después de cinco años de profundas investigaciones, el Informe Bergier concierne un período sensible de la historia suiza, y no omite críticas a las autoridades de la época, en particular, en torno al asunto de los refugiados judíos.

En plena crisis de los fondos de los desheredados (bienes depositados por judíos durante la persecución nazi), el Gobierno había elegido al profesor Bergier para presidir una comisión internacional de más de 30 expertos. Las 11. 000 páginas de sus 25 estudios les valieron elogios, sobre todo en el extranjero, y muchas críticas en Suiza, en particular, de la derecha y de los otrora integrantes de la movilización.

El 19 de marzo de 2007, cinco años después de la salida del informe, Jean-François Bergier concedió una entrevista a swissinfo.ch. En ella habla de su decepción por el escaso eco que había tenido su trabajo entre aquellos que lo habían encomendado: los políticos.

A continuación, el texto de esa entrevista…

swissinfo: Hace cinco años que entregó el “Informe Bergier” a las autoridades suizas. ¿Cómo vivió ese momento?

Jean-François Bergier: Tenía el inmenso alivio de haber concluido a tiempo ese espinoso trabajo. Y también un sentimiento de orgullo colectivo para este equipo que reunía a un centenar de colaboradores. Al mismo tiempo, un sentimiento de que algo quedaba inconcluso ya que debimos dejar de lado los problemas interesantes, pero que no estaban incluidos en nuestro mandato.

Teníamos la convicción de haber hecho un trabajo honorable. Nos esperábamos más debates o incluso golpes bajos, lo que por otra parte no fue realmente el caso, excepto por parte de algunos irreducibles, pero de manera marginal.

swissinfo: ¿Y su estado de ánimo como ciudadano?

J.F.B.: Tuve una primera decepción al constatar que nuestra misión cívica no interesaba ya a la clase política. La misma que había querido que se hiciera este trabajo y que en una especie de entusiasmo y pánico se desinteresó o evitó cualquier debate político, que sin embargo había prometido.

En el público, por el contrario, el interés se mantuvo muy vivo. Los suizos tenían necesidad de saber, en particular los jóvenes. En los meses que siguieron, hubo numerosos debates, en salas que a veces desbordaban. Era impresionante. Una exposición ambulante presentó nuestros trabajos con un éxito considerable.

swissinfo: ¿No debió ser fácil ponerse a trabajar en el ambiente que reinaba entonces en Suiza?

J.F.B.: Estuvimos bajo presión del principio al final, pero de maneras muy distintas. Al principio, se nos presionaba para que aceleráramos el trabajo y para intentar dictarnos nuestras conclusiones. Al final, era el revés, no había avanzar nada que fuera comprometedor, la presión iba en el otro sentido. Pero siempre la hubo.

swissinfo: ¿Hubo también presión del extranjero?

J.F.B.: Por ese lado, la presión cayó muy rápidamente, a partir del verano 1998, tras la celebración del acuerdo global de mil millones 800 mil francos entre los bancos suizos y los representantes de los demandantes judíos a Nueva York.

swissinfo: ¿El informe consiguió reconciliar a los suizos con su pasado?

J.F.B.: Espero simplemente haberlos concientizado sobre su pasado, del hecho que su país no había sido tan irreprochable como algunos lo describían. Entre una leyenda rosa que se intentó promover durante la Guerra Fría y las críticas que surgían desde los años 70 en algunos medios, era necesario mostrar el justo medio de la realidad.

Pero debemos decir que la menor cosa en torno a este informe siempre ha suscitado polémica. Innumerables libros de réplica, panfletos y artículos fueron publicados, sobre todo por los que defienden la leyenda rosa de Suiza. Hasta la publicación, el año pasado en Zúrich, de un buen texto escolar contextualizado, que generó una nueva polémica.

swissinfo: ¿El informe destacó lagunas institucionales de aquella época que habrían perdurado?

J.F.B.: No hablaría de amargura, pero digamos que me pareció lamentable ver que una serie de deficiencias que señalamos no fueron tomadas en cuenta en absoluto. En tiempo de guerra o de crisis, puede haber fricciones entre el poder político y el poder económico. Está también la cuestión de los poderes plenipotenciarios del Gobierno, es decir, la relación entre las competencias del Ejecutivo y el Legislativo. Constitucionalmente, no queda claro.

Y, sobre todo, se plantea la cuestión de la responsabilidad histórica de Suiza. Es necesario asumir su pasado, bajo esa condición, uno afronta un futuro claro y sereno.

swissinfo: ¿Como historiador, cuál es su reacción al reciente proceso de Dogu Perincek, político turco juzgado en Lausana por sus tesis revisionistas sobre el genocidio armenio?

J.F.B.: Creo que un historiador puede ser comisionado, como lo fui yo, para aclarar una serie de problemas. Pero debe poder guardar toda su independencia. Me preocupa cualquier legislación que, precisamente, cierre la boca a los historiadores si dicen algo que no es políticamente correcto, incluso si pueden demostrarlo.

Por supuesto que es necesario evitar difundir ideas revisionistas aberrantes e insultantes para las víctimas. En cambio, es necesario que los historiadores guardan la libertad que garantiza la solidez de su trabajo. A ellos les corresponde velar para seguir siendo honesto, es una cuestión de ética profesional

En general, siempre es muy delicado cuando un historiador debe rendir testimonio en un proceso; cuando un juez debe juzgar a un historiador, puede ser peligroso.

Isabelle Eichenberger, swissinfo.ch
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

Nace en 1931 en Lausana, licenciado de la Escuela Nacional de Chartes en París, Jean-François Bergier fue profesor ordinario de Historia económica en Ginebra (1963-1969) luego en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (1969-1999).

Autor de numerosas obras sobre la historia de los Alpes y la historia económica entre el final de la Edad Media y la época Moderna, es nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de San Gall en 1985. También es miembro del Instituto de Francia.

De 1996 a 2001, preside la Comisión independiente de expertos sobre la actitud de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial (CEI).

En 2002, recibe en Lausana el Precio Max Petitpierre por su tenacidad y perseverancia a la cabeza de la Comisión Bergier, a pesar de las críticas.

Diciembre de 1996: la Comisión independiente de expertos (CO) es nombrada por el Consejo federal y la está dotada con un presupuesto de 22 millones de francos.

Mayo de 1998: presentación del 1º informe intermedio, “Suiza y las transacciones sobre el oro durante la II Guerra Mundial”.

Diciembre de 1999: 2º informe intermedio sobre la política de los refugiados.

Diciembre de 2001: informe definitivo.

Marzo de 2002: Publicación del informe final, que se añade a los 27 volúmenes ya publicados. Se disuelve la CO y la comisión parlamentaria renuncia al debate previsto.

Noviembre de 2004: “Pietro Boschetti publica el informe Bergier para todos”, un resumen de 200 páginas, en las Ediciones Zoé.

Noviembre de 2006: “Entrevistas con Jean-François Bergier”, por Bertrand Müller y Pietro Boschetti, Ediciones Zoé, Ginebra. La versión alemana “Jean-François Bergier im Gespräch”, NZZ Verlag, suerte en marzo de 2007.

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