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El Schindler suizo que salvó a los griegos de Esmirna

Herman Spierer
Herman Spierer en su despacho. Fotografía sin fecha. swissinfo.ch

Su mundo se desmoronaba cuando intervino Herman Spierer. El industrial suizo salvó a innumerables griegos en el Imperio Otomano. Esta es la historia.

Esmirna, actualmente Izmir, en la costa turca del Egeo, vivió nueve días dramáticos en septiembre de 1922. Aquellos que se habían refugiado en barcos atracados frente al puerto fueron testigos de escenas apocalípticas. Con el paso de los días, cientos de miles de refugiados se agolparon en los muelles, atrapados entre la ciudad en llamas y el mar. A lo largo de la costa, las salidas estaban bloqueadas por el ejército turco y los francotiradores que habían invadido la ciudad poco antes.

La gente moría como moscas. En sus buques de guerra, los estadounidenses, británicos, franceses e italianos habían observado inicialmente este drama sin intervenir. Sin embargo, después de tres días, y tras la decidida intervención del movimiento juvenil cristiano YMCA, decidieron rescatarlos y trasladarlos a Grecia.

Imagen tomada desde el ma rde una ciudad en llamas.
Esmirna en llamas. Topham Picturepoint / United Archives / Keystone

Los particulares, sin embargo, mostraron un mayor compromiso y organizaron la evacuación de los civiles ellos mismos y a su costa. Entre ellos estaba el suizo Herman Spierer, un comerciante judío nacido en Esmirna que era uno de los principales industriales del tabaco de la región.

La intervención de Herman Spierer permaneció desconocida en Suiza, pero Grecia le estuvo agradecida durante décadas. No solamente le rindió homenaje al hombre que había salvado innumerables vidas, sino también al empresario y filántropo. Los griegos también lo compararon con Oskar Schindler, el industrial que había salvado a muchos judíos bajo el nazismo, porque se comprometió personalmente a pesar de los riesgos que implicaba.

Los levantinos

Herman Spierer era un representante típico de los llamados levantinos: europeos, principalmente comerciantes e industriales, que vivían con sus familias en el Imperio Otomano pero que permanecieron bajo la protección de sus países de origen. Estas familias eran un elemento más en el mosaico étnico que era Esmirna en aquella época, una ciudad cosmopolita donde convivían griegos, armenios, judíos y turcos.

La familia de Herman Spierer procedía de Ginebra. En Esmirna, poseía talleres de producción y almacenes donde empleaba principalmente a trabajadores griegos, que formaban la mayoría de los 700 000 habitantes de la región. La población griega de esa ciudad, que hoy pertenece a Turquía con el nombre de Izmir, era entonces mayor que la de Atenas.

Un final abrupto

Pero la vida multicultural de lo que los turcos llamaban “Esmirna la infiel” llegó a un abrupto final cuando las tropas de Kemal Atatürk la tomaron en 1922. Este fue el último acto de la Guerra de Independencia turca y se produjo tres años después de que el ejército griego ocupara la ciudad en virtud del Tratado de Sèvres, que preveía el desmantelamiento del Imperio Otomano.

En 1920, en un frenesí ultranacionalista, los griegos habían decidido marchar sobre Ankara, a más de 500 kilómetros de distancia. Sin embargo, derrotado por las tropas de Atatürk, el ejército griego tuvo que retirarse a Esmirna, hasta donde fue seguido por 150 000 civiles griegos que huían de las represalias dentro del país. La mayoría de los soldados griegos fueron repatriados en barco, pero los civiles quedaron indefensos en la ciudad. Los acontecimientos que siguieron se registran en los libros de historia como la “Gran Catástrofe” y pusieron fin a una presencia griega en Anatolia que se remontaba a la antigüedad.

Esmirna pagó un precio terrible: los combates y las masacres en la ciudad y sus alrededores costaron la vida a unas cien mil personas y un número igual fue deportado al interior del país, donde muchos murieron. La limpieza étnica que había comenzado con las armas se completó en el plano diplomático: griegos y turcos que habían convivido durante siglos fueron separados, medida que fue ratificada en 1923 por el Tratado de Lausana, que estableció un intercambio de poblaciones a gran escala. Casi un millón y medio de cristianos tuvieron que abandonar Turquía para dirigirse a Grecia, mientras que medio millón de musulmanes se fueron en dirección contraria. Muchos de ellos se instalaron en la ciudad despoblada que ahora se llamaba Izmir.

Evacuación a su cargo

Herman Spierer estaba de viaje de negocios en Europa cuando se enteró de los acontecimientos en su ciudad natal. Regresó inmediatamente. Ante el mortal caos de Esmirna, abrió sus almacenes a la población que huía para que se refugiara en ellos. Los edificios estaban protegidos por la bandera suiza y los soldados turcos habían recibido la orden de no tocar las vidas ni las propiedades de los “europeos”. Sin embargo, más tarde, una gran parte de los inmuebles fueron saqueados e incendiados.

Miles de personas entre ellas muchos niños, junto a marineros.
Miles de griegos de Esmirna, entre ellos muchos niños, en espera de ser evacuados. Maurice Branger / Roger Viollet / Keystone

Junto con su hermano Charles, Herman Spierer también organizó barcos por su cuenta para transportar a los refugiados a Grecia. De este modo, consiguió salvar a cientos o miles de personas de la persecución, según diversas fuentes.

Cuando el fuego se extinguió, gran parte de la ciudad estaba hecha cenizas. La Esmirna griega había desaparecido, sustituida por la Izmir turca. Una gran parte de levantinos emigró a Europa, incluidas familias que llevaban generaciones en el Imperio Otomano. La familia Spierer también se fue.

Muchos de los griegos rescatados por Herman Spierer se instalaron en el norte de Grecia, donde la empresa de su salvador tenía muchas fábricas. Spierer se las arregló para que trabajaran allí. Las viudas y los huérfanos también se beneficiaron de su apoyo financiero durante mucho tiempo.

Los griegos no lo olvidaron. El obispo griego de Esmirna le otorgó el título de gran benefactor nacional. Se dice que algunos de los refugiados salvados por Herman Spierer llevaban su imagen junto a las de los santos. Murió en 1927 en Trieste, a donde había sido trasladado el negocio familiar. Apenas tenía 42 años.

La prensa griega comentó ampliamente su muerte, rindiendo homenaje no solamente a sus actividades humanitarias, sino también a su contribución económica al norte de Grecia. Había creado empleos que requería con urgencia la región, y posibilitado la exportación de tabaco griego a muchos países.

Simon, hijo de Herman Spierer, nacido apenas un año antes de la muerte de su padre, continuó la tradición filantrópica de la familia. Se trasladó a Ginebra en 1943, huyendo de la persecución nazi. Su madre y su hermana fueron deportadas al campo de concentración de Bergen-Belsen.

La fortuna de Simon Spierer también procedía del tabaco y en los años 80 empezó a coleccionar arte, haciéndose amigo de Andy Warhol. Su colección incluía obras de Alberto Giacometti, Max Ernst, Max Bill y Hans Arp. Un año antes de su muerte en Ginebra, en 2005, donó su “bosque de esculturas” a un museo alemán.

Adaptado del francés por Marcela Águila Rubín

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