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Presencia suiza en barrio pobre colombiano

Christiane Thibaud y la Hermana Beatriz (al centro) con alumnos y personal escolar.

En 1970 y en calidad de turista, Christiane Thibaud llegó por primera vez a Bogotá. Hoy, 29 viajes más tarde, esta ciudadana suiza consagra el tiempo libre de su jubilación a recaudar fondos para sus chicos y sus abuelos colombianos.

Merced a su esfuerzo, 300 pequeños del barrio de los Altos de Cazucá ya tienen escuela y, al igual que una treintena de personas mayores, reciben cada día sus alimentos.

“Descubrí Colombia en vacaciones, paseando. Me gustó desde la primera vez. Encontré amistades y decidí volver y he vuelto 29 veces en 37 años. Me enamoré, mejor dicho. Yo he recibido mucho en amistad. La gente es querida, calurosa”, comenta Christiane Thibaud.

De ahí que en el año 2000, al llegar a su jubilación como empleada de los ferrocarriles helvéticos, “decidí que debía hacer algo por ese país que me había dado tanto”. Para lograrlo, Christiane ha contado con el concurso de suizos y colombianos y, sobre todo, con el de la Hermana Beatriz Charria Angulo, cuyo encuentro marcó un hito en su vida.

En un vuelo entre Popayán y Bogotá, y por obra y gracia de la casualidad, Christiane conoció en 1997 a esa religiosa de la Orden de las Dominicas de la presentación, que reparte su tiempo entre sus cátedras de Filosofía y Teología, en la Universidad Santo Tomás, en Bogotá, y el cuidado de su gente: vecinos del barrio pobre de Soacha.

Desplazados y emigrantes

Hasta ese lugar, en los suburbios de la capital colombiana, y hasta esa gente, población desplazada por la guerrilla y los paramilitares y migrantes de zonas rurales, llevó la Hermana Beatriz a Christiane.

“El impacto para mí fue cuando me enseñó una escuela que era de latas, de madera, de plástico… Yo ya había visto esos barrios en Perú, en Venezuela, pero en Colombia me emocioné más porque había el sentimiento… ¡Yo puedo decir ahora que Colombia es mi segunda patria!”, enfatiza nuestra interlocutora.

Un año más tarde, y armada con una cámara fotográfica, Christiane se dedicó a recoger el testimonio gráfico de esa indigencia para mostrarla a sus compatriotas y buscar entre ellos la solidaridad necesaria para brindar un poco de alivio.

Dinero suizo, trabajo colombiano

“Me organicé con mi familia, mis amistades, mis colegas de trabajo. Hice un catálogo con las fotos -y eso es muy importante porque la gente en Suiza es muy generosa pero quiere saber a dónde va el dinero- y dije: Bueno, ese es el barrio a donde podemos hacer algo….”.

Así empezó, con el dinero de los suizos y la mano de obra de los padres de familia colombianos, y en febrero del 2000 se inauguró una escuela, una primaria que se llama ‘El Arroyo’.

Y los niños comenzaron a acudir a su nueva escuela. Hoy hay dos turnos que reúnen a unos 300 chiquillos de entre 5 y 15 años. Pero en un contexto semejante, la escuela no era la sola necesidad:

Narra Christiane que un día, una alumna se acercó a la Hermana Beatriz para advertirle que ya no iría a la escuela porque su mamá prefería que no lo hiciera.

– Y ¿por qué?, preguntó la religiosa a la niña.

– Porque tengo hambre y mi mamá me dijo que es mejor pasar hambre en la casa que en la escuela, respondió la chiquilla.

“Me partió el corazón”, recuerda nuestra interlocutora.

Nació entonces la idea de crear un comedor infantil. Una iniciativa que Christiane mantiene gracias al apoyo de personas en Suiza que apadrinan a los niños. Muchos chicos llegaban en ayunas a las clases, ahora todos reciben un desayuno y, horas más tarde, un almuerzo. “Para muchos son los únicos alimentos del día”.

El Hogar para Abuelos

Y la obra, a decir de nuestra interlocutora, “se ha convertido en una bola de nieve”: Ahora, nuevas organizaciones se han sumado. Una empresa local entrega regalos para la Navidad de los chiquillos y una más obsequia lentes para aquellos que tienen problemas de la vista.

Empero, la ayuda más fuerte procede de Suiza, de las pláticas y la solicitud de donaciones que Christiane realiza en Ginebra a través de su pequeña organización ‘Amigos de El Arroyo’. Y el milagro obedece también a la habilidad de la Hermana Beatriz para “multiplicar los panes”: Ahora, además de la escuela y del comedor infantil, ambas mujeres lograron abrir también un hogar para abuelos.

Ahí, las personas mayores –alrededor de unas 30- reciben una comida, ven la televisión, juegan a las cartas, escuchan música y, más que todo, encuentran una mano amiga que los rescata de su soledad.

swissinfo, Marcela Águila Rubín

Soacha es un municipio ubicado al sur oriente de la ciudad de Bogotá.

Durante las últimas tres décadas ha experimentado un acelerado proceso de urbanización que lo ha convertido en receptáculo de múltiples migraciones; familias nacidas en Bogotá o antiguos migrantes, población desplazada de diferentes zonas del país así como antiguos habitantes de zonas rurales (migración intraurbana).

El crecimiento urbanístico y poblacional ha desbordado en todo sentido la capacidad de respuesta institucional, es así como amplios sectores del municipio no tienen garantizado el acceso a servicios básicos: fuentes de empleo, educación, salud, vivienda…

Este fenómeno ha incrementado la heterogeneidad entre sus pobladores y ha agudizado las segregaciones, diferencias y exclusiones sociales.

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